Literatura

El crimen perfecto

Tiempo estimado de lectura: 4 min
2021-04-09 por Andrés Camacho

Llevaba una hora esperando a mi amiga en los cines de Titán, el centro comercial. Paula no me contestaba el celular, tenía miedo de quedar con el aliento característico del café, pero por el nerviosismo, me tomé dos tintos: ya no nos besaríamos. Después de media hora me resigné. Imaginé que Paula aparecería en la esquina del corredor, disculpándose con pretextos sobre el tráfico, o que su mamá no la dejó salir a tiempo o de un robo que le hicieron en el trayecto hasta acá. Pero esto nunca sucedió.

A dos mesas de distancia estaba sentada una chica de unos 20 años, con cabello sedoso y ojos profundos. Miraba con desesperación el celular, mientras descansaba su mejilla en su mano. Movía sus piernas nerviosamente, pero solo noté una botella de agua en la mesa, su ansiedad no era por café: también le habían quedado mal en el cine. La observé por un tiempo, como yo, estaba ansiosa por encontrar a su acompañante a la vuelta del pasillo. Se levantó y caminó hacia las escaleras eléctricas.

Pensé por un momento en ver la película que Paula me recomendó, la que veríamos esa tarde. Pero después entendí que tendría la oportunidad de invitarla de nuevo con la excusa de al fin entrar juntos a la sala de cine. Salí del café, bajé por las escaleras eléctricas. Caminé un rato por el centro comercial, ilusionado porque tal vez recibiría esa llamada donde Paula estaría apenada por lo sucedido.

Terminé deambulando por los pasillos, hasta que vi a la chica que también habían dejado plantada. Estaba sentada comiendo un helado, mientras miraba a las personas pasar. Había un pequeño espacio en la banca y me senté a su lado. Miré con nerviosismo como comía, quería hablarle, pero no sabía cómo empezar la conversación. La saludé con un simple hola, me respondió con miedo. Entendí lo extraño de la situación, le pregunté su nombre: Valentina. Le conté que me habían plantado en el cine, me dijo que también le había sucedido. Ninguno de los dos se atrevió a decir quién había cometido tal injuria.

Le propuse ir a ver la película conmigo, Valentina puso la condición de pagar las boletas, mientras que yo me ofrecí a pagar por la comida. Nos sentamos en la sala, la película estuvo buena y de vez en cuando la volteaba a ver: tenía un perfil perfecto, envidiable. Noté una sonrisa cautivadora cada vez que le hacía un comentario sobre la película. Se terminó la oscuridad de la sala y esperé a que ella fuera la primera en ponerse de pie. Salimos en silencio, mientras yo pensaba en la oportunidad para pedirle el número.

Como nunca nadie se arrepiente de decir la verdad, me confesé. Le dije que su compañía me había hecho la tarde. Esperé a que me asegurara que también sintió lo mismo, pero sonrió solamente hasta al llegar a las escaleras eléctricas. En ese momento decidí besarle la mejilla, me miró sin parecer incómoda, tenía una expresión de sorpresa que rayaba con coquetería. Sin decir nada más, la acompañé a tomar un taxi. Le abrí la puerta y se sentó, le robé un beso en los labios y cerré la puerta con cuidado. El taxista arrancó casi de inmediato. Había cometido el crimen perfecto, al culpable ni el nombre real le habían tomado.

Me sentía feliz, con la confianza de caminar hasta mi casa, estaba a tan solo cuatro cigarrillos. Caminé por calles oscuras, pero solo podía pensar en lo que acababa de suceder. Pensé en Paula, hasta esa hora no había aparecido. Detrás de un árbol me pareció ver una sombra, un tipo se iluminó por la luz de la calle, con agresividad me abrazo por los hombros mientras que con la mano me ponía una navaja en el costado derecho. Me pidió hasta cigarrillos, me dejó ir. Llegué a casa sin un peso, pero con un beso más en mis labios: al ladrón también lo habían robado.

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¡Buenas buenas! Estamos felices de estar de vuelta en este 2022 y queríamos hacerlo celebrando el amor, así que prepara tus oídos y tu corazón para las historias y poemas que componen este especial de San Valentín.
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2022-02-19 con los locutores Juan David Díaz Molina y Daniela López un producto Cara & Sello



Sobre el autor

Andrés Camacho

Director General

Cofundador de la Revista Cara & Sello. Politólogo o al menos eso dice el cartón que cuelga en mi pared. Amigo de la literatura y la música. Columnista semanal: escritor desde de lo cotidiano y lo marginal.



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