Literatura

Instante

Tiempo estimado de lectura: 4 min
2021-10-22 por Tatiana Acevedo

Estaba sentado junto a su camilla. Él me tenía el dedo índice agarrado con su pequeña manito, me miraba y sonreía, era perfecto. Su sonrisa le daba vida a ese cuarto blanco típico de clínica. De repente, soltó mi dedo y cerró sus ojitos, manteniendo su delicada y pícara sonrisa. Lo moví y lo llamé. Entré en shock. No entendía lo que pasaba. Grité a la enfermera, al doctor, a todo el que pasaba por allí, hasta que una enfermera entró al cuarto, miro la máquina, lo miró a él, me miró y dijo -se nos fue. Y, con él, se me fue el mundo. Me tiré sobre la cama, abracé su cuerpo tan duro como si quisiera romperle los huesos. Mi dolor era tan fuerte que no podía creerlo, jamás había sentido algo así. Gritaba, lloraba, me dolía el alma al ver que su delicado cuerpo cada vez estaba más frío y blanco.

En ese momento, mientras lo tenía abrazado, clavé mi mirada en un punto fijo de la pared de enfrente, parecía que estaba concentrado en algo. Pero, no, realmente mi vista estaba nublada por las lágrimas en mis ojos y por el desconcierto. Yo solo escuchaba los recuerdos que tenía junto a él, como si mi cabeza fuera una cámara de video y reprodujera nítidamente cada sonrisa, cada momento, cada caricia. Empecé a recordar cronológicamente desde que nació, llegaban a mi mente imágenes de quienes estaban en el lugar, sus gestos, su ropa, todo. Hasta los sonidos que emitían intentaba recordarlos. Mi memoria se esforzaba más de lo normal, no paraba de pensar en el pasado. A pesar de que estaba de cuerpo presente y mente ausente, a lo lejos escuché una voz que me llamaba intensamente por mi nombre -Mateo, Mateo, Mateo, Mateo, Mateo. Ya llevaba tantos días en la clínica, que hasta mi nombre se conocía. Sacudí mi cabeza y contesté - ¿Me necesitas? y la mujer que pasaba por allí, la enfermera de mi hijo, me contestó: -Al contrario, ¿qué necesitas tú? yo necesitaba tenerlo vivo, volver a escuchar esas carcajadas que se confunden con llanto… Sin embargo, yo respondí que no necesitaba nada, quería estar solo con mi bebé, contemplarlo.

Allí me di cuenta que la ilusión que tenía de ser padre, se me había ido de las manos. Desde que nació hasta que murió, fue un instante para mí. Todo pasó tan rápido, en un abrir y cerrar de ojos, que es difícil creerlo.

La enfermera salió del cuarto y me quedé a solas con él. Pasé mis manos por su delicado rostro, cada vez estaba más pálido, sus mejillas ya no eran rozagantes; toqué sus manitas, ya estaban frías; le hablé con mi voz temblorosa y llena de llanto. No perdía la esperanza de que sonriera o balbuceara. Todo parecía una pesadilla, o bueno, yo quería que fuera un mal sueño, que tan pronto sacudiera la cabeza, tuviera mi niño junto a mí, vivo. Pero, lastimosamente, no podía ser así, su vida aquí había acabado. Decidí sentarme al lado de la cama, poner mi cabeza sobre su cuerpo, sujetar su mano y cerrar los ojos.

No quería sentir, ni pensar en nada. Deseaba tener mi mente en blanco y mi corazón tranquilo. Pero los recuerdos de nuevo llegaron a mi mente, eran insistentes y muy intensos. Esta vez, todo iba en cámara rápida, sus ocho meses de vida, eran recuerdo tras recuerdo. Se me hizo un nudo en la garganta y sentí un vacío en el estómago. De momento pensé: “Llegaste sin buscarte, convertiste la zozobra en esperanza, hiciste que los días grises siempre terminarán siendo un arcoíris. Cada momento fue un instante perfecto. En ti pude ver la fragilidad de la vida. Tenerlo todo y perderlo en un segundo. Al mismo tiempo que dejas un vacío en mí, me dejas luz, me dejas un amor tan grande como el mar”. De nuevo me llamaron y debí salir de la habitación con el corazón en la mano y el alma desgarrándose.



Sobre la autora

Tatiana Acevedo

Escritora

Antropóloga. Amiga del vino y la comida. Amante de la escritura y la poesía. Inspirada en la luna y la vida. Segura que las letras pueden cautivar a alguien sin rumbo. Me gusta escribir sobre lo que me hace vibrar y escapar un poco de lo académico.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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