Política

Afganistán: el país entre potencias

Tiempo estimado de lectura: 4 min
2021-08-31 por Andrés Camacho

“Osama Bin Laden es una montaña. Una montaña que no abre las puertas a las conquistas realizadas por la civilización, no quiere saber nada de libertad ni de justicia ni de democracia ni de progreso.”

Oriana Fallaci


Hoy, como hace 20 años, Afganistán es noticia. En el 2001, Estados Unidos, y sus aliados, invadieron este país con la intención de derrotar el terrorismo aún más visible desde los atentados del 11 de septiembre. Veinte años después, se retiran tal como lo hizo la Unión Soviética en 1989: derrotados.

Las circunstancias han cambiado durante los últimos años. Oriana Fallaci, demuestra en su libro, La rabia y el orgullo, que el sentido de patriotismo inundaba la política de Estados Unidos en el 2001: republicanos y demócratas abogaron por la defensa de los valores y libertades que representan la Declaración de Independencia. El 90% de los estadounidenses apoyaban la invasión a Afganistán. En la actualidad, es vergonzoso ver cómo Biden reclama que la victoria hacia el terrorismo es definitiva.

Estados Unidos era en aquellos momentos la potencia militar más importante del mundo. No obstante, calcularon erróneamente que la guerra con los talibanes sería simétrica: los aliados se enfocaron en los principales centros urbanos, pero los grupos armados encontraron un mayor campo de acción en las provincias. Es ahí donde surgió una desconexión entre las realidades de un país que vivió dos clases de guerra.

Debido a lo anterior, los aliados ignoraron las dinámicas de la política y la religión de las provincias. Mientras tanto, la democracia impuesta en los centros urbanos demostró que, a juicio de Fallaci, el terrorismo nunca se acabaría: los talibanes recobraron fuerza en lo rural para acabar con los crímenes impuestos en las ciudades.

Durante algunos meses, se pensó que el ejército afgano tendría la capacidad suficiente para derrotar a los talibanes. Sin embargo, sus estrategias militares dependían de la OTAN, lo cual terminó incrementando el desconocimiento sobre cómo consolidar el control territorial en todo el país. Esto sumado a la corrupción de las Fuerzas Militares, donde una sexta parte del ejército estuvo luchando con los talibanes durante el 2021.

“La experiencia soviética”, tal y como la denomina Emersson Forigua, tuvo ciertas semejanzas con la incursión de Estados Unidos. En los setentas, la Unión Soviética sentía la fortaleza de un gran poderío militar: en 1968 invadió con éxito Checoslovaquia. Así mismo, con su política centralista, logró contener a cualquier grupo dentro de los países satélites.

No obstante, la economía de los soviéticos se estaba desmoronando. Cerca del 15% del Producto Interno Bruto estaba siendo destinado al gasto militar. Así mismo, la industria de la defensa consumía entre el 23% y el 39% del presupuesto global para investigación y desarrollo, la tercera parte de la producción del sector de fabricación de maquinaria, una quinta parte de la producción del sector metalúrgico, una sexta parte de la industria química y un porcentaje similar del sector energético.

Con la llegada de Gorbachov, la guerra prácticamente perdida, y un viraje en las prioridades del país, ahora centrado en las reformas internas, el partido decidió retirar las tropas que se encontraban en Afganistán. El gasto militar, aunado con la lucha armamentística que Estados Unidos estaba debatiendo en la región, hizo imposible continuar con la guerra. A cargo quedó un gobierno apoyado por los soviéticos, que trató de componer las tribus del país mediante la unidad del islam. No obstante, los talibanes tomaron el control sobre la capital en 1996.

De acuerdo con Forigua, uno de los principales errores que tuvo la Unión Soviética, fue el desconocimiento sobre la estrategia militar de sus adversarios. Debían adaptarse a las condiciones endémicas y la idiosincrasia del país. Adicionalmente, la base social de Afganistán suponía una estrategia que debía enfocarse en cooptar prácticas que aseguraban la estabilidad de millones de musulmanes de áreas rurales.

Los talibanes aún tienen la visión de Osama Bin Laden. La convicción de su fe les hace mover montañas, incluso arreglárselas para vencer a las potencias mundiales del siglo XX. El desconocimiento sobre las tradiciones culturales, no les permitió crear un control territorial en años de intervención militar. Los talibanes pueden conseguirlo después de décadas y así establecer un nuevo gobierno bajo las reglas islámicas.



Sobre el autor

Andrés Camacho

Director general

Cofundador de la Revista Cara & Sello. Politólogo o al menos eso dice el cartón que cuelga en mi pared. Amigo de la literatura y la música. Columnista semanal: escritor desde de lo cotidiano y lo marginal.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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