Política

Las grietas del imperio americano

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Todos conocemos la historia de cómo posterior a la 2° Guerra Mundial, los Estados Unidos se hacen los líderes del orden internacional, con solo la sombra de la Unión Soviética como competencia directa. Bajo su mando, se darían guerras contra el bloque soviético e intervenciones deliberadas para la contención de los movimientos capaces de expandir su órbita.

Se crearían también las instituciones internacionales más importantes como la ONU, el Banco Mundial, el FMI, la OTAN, entre muchas otras; organizando el mundo de acuerdo a los criterios norteamericanos. Finalmente, el poder militar y su capacidad de despliegue imperante hasta hoy día crearía a su vez una paz forzada, pero beneficiosa para los Estados y el comercio en general. Todo esto es conocido como el Orden Liberal o la Pax Americana.

Con la caída de la URSS, el bloque soviético se disolvió y los EEUU quedaron como única superpotencia, anunciando su victoria a lo largo de la última década del siglo pasado, a través de teorías como el fin de la historia o la expansión definitiva del orden liberal a todo el sistema internacional, consolidando el fenómeno de la globalización. El discurso de la libertad y la democracia parecía proyectarse como modelo internacional, bandera motora del ideal cultural norteamericano.

El discurso de la libertad y la democracia parecía proyectarse como modelo internacional, bandera motora del ideal cultural norteamericano.

Hoy, pasados más de 30 años desde la desaparición del bloque soviético, donde los EEUU se han consolidado como los señores y amos del sistema-mundo, dirigiendo guerras, garantizando el funcionamiento del comercio internacional, liderando el desarrollo tecnológico y los valores culturales dominantes; las grietas de la hegemonía norteamericana empiezan a verse en el panorama internacional.

El poderoso imperio americano, cuyo destino ha marcado la vida de nuestras sociedades en las últimas décadas, experimenta una consecutiva llegada de crisis que debilitan su posición en el mundo. El gigante yanqui, fundamentado en el capital, la coerción militar y la hegemonía cultural; parece ya haber llegado a su momento cumbre de expansión, dando paso a otros poderes emergentes por sus consecutivas grietas, que socavan su posición y replantean el mundo configurado bajo su hegemonía.

Las grietas del gigante

Las fuerzas de la globalización han terminado por llevar al mercado, eje central del modelo capitalista, a cada rincón del globo. Sin embargo, y pese a la tesis defendida por los liberales más acérrimos y confiados de la libertad económica, la democracia como valor ha demostrado no estar necesariamente atada al modelo capitalista. China, segunda potencia y encaminada a ocupar el primer lugar económico, no ha terminado por democratizarse pese a su apertura al mercado.

China, segunda potencia y encaminada a ocupar el primer lugar económico, no ha terminado por democratizarse pese a su apertura al mercado.

Lo mismo pasa con la madre Rusia, cuyo proceso de acercamiento a occidente se frenó con el regreso del autoritarismo, bajo la figura del “Zar” Putin. No hablemos ya de las dinastías petroleras del golfo, cuyo comportamiento asemeja más al absolutismo europeo de la era mercantil. Todo esto se junta en un mundo que muestra un retroceso y deterioro de las democracias frente a los autoritarismos, que se podrán encaminar al uso de los medios digitales para el fortalecimiento de sus regímenes; mismas herramientas que empiezan a erosionar a sus contrapartes democráticas.

Ya China, cuyo desarrollo se ha marcado por el robo tecnológico, compite de tú a tú con los gigantes de Sillicon Valley, centro mundial de la innovación tecnológica fuera de Asia. A esto se suma la desastrosa retirada en Afganistán, desastre en imagen y derroche de recursos para una meta que no pudo ser cumplida: la democratización de un país fuertemente fundamentalista, donde los valores occidentales no terminaron de encajar.

Ahora, tras el fracaso de Afganistán y las constantes tensiones producto de la financiación de la OTAN, los europeos se cuestionan la capacidad y disposición de los EEUU de garantizar su seguridad, estableciendo discusiones sobre su propia seguridad, a través de una mayor cooperación militar y el establecimiento de un ejército europeo .

Mientras, los norteamericanos se disponen a desplegar sus recursos en la región de Asia-pacífico, estableciendo alianzas para bloquear a los chinos y evitar su expansión cada vez más marcada. Todo esto mientras se proyecta la sombra de un default en los EEUU producto de la desmesurada deuda pública, evitada sólo por el constante aumento del techo de la deuda votado sin mayor alternativa en el Senado. Este dinero es el que sostiene, entre otras cosas, el poderío militar que ha garantizado la seguridad internacional y la dichosa pax americana en el mundo.

Con sus reservas de hidrocarburos ya garantizadas por alianzas y producción interna, los Estados Unidos no ven necesaria su presencia permanente en el medio oriente más allá del caso iraní. Los problemas asociados a la región pasan ahora a los europeos, que colindan directamente con el conflictivo mundo musulmán.

Pero el desgaste de las guerras en el Medio Oriente, ha causado un debilitamiento claro de la potencia en un mundo donde los chinos han aprovechado su descuido para establecer su poder, tal vez ya de forma permanente, en contra de los intereses norteamericanos.

La creciente deuda del Estado norteamericano y el fantasma de la quiebra amenazan con poner fin a dicho poder. Así, un fracaso en el Asia-pacifico ante China podría significar la derrota final para el poderoso imperio, materializado en el control de la región por parte del gigante asiático.

Posterior a la hegemonía

Con este conjunto de grietas sobre su poder e influencia, mucho se rumorea sobre el fin de la hegemonía norteamericana. Sin embargo, poco se ha hablado sobre las consecuencias que la caída del imperio americano traería para el mundo. ¿Qué significa el hecho de que la flota norteamericana ya no garantice la seguridad de los mares? ¿Qué pasará con el poder de disuasión que ha mantenido la paz forzada internacionalmente? ¿Podemos pensar en China como el nuevo gigante hegemónico que opacará a todo el globo? ¿Qué pasará con un Estados Unidos derrotado y relegado a ser una potencia equivalente al resto de poderes multipolares?

Podemos pensar en el comercio como el mayor logro de la era imperial americana. Todos los poderes del orden internacional parecen estar comprometidos con garantizar la seguridad de las rutas de tránsito de mercancías, junto con la creación de nuevas como la nueva ruta de la seda. En este sentido, luego de una crisis general producto del fin de la hegemonía militar o naval de los norteamericanos, las potencias se pondrían de acuerdo para garantizar la seguridad del mundo en términos regionales.

Con respecto al poder de disuasión establecido por el poder militar, este en la medida que no se mantenga como uno de los elementos pilares de la paz internacional, tal vez sea el más preocupante de todos. De momento, ha sido la pax americana y el comercio los que han mantenido un mundo estable. Con el regreso de los poderes regionales, se puede llegar a una fractura de las economías en bloques, deshaciendo los desincentivos para los conflictos abiertos. Sin embargo, la capacidad igualada de armamento y la aún marcada dependencia comercial entre todo el globo proyectan una estabilidad a corto y mediano plazo.

Dirigiendo nuestra atención a China, se puede pensar que, de momento, no tiene la capacidad de reemplazar totalmente a los norteamericanos. Pese a todo, a China le quedará difícil meterse en zonas de influencia europea sin encontrar resistencia como los Balcanes, junto con la limitante de los otros poderes como Rusia o los mismos EEUU, que seguirán siendo un poder a tener en cuenta. La competencia se dará en regiones con falta de hegemonía clara, como lo son el cono sur, África subsahariana o la región de centro-Asia.

Finalmente, con un Estados Unidos relegado a uno de los tantos poderes multipolares y regionales, naturalmente ha de mirar a su zona de influencia natural: el mundo caribe. Esta región ha tenido suma libertad considerando su posición desde que los Estados Unidos iniciaron el siglo, teniendo los casos de Nicaragua o Venezuela como ejemplos naturales. Sin embargo, el retroceso norteamericano lo hará volver a mirar a esta región, donde históricamente ha influido y seguirá influyendo, pues ahí es donde originalmente surgió el imperio.

Sin embargo, el retroceso norteamericano lo hará volver a mirar a esta región, donde históricamente ha influido y seguirá influyendo, pues ahí es donde originalmente surgió el imperio.

Tampoco es de extrañar, pues los vínculos no solo son en historia, sino ahora se extienden a demografía y lazos económicos. Entre la expansión china, la región caribe exceptuando casos concretos, no ha dejado de depender de los EEUU en su comercio. A esto se suma cómo las élites nacionales de estos países interactúan constantemente con las norteamericanas, construyendo sus identidades comunes con estos. Artistas, académicos, empresarios y políticos constantemente viajan y mantienen residencia en los EEUU, teniendo fuertes lazos con dicho país.

No hablemos ya de la demografía. Los migrantes en EEUU son predominantemente latinos caribeños, centroamericanos y mexicanos; con Estados como la Florida con poblaciones dominantemente colombianas, venezolanas y cubanas, que se proyectan ya a ocupar cargos de poder en el país del norte. Será natural que cuando empiecen a predominar marcadamente en los cargos de poder, volteen a sus países de origen, manteniendo fuertes vínculos culturales con estos.

No olvidemos así los mayores problemas que afectan al país del norte y que se vinculan fuertemente a la región: la inmigración ilegal y el narcotráfico. Este, a diferencia de otros problemas globales más marcados, son asunto de convivencia día a día de los norteamericanos. Así, para los opositores o defensores de la autonomía regional ante la estrella del norte, la caída del imperio no augura buenas noticias para la región, que terminará por volver a entregarnos al seno de la influencia yanqui.

Así, mientras la sombra del poderoso imperio se disipa a lo largo del planeta, esta se restablecerá sobre su propio origen, dejando tras de sí un legado imperial marcado por la estabilidad forzada, el capital y el ideal demócrata. El regreso del mundo multipolar parecerá entonces más vivo que nunca.

Mientras la sombra del poderoso imperio se disipa a lo largo del planeta, esta se restablecerá sobre su propio origen, dejando tras de sí un legado imperial marcado por la estabilidad forzada, el capital y el ideal demócrata.

Pese a todo, los Estados Unidos como potencia mundial siguen existiendo, y su corona radica en el fantástico poder militar, inigualable para cualquier nación del globo. Así, los rostros de un posible futuro posterior a la estrella del norte parecen asomar a la vista para el mundo, con sus choques y ventajas a la vista.



Sobre el autor

Santiago Ramírez Sáenz

Escritor

Politólogo en formación, con aspiraciones a futuro en antropología, filosofía y economía, entre las que se puedan aparecer en el camino. Gran apasionado de la ciencia y la tecnología, eje central de mi trabajo académico y mi proyecto de vida. Bachatero y salsero, aunque no lo parezca. Gran fanático del sueño interestelar y nerdo de nacimiento.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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