
Leyendo acerca de los fundamentos de la economía y el libre mercado, pude ver la explicación clásica sobre las desventajas del salario mínimo dentro de las economías nacionales, explicación que tiene un gran problema en su planteamiento.
El establecimiento de un monto mínimo tiene efectos en el desempleo. Al establecer un salario mínimo, se termina por dejar fuera del mercado a aquellas personas que no son lo suficientemente productivas, dado que el costo no justifica su contratación.
Es un principio lógico que más de una vez deberíamos tener en cuenta dentro de nuestros debates políticos. Se sabe de antemano que los economistas y técnicos suelen hablar de forma, a veces, complicada, pero sus palabras inevitablemente explican y tienen efectos directos en el funcionamiento del mundo. No por nada nuestras economías y sociedades funcionan con dinero.
Esto hace parte del debate de los últimos años sobre la educación financiera de los niños en las escuelas. Más que pertinente, no solo para un futuro económico estable, sino para la vigilancia de nuestros políticos y los impuestos que ponemos a su disposición. Sin embargo, este no es el tema que me trae hoy a escribir estas palabras.
En el momento me pareció razonable, pero algo no me quedó sonando. Al final del cuento, desde una perspectiva más “justa”1, planteé para mí la reflexión de que el costo debería de asumirse inevitablemente dentro de la producción del bien o servicio.
Sin embargo, meses después profundicé en el tema y me di cuenta de algo: esta visión econométrica tenía un gran fallo, que es el pilar de muchos discursos contra el sistema de libre mercado o capitalista. No es en sí un error de análisis, pues claramente la lógica y pruebas detrás de los argumentos econométricos eran acertadas (como en la mayoría de veces). El problema radica en cómo tratamos a los trabajadores dentro del análisis: mano de obra. Un activo o insumo más.
Eso me trajo a la mente un meme en redes sociales sobre la explotación laboral, cuya afirmación radica en que un empresario, de poder hacerlo, esclavizaría a su trabajador.
Y es que no es para menos. Ejemplos de este fenómeno lo podemos ver en la industria de los videojuegos, donde detrás de entregas como “The Last of Us” o “Resident Evil” se encuentran horas de sobreexplotación de los diseñadores, discusiones que se han planteado dentro de los fanáticos de dichas sagas.
También está el K-pop, o por mínimo sus facetas originales como industria2, donde detrás de las figuras coreanas se encontraba toda una industria explotadora y maltratadora con estas personas detrás de las pantallas. Los ejemplos se extienden por miles, como las discusiones laborales dentro de la empresa Amazon; hasta nuestros compañeros y amigos (todos conocemos alguno) que se ven forzados a grandes jornadas laborales dentro de empresas como los call centers.
Sin embargo, me niego a postular a todos los empresarios o “capitalistas”3 como explotadores sin compasión. Ejemplos de buenas prácticas también se ven por mucho, como lo ha sido con empresas como McDonald 's, Arturo Calle o Cine Colombia; estableciendo incentivos, respeto a los trabajadores, protecciones laborales que van más allá del marco legal o las ayudas en momentos críticos como el de la pandemia. Figuras como Julio Mario Santo Domingo o Jaime Duque no se pueden tachar de explotadores, pues los beneficios de sus acciones (fueran por interés propio o no) se ven dentro de las empresas y zonas que llegaron a impactar4.
El asunto, sin embargo, si radica en el sistema mismo o por mínimo, el discurso estrictamente económico que nos venden los economistas de visiones más técnicas. Si nos apegamos a la lógica de “lo que pueda pagar el mercado”; vemos que la opción más óptima para un empresario es que, no solo exista un gran nivel de desempleo, sino que estos desempleados estén dispuestos a recibir 25 centavos la hora por jornadas de 10 horas continuas.
Esto no es así en todos los casos. La utilidad de un trabajador dependerá de la habilidad que se necesite de él. Si su labor consiste en trabajos relacionados con esfuerzos mentales como el liderazgo o la creación de ideas, la protección de sus capacidades es el motivo de interés principal de los empresarios. Pese a ello, inevitablemente la primera posición sigue siendo el mejor escenario.
¿No les recuerda acaso este escenario algo semejante? Se trata de las condiciones originales del mundo burgués de la primera y segunda década del siglo XIX, los orígenes del capitalismo. Dicha visión fue la cuna de las ideas y visiones heredadas del marxismo: el comunismo, socialismo o anarquismo; por mencionar las más populares5.
La recuperación de este discurso es problemático en tanto deshumaniza a los individuos, a los trabajadores. No son simples insumos dentro de una gran cadena de producción y consumo. Por ello, esta consideración simplista trae como justificante el odio determinado sobre el mercado y el sistema capitalista.
Es esta misma visión la que sostiene los sistemas industriales de explotación animal al considerar a los animales como simples insumos; objetos sin simple valor más allá de su producción de carne, cueros, plumas, aceites y demás derivados. No importa si hemos comprobado la existencia de emociones, necesidades afectivas, miedos o angustias en ellos. Son simples objetos o insumos en una gran cadena de producción y consumo.
Es este uno de los grandes problemas del cambio de paradigma económico llegado por la época neoliberal; y es la causa por la cual este término sea despectivo en todo debate mediático, político, intelectual o social. El olvido de las mejoras en las condiciones materiales de vida sobre los individuos y sociedades humanas a través de la generación de riqueza, es posiblemente el mayor desastre que pudo traer el cambio de paradigma.
No me refiero a que esto no haya pasado. Las mejoras de nuestro mundo son claras e innegables, motivo por el cual la gente debería dejar de condenar al sistema más a menudo y concentrarse más bien en fortalecerlo, corrigiendo en el proceso los problemas que pueda dejar a su paso. El asunto radica en que dicho argumento contra el salario mínimo olvida esta premisa para enfocarse únicamente en la reducción de costos y maximización de beneficios. De esta forma, no se trata de la acumulación del capital por el simple capital.
Esto en ningún momento es una condena al sistema mismo del libre mercado. El mundo que conocemos, con las comodidades y oportunidades como el internet, la medicina moderna, la energía eléctrica, la movilidad, el agua potable, entre muchas cosas más; no hubieran sido posibles sin el endemoniado capitalismo que pretenden señalar muchos sectores de la sociedad.
Sin embargo, defender los logros del sistema no es ignorar ni dejar de señalar sus fallos. Si se establecen defensas claras sobre el capitalismo, es porque ha sido el sistema que mayores niveles de riqueza ha generado, y sigue generando en la historia (cosa reconocida por el mismo Marx). El asunto es que dicha riqueza se vea reflejada en la mejora de las condiciones materiales de vida de los individuos y sociedades humanas. Ese debe ser el dogma del sistema.
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