Sociedad

A favor de la obra

Tiempo estimado de lectura: 4 min
2021-02-25 por Andrés Camacho

Woody Allen es uno de los más grandes directores de cine que aún permanecen vivos. Es aclamado por sus películas y ha sido nominado a los Premios Óscar en diversas categorías. Sin embargo, su éxito ha estado eclipsado, desde hace un tiempo, por los escándalos de abuso sexual que miembros de su familia han hechos públicos.

Además, muchos actores han apoyado la causa de los familiares de Allen, mientras que otros se han negado a volver a trabajar con él. De igual forma, algunas plataformas digitales han eliminado sus películas de su oferta de entretenimiento, afirmando que la monetización de este contenido es perjudicial para las víctimas. Por otra parte, en Colombia existen varias acusaciones de abuso sexual contra el director de cine, Ciro Guerra. Sus víctimas afirman que ha utilizado su poder para aprovecharse de al menos ocho jóvenes en diferentes ocasiones . Así, existen ejemplos donde la presión social afectan el buen nombre de las obras.

A pesar de que sus conductas no son defendibles, parece que es inevitable preguntarse: ¿Es necesario juzgar la obra a la par de su creador? ¿Es una medida necesaria acabar con el prestigio de las obras? Como en muchas situaciones, tiene sus aristas. En algunos casos, la película representa el recuerdo o la materialización del abuso para la víctima. Por ejemplo, en la película El último tango de París el director ha afirmado abiertamente que Marlon Brando cometió un abuso sexual en cámara. Pero esta no parece la situación de las películas de Woody Allen y Ciro Guerra.

De igual forma, existen argumentos que apoyan la censura, o al menos la reducción de la oferta de las obras, debido a que la monetización afecta positivamente el bienestar del autor, permitiendo la creación de un ambiente de impunidad. Aquí, la frase que impera, a juicio de ellos, es: no debemos detener el ambiente creativo de un artista.

Sin embargo, las presiones hechas hacia las reproducciones de las obras, si suponen un efecto negativo para el artista. En algunas ocasiones, este es un instrumento para reducir el apoyo que el entorno artístico le da al autor. Así, se disminuye la probabilidad de impunidad sobre los cargos que se le acusan, por lo tanto, constituye una suerte de reparación para las víctimas.

Pero, ¿Por qué debemos impartir justicia sobre el entretenimiento? No parece justo que el público esté privado de cierto contenido por la moral de sus creadores. ¿Deberíamos hacer una revisión moral del autor de cada obra que consideramos buena? La respuesta se encuentra en Miguel Ángel. El pintor de la Capilla Sixtina era homosexual, y a pesar de que esto suponía un crimen mortal para la Iglesia Católica de la época, su obra perdura y es protegida.

No existe comparación entre ser homosexual y las acusaciones que reciben estos directores, pero en aquel entonces, suponía un crimen que podría terminar con la vida de uno de los artistas más importantes del renacimiento. Recientemente se ha descubierto que en su obra se encuentra plasmada su sexualidad y que, durante muchos años, trataron de ocultarla.

En conclusión, no debería censurarse la promoción de una película debido a la moral de su director. Debería protegerse el buen nombre de la obra y la posibilidad del acceso por parte del público. Así como los actores que han renunciado a los papeles debido a los escándalos, para proteger las películas de un fracaso. El creador puede ser llevado ante la justicia, pero debe respetarse su producto como un bien que le pertenece a la comunidad.



Sobre el autor

Andrés Camacho

Director General

Cofundador de la Revista Cara & Sello. Politólogo o al menos eso dice el cartón que cuelga en mi pared. Amigo de la literatura y la música. Columnista semanal: escritor desde de lo cotidiano y lo marginal.



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