Sociedad

Del ensueño a la pesadilla informática:
Parte 2

Tiempo estimado de lectura: 8 min

Revisando documentos para mi tesis de pregrado, enfocada en el autoritarismo digital chino y sus mecanismos de control, pude descubrir un fenómeno que me ha llamado mucho la atención: existe un cambio de percepción sobre el internet y las redes sociales entre el inicio del siglo y la década del 2010-2020; la cual se caracteriza por un optimismo generalizado de las redes a un pesimismo, marcado por la vigilancia y capitalización de los datos.

¿Cómo pasamos de hablar sobre la democratización del conocimiento, el fin de los medios masivos con su monopolio de la información e internet como herramienta de lucha contra los autoritarismos; a hablar de Fake News, sistemas de control social a través de Big Data, la regulación de los gigantes tecnológicos o la manipulación y vigilancia por medio de redes? La respuesta se presenta en eventos clave de la década pasada que, a mi parecer, son los causantes de este cambio de visión sobre el internet y las redes sociales.

Historia del desastre

Uno de ellos, y quizás el más importante, puede pensarse como las Redes Neuronales. Dicha tecnología trata sobre sistemas informáticos diseñados para aprender autónomamente, lo cual permitió desarrollar algoritmos más eficaces para aprender las particularidades y preferencias de los individuos.

De pronto, todas las compañías tecnológicas fundamentadas en la publicidad como negocio, dígase Alfabet o Facebook, integraron estos sistemas informáticos a su software. Los efectos de ello lo vivieron creadores de contenido e influencers, que vieron como algunos canales crecían y otros caían sin explicación aparente, junto con la obsolescencia de mecanismos como las suscripciones y las notificaciones para avisar a su público de las nuevas publicaciones. Dicho cambio condujo a contenidos más especializados, crisis psicológicas para muchos creadores y el cierre de canales en favor de nuevos, en un sistema que le dio una sensación de ruleta rusa para tener resultados.

Después del cambio muchos canales se vieron afectados, principalmente porque las normas base que pedía los anteriores algoritmos cambiaron a favor de otros que podían leer mejor al usuario. Eso generó un caos, donde algunos canales se dispararon y otros murieron a costa de procesos que ni ellos mismos entendían.

Sin embargo, el cambio no quedó ahí. La profesionalización del algoritmo en cada individuo tuvo efectos en la creación de burbujas artificiales de contenido, donde hoy en día cada persona es bombardeada únicamente con información de su interés. Así se refuerza sus creencias y se juega con sus sesgos mentales para volverse hostil a las demás posiciones o intereses existentes dentro de la comunidad informática.

El potencial de las redes sociales como mecanismo de influencia y manipulación no se pasó por alto, y sería aprovechado por las empresas para polarizar y crear crisis emocionales en pos de las interacciones en línea. Su punto clave fue el año 2016 con dos fenómenos políticos que marcaron la década: la elección del expresidente Trump y el Brexit.

Ambas campañas, que fueron contrarias a la posición imperante llevada por la globalización hasta el momento, resultaron fenómenos fuera de lugar para el mundo en medio de la apertura y el optimismo en las democracias occidentales. Posteriormente se descubrió uno de los detonantes de su éxito: el uso de algoritmos para la manipulación del electorado.

El escándalo de Cambridge Analytica y el uso de los datos por parte de Facebook en el caso, llevaron al CEO de esta compañía tecnológica, el afamado Mark Zuckerberg, ante el Congreso norteamericano a testificar sobre la filtración de datos, junto con su uso indebido y la amenaza que esto representaba para las democracias modernas.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho y las burbujas de realidad junto con el uso de Big Data para la manipulación política ha avivado los movimientos populistas a lo largo del mundo, como lo fue el caso de los nacionalismos europeos, el trumpismo o los populismos tanto de derecha como de izquierda en nuestra región.

Mecanismos de control digital

Junto a todo ello, descubrimos otro gran problema que nos persigue hasta hoy: el uso de las tecnologías digitales como mecanismos de control social, que ha derivado en muestras de nuevos autoritarismos digitales por parte de gobiernos y empresas. Los dictadores y regímenes autoritarios descubrieron cómo utilizar los nuevos desarrollos tecnológicos para reforzar la vigilancia, la represión y la promoción del régimen.

Las posiciones optimistas sobre la tecnología y su fuerza para democratizar a las dictaduras del siglo XXI se desinflaron con este nuevo escenario. China, segunda superpotencia de nuestro tiempo y la dictadura de mayor importancia, descubrió cómo usar estas tecnologías para el control social, las cuales no ha dudado en utilizar.

La Big Data como medio de vigilancia sobre los ciudadanos, más efectivo que la vigilancia por medio de la misma comunidad social, ha permitido detectar amenazas o disidencias dentro del régimen para eliminarlas quirúrgicamente, sin la necesidad de usar el terror de forma excesiva. Se ha podido detectar quién representa un riesgo antes siquiera de que este lo sea, estableciendo también lógicas de promoción institucional y censura para el alineamiento de la población.

La propaganda dentro de los regímenes autoritarios homogeniza a la población, dada a su vez junto a la capacidad de censura, el desarrollo de las Fake News y la sobreinformación. Se han establecido en el caso chino, un conjunto de normativas legales que han derivado en el control estatal de las empresas tecnológicas. No por medio de la posesión directa, sino de su control interno y legal.

Finalmente, la especialización de las tecnologías de vigilancia a través de desarrollos como las cámaras de seguridad, los satélites o el internet de las cosas han culminado, en el caso de la dictadura más importante de nuestro tiempo, en un sistema de puntuación ciudadana. Transacciones en línea, datos captados por las tecnologías en el hogar, monitoreo de los ciudadanos en las calles, entre muchas otras cosas; han construido un verdadero Estado omnipresente, con la capacidad de castigar o premiar los actos del ciudadano según su comportamiento y alineación al régimen.

Mismo proceso empieza a extenderse sobre el resto de Estados autoritarios como el caso ruso, donde algunos ciudadanos se guardan de mencionar o comentar sobre el “Zar Putin'', sea por la represión en el caso Navalny, el aumento de las cámaras de reconocimiento facial, la policía secreta o problemas con las nuevas oligarquías leales a Putin. Misma situación se da en el caso iraní y venezolano, con el uso de redes sociales para la promoción del régimen y el saboteo de las voces disidentes, junto con su detección y eliminación, han reforzado y mantenido a flote a sus gobernantes.

El lucro como fin

Sin embargo, las empresas tecnológicas no se han quedado atrás. En pos del lucro se les ha ordenado a los algoritmos de promover discursos de odio, Fake News que mantengan al usuario conectado -reforzando sus creencias personales-, problemas psicológicos, inseguridades producto de vidas idílicas, entre muchas otras cosas. Junto a ello, la censura de las empresas, ya sea ordenada por los mismos Estados o por iniciativa propia según sus intereses1, también se ha planteado como foco de discusión sobre el derecho de estas multinacionales a hacerlo.

Sus monopolios, producto no solo de la negligencia estatal, sino de las demandas del mercado -junto con la practicidad de ello-, han dado un poder y riqueza extrema a estas gigantes de la tecnología. En sus manos tienen el pilar base de nuestro siglo.

No todo ha sido malo

Por supuesto, no todo ha sido malo dentro de estos cambios. Los foros y la creación de nuevas comunidades, influencers y otros creadores que han desarrollado nuevas lógicas de riqueza, la aparición de la tecnología Blockchain, las maravillas audiovisuales de la industria creativa, la mejora de los sistemas de salud, la comunicación en tiempo real y otros muchos fenómenos que dan base a nuestro mundo, son motivo de celebración.

No hemos de olvidar como, de no ser por estas tecnologías, los estragos de la pandemia serían mucho peores de lo que han llegado a ser. La conexión a internet, el teletrabajo, el estudio por medio de plataformas o el seguimiento de los infectados por medio de Big Data, han mitigado las consecuencias nefastas de la primera crisis de esta nueva década.

Sin embargo, el control, la vigilancia y la destrucción de la esfera privada producto de la comercialización y uso de nuestros datos está servida. Hoy la visión pesimista sobre las redes sociales y el internet dominan en la población y la academia, teniendo obras como “Black Mirror” o el reciente libro titulado “El Capitalismo de Vigilancia”.

Tal vez la nueva década traiga consigo nuevas formas de negocio a través de las redes descentralizadas, el Blockchain o alguna otra innovación que busque mitigar o corregir estos fenómenos. Tal vez las demandas sociales y los grupos de interés, junto con los mismos gobiernos democráticos presionen para dar otro rumbo y llevarnos nuevamente a la época en la que celebramos internet, una época donde obras como la canción “Welcome to the Internet” no eran la representación dominante sobre las redes y la web.

  • 1. El caso de la censura de Facebook a las autoridades australianas es un ejemplo interesante.

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2022-03-03 por Santiago Ramírez Sáenz



Sobre el autor

Santiago Ramírez Sáenz

Escritor

Politólogo en formación, con aspiraciones a futuro en antropología, filosofía y economía, entre las que se puedan aparecer en el camino. Gran apasionado de la ciencia y la tecnología, eje central de mi trabajo académico y mi proyecto de vida. Bachatero y salsero, aunque no lo parezca. Gran fanático del sueño interestelar y nerdo de nacimiento.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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