Sociedad

La mentira de la meritocracia como movilidad social

Tiempo estimado de lectura: 2 min
2022-09-15 por Andrés Camacho

Los debates sobre la meritocracia se encuentran en un punto ciego: en Colombia, las dos terceras partes de la población menos educada, no alcanza una estabilidad laboral. A diferencia del siglo XX, la balanza de poder salarial es menos favorable para los trabajadores, se ha vuelto casi imposible proyectarse serenamente hacia el futuro sin un certificado escolar.

Raras son las fórmulas que resisten la prueba del tiempo. La izquierda tiene la noción de que existe una incapacidad del sistema escolar para luchar contra las desigualdades sociales y, cada vez más, la dificultad de ser contratados en grandes empresas. Para esta noción, se trata de reconocer la magnitud de cuestiones como la reproducción social.

Pero esta idea se asentó sobre un fondo de malentendidos. Si los debates recurrentes sobre la meritocracia, a menudo parecen distorsionados, es porque confunden dos fenómenos que en realidad son distintos. Al enfocarnos en la parte superior de la pirámide, dejamos su base en la sombra.

Es decir, la movilidad social, en realidad, se usa para designar el bajo número de niños de origen humilde que acceden a las escuelas secundarias y con los años, los puestos de poder, en lugar de evocar a que las dos terceras partes de la población menos educada, no alcanza una estabilidad laboral.

Esta confusión, combinada con una representación idealizada de la izquierda, alimentó el mito de la meritocrática. Antes, las universidades habrían premiado todos los talentos y esfuerzos sin distinción de origen o fortuna. Ahora la meritocracia se entiende en el entorno laboral, donde la movilidad social se determina por el ascenso profesional, en lugar del educativo.

Es típico escuchar la frase: con el cartón profesional, no basta para conseguir un buen empleo. La experiencia sumada con los estudios fundamenta el pilar importante en la adquisición de un empleo. No obstante, la gran mayoría de las posiciones valora la educación profesional como un pre requisito para ser seleccionado.

Con la idea de que nadie es reemplazable, las empresas contratan mano de obra aún más barata. Al tener un salario bajo, a pesar de las capacidades de los empleados en áreas negocios como los call center, la movilidad social se hace cada menos posible. Una mejor educación, por los méritos en los que se tome, fomenta una movilidad social para aquellos que no superan el nivel de pobreza.



Sobre el autor

Andrés Camacho

Director general

Cofundador de la Revista Cara & Sello. Politólogo o al menos eso dice el cartón que cuelga en mi pared. Amigo de la literatura y la música. Columnista semanal: escritor desde de lo cotidiano y lo marginal.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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