Es viernes y acabo de salir del museo nacional, me senté con unos amigos en los muros que quedan a las afueras del recinto, mientras beben y hablan del concepto de dasein de Heidegger no puede evitar hacerme la pregunta ¿Qué me sucede? Por unos instantes mi mirada se perdió y sin poder evitarlo tuve que cavilar sobre lo que hoy es mi vida, pues entiendo que todo lo que sucede me cambia y me transforman en otro. A mis interrogantes descubrí que estoy intentando hacer cosas que hacía en el pasado, creo que es un intento por recuperar algo que se quedó atrás y era importante para mí. Sin embargo, debo decir que lo estoy haciendo con otra sintonía, lo enfrentó de manera divergente, lo asumo desde otras connotaciones de vida. Pensaría yo que me veo forzado porque de no hacerlo me ahogaría en mis pensamientos actuales, para ser sincero ya había olvidado lo que se producía cuando se pierde el sentido y la certeza que a veces nos brindan las personas que más queremos y un día sin más nada se van, comprendiendo que no regresarán.

Entonces algo así es lo que me pasa, debo comenzar de nuevo y no sé dónde se quedó el camino que marca el inicio, tengo que continuar mi rutina y perdí las especificaciones del rumbo, debo llegar a algún lado y yo siento que es un poco ilógico tratar de construir de nuevo un mundo, unos dogmas, tal vez unos sueños que concuerden con mi edad, reflexiono acerca de fugarme, pero el sistema me atrapa, quiero correr, pero las piernas no me responden, deseo creer en algo, pero hay una fuerza inmanente que me aleja de todo aquello que podría salvarme. Y día a día pasan cientos de personas por estas calles del centro de Bogotá, pero ante los ojos de quién le falta el aire están vacías, desoladas, arruinadas. No me interesa llenar mis expectativas con figuras, formas o estructuras que se pueden encontrar en algunas esquinas, algunos bares o quizás unas cafeterías; prefiero, aunque me duela, tratar de sanar las heridas que se llevan dentro con mi escritura y mi fuerza, aunque sé que quizás sea una salida temporal, pues si no me equivoco, supongo que no podré superar esto que me tiene en un limbo, en un estado de intemperie.

Justo en este momento estoy fundido, las voces de mis amigos se hacen pesadas, los párpados se clausuran con cada nueva idea que escucho o que llega a mi cabeza, el tiempo transcurre y esta noche nos está abrazando cada vez más fuerte, de no irnos de aquí tendremos que quedarnos, simplemente arrojados en estas escalinatas como jóvenes adolescentes que no le temen a la inseguridad. Pero eso es lo que menos me preocupa, lo que me parece ambiguo es que no sé qué será de mí en las próximas horas, días, meses o incluso años. Lo más probable es que regresaré a casa, pero las tardes se irán, comenzará la noche, el reloj marcará las 12:00 e iniciará la madrugada, sonará la alarma y la rutina se repetirá. Esta cuestión, ya sea hoy, mañana o cualquier día, pasará por mi mente de nuevo, se reposará, me recorrerá el cuerpo, me dominara, y comprendo que no podré hacer nada, soy débil. Solo me queda intentar asumir que lo que un día viví ahora son solo recuerdos, de no hacerlo estaré condenado a seguir recorriendo algunas calles, sintiéndome solo, vacío, sin resistencia y tal vez con algunas perturbaciones por no comprender que solo fui una persona más que recorrió algunos caminos, contigo, sin más nada, sin poder explicar de mejor manera todo el panorama de mi vida, eso, creo que eso, es lo que me sucede.