Política

Censura política en Twitter: Las mesas separadas de la opinión

Tiempo estimado de lectura: 4 min
2022-04-26 por Santiago Díaz

Fuente de imagen: elmundo.es

Twitter, la red social del intercambio de opinión puro y duro, donde cada día se publican millones de tweets llenos de divagaciones y sobre todo mucho hate, condicionados por un límite de caracteres que dificulta en gran medida la argumentación y la reflexión y, por ende, florecen los sensacionalismos y el impacto inmediato. Bajo este panorama, no resulta gratuito que mucha gente considere a Twitter como la selva de internet.

Si nos fijamos, la primera red social que cierran los famosos cuando se sienten abrumados por tanto hate o cancelación, es Twitter. Pero no solo de hostilidad está viciada la red social del pajarito, también resulta ser un barril sin fondo de desinformación, sesgos y fake news. Apalancados en la era del bombardeo de información, millones de noticias falsas logran filtrarse en esta gran maquinaria con el objetivo de fomentar una opinión concreta sobre algún aspecto de la vida que se quiera cambiar o perpetuar.

La política es uno de los ámbitos más sensibles ante esta oleada de opiniones sin fundamento aparente en redes sociales. El hecho de que cualquier vecino pueda expresar su opinión y esta puede tener un efecto en cualquier lugar del mundo, resulta cuanto menos, delicado. Mucha gente afirma o desmiente desde la ignorancia, otros pueden tener la verdad, pero la deforman precisamente para promover esa misma ignorancia. De hecho, se ha comprobado que las noticias falsas se propagan más rápido que las noticias verdaderas.

Otro factor condicionante en el flujo y funcionamiento de las redes sociales es la figura del influencer. Y por influencer no solo me refiero a chicas que promocionan maquillaje por Instagram o gente que hace retos en YouTube. Como de su propia etimología se entiende, los influencers son todas aquellas figuras públicas capaces de liderar opinión y con el poder de que con tan solo emitir unas palabras ya puede impulsar o motivar las acciones de sus seguidores o suscriptores.

Uno de los ejemplos de influencers con mayor relevancia (y más nefastos, por cierto) es el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Máximo exponente del populismo, el empresario siempre ha sabido manipular las emociones y las frustraciones de un sector mayoritario de su país que se destaca por su insatisfacción. De esta manera, Trump siempre ha sabido cómo amoldar su discurso político para manejar las corrientes de pensamiento de los más insensatos.

No es algo exclusivo de Trump, pues todos los políticos, independientemente del partido o sus ideales, hace uso de la retórica para maquillar la realidad y siempre salir victorioso de cualquier situación. Sin embargo, se empiezan a cruzar los límites cuando estos discursos aparte de engañar también incitan al odio y a la violencia.

El debate podría ahora girar en torno a quién marca esos límites. ¿Existe ese alguien incorruptible que sepa trazar esa delgada línea entre lo que es inofensivo y lo que no? Si bien nadie tiene esa autoridad moral, legalmente si se puede tener y en este caso la tiene Twitter como empresa y esto se llama censura, para bien o para mal.

El caso más sonado por supuesto es el de Trump con el episodio de sus tweets que incitaron la toma del Capitolio a base de violencia y brutalidad. Desde entonces, Trump perdió el derecho a tener una cuenta verificada en la red social debido a infracciones en la plataforma. Muchos consideran que se debe defender la libertad de expresión ante todo, sin importar las consecuencias. Otros abogan por la libertad de empresa, y en este caso, Twitter tiene toda la potestad para hacer o deshacer en una plataforma que, aunque inclusiva, es propiedad privada de una persona.

La discusión está ahí. ¿Transparencia absoluta? En mi opinión, es legítimo coartar este tipo de libertades cuando hay riesgo inminente y real de violencia, catástrofes o tragedias. No obstante, una cabeza pensante debe tomar estas decisiones y ahí es cuando el panorama se pone turbio. Tantos años de sociedad nos han enseñado que el ser humano es altamente corruptible y, por ende, nadie merece gozar de una confianza general y absoluta. Ahora será Elon Musk quien a base de chequera haya conseguido el poder de intervenir o no en lo que se convirtió en uno de los medios de comunicación más importantes de la última década. ¿Habrá más anarquía ahora en este “viejo oeste” digital? ¿Moverá los hilos de acuerdo a los intereses comerciales de sus otras empresas? El tiempo lo dirá.



Sobre el autor

Santiago Díaz

Director del Área Editorial

Bogotano, 1994. Profesional en Negocios Internacionales. He vivido en Barcelona y San Petersburgo. Me apasiona la sociología, la historia, la economía, la cultura y el arte. Me gusta analizar lo que sucede a mi alrededor. Escribo cosas.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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