La pandemia, producto del COVID-19, ha tenido un efecto en todos los ámbitos políticos, sociales, económicos e incluso, culturales, en países de todas las latitudes. A principios de septiembre, el COVID-19 había infectado a más de 30 millones de personas y había producido la muerte de más de 950 mil. Posibles recesiones, contracciones en el PIB de los Estados, una monopolización de la agenda pública del virus, entre otros de los efectos que ha producido la “nueva realidad” a la que nos enfrentamos. En este texto busco analizar la relación que ha tenido la pandemia con el fenómeno del crimen organizado, cuáles han sido sus efectos en las economías criminales, cómo estas se han visto afectadas y han replanteado sus acciones y estrategias.
Las cuarentenas decretadas en la mayoría de los países ha hecho explícito e, incluso, acentuado múltiples problemas en las sociedades como la violencia contra las mujeres, la desigualdad, los endebles sistemas de salud, entre otros. El crimen organizado, como fenómeno político y económico, que reproduce otro tanto de problemas públicos, no ha sido la excepción.
Impactos iniciales y ventanas de oportunidad:
En la gran mayoría de los países, el impacto inicial de las medidas de cuarentena, en materia criminal, fue una reducción drástica en casi todos los delitos. Por ejemplo, en Italia, en el mes de marzo, hubo una reducción en los crímenes reportados en un 64%. Cuando los contagiados y la cifra de muertos en el mes de marzo empezaron a aumentar hubo una disminución del 20% en las actividades criminales en Reino Unido, Alemania y Francia. Para marzo, en Guatemala y El Salvador se redujeron entre un 10 y un 17 por ciento las denuncias por extorsión, comparado con el mismo mes del año pasado. En Honduras fue de un 80%.
El segundo impacto de la pandemia fue una suerte de pánico que irrumpió la normalidad de los negocios que cuentan con lógicas y desarrollos altamente organizados, lo que representó un escenario de inestabilidad y, por ende, una disminución en la producción de bienes y servicios ilegales.
En Afganistán las cosechas de opio (para la producción de heroína), la importación de precursores químicos en Perú, la gasolina (elemento indispensable en el procesamiento de cocaína), debido al aumento en los controles de la frontera con Venezuela, sufrió una disminución en su tráfico ilegal hacia Colombia, así como las plantas farmacéuticas en China (que fabrican precursores que son usados en la producción de metanfetaminas) tuvieron una afectación significativa.
Las consecuencias de la cuarentena, en un primer momento, produjeron varios efectos: (i) frenó o disminuyó la producción de cultivo y pasta de coca, (ii) las restricciones de movilidad trajeron consigo un cierre de rutas de tránsito, así como puntos de exportación que dificulta el envío y acopio de sustancias ilícitas y (iii) un aumento en el riesgo para los vendedores de drogas en la calle debido a la concentración de la fuerza pública en el cumplimiento de los toques de queda.
Ventanas de oportunidad:
Las medidas de cierre de fronteras y confinamientos obligatorios han afectado a las redes criminales, pero existe evidencia de la adaptación de los grupos transnacionales criminales, tanto en los negocios tradicionales, como en el fortalecimiento de otros de menor relevancia en el pasado, aprovechando la coyuntura actual.
Desde principios de mayo, mandatarios como Jair Bolsonaro, Donald Trump o Nayib Bukele, en múltiples alocuciones, promovieron la hidroxicloroquina como una droga eficaz en la lucha contra el coronavirus. Aunque no hay estudios contundentes sobre la efectividad del medicamento, después de los anuncios de Bolsonaro en Brasil, se inició un tráfico de la droga para ser comercializada de manera ilegal. Interpol, en un informe de marzo, señaló como el contrabando de la hidroxicloroquina aumentó en un 100% en todo el mundo. Lo que evidencia cómo el crimen organizado explota los anuncios de los gobiernos y la desesperación de las poblaciones producto de la zozobra actual.