Política

Las nuevas guerras culturales de derecha e izquierda

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Escuchando el podcast de María Jimena Duzán sobre el auge de las derechas en el mundo occidental, sus postulados desarrollados con el invitado de turno me hicieron pensar en un fenómeno que alguna vez escuché en los tantos videos divulgativos de YouTube: las nuevas guerras o enfrentamientos entre derechas e izquierdas en el siglo XXI no se da entre clases sociales, sino en una lucha por la cultura.

Parece ser que, dada la hegemonía total del modelo laissez faire -con sus diferentes vertientes socialdemócratas, ordoliberales, neoliberales o corporativistas (algo muy marcado en el caso chino), el debate público sobre la izquierda y la derecha gravita ya en torno a lo que alguna vez hace casi 90 años un marxista italiano de apellido Gramsci llamó hegemonía cultural. Hoy, un siglo después, parece ser que este personaje tiene más relevancia que el propio Marx para el siglo XXI.

Hoy, tanto izquierda como derecha pueden (y llegan a hacerlo) defender intervenciones de carácter keynesianas o socialdemócratas. Ambos bandos, según los contextos dados, pueden criticar las medidas neoliberales y sus consecuencias. En algunos casos, son los mismos sectores asociados a la izquierda, como los demócratas estadounidenses, los más liberales en términos económicos que sus homólogos derechistas.

Y es que las dinámicas de un mundo capitalista ya son totales y condicionan las capacidades de las propuestas políticas. Ya ningún espectro político serio piensa o propone el fin del modelo de libre mercado. Realismo capitalista le llaman.

Pero volvamos al punto principal: la cultura. Al final del debate sobre el modelo económico y la globalización, le han seguido los valores culturales. Es interesante ver como uno de los referentes teóricos de las nuevas derechas es un Antonio Gramsci y su concepto de hegemonía cultural.

La lucha por lo políticamente correcto y los valores sociales es hoy día el campo de foco de ambos bandos. Por el lado de las izquierdas, se trata de las políticas de fronteras abiertas, los derechos de las mujeres sobre sus propios cuerpos o la inclusión de minorías históricamente excluidas. En el bando opuesto, vemos lógicas anti inmigración y nacionalistas, la defensa de la vida en el útero o lo que ellos han llamado “representación forzada” de los grupos marginados en representaciones de la cultura popular.

Me es llamativo dado que algunos puede que no hayan caído aún en la discusión. Pienso en personas que no entienden como demócratas estadounidenses pueden apoyar políticas que a sus ojos son neoliberales, mientras defienden minorías étnicas o grupos LGTBI+; o como Pedro Catillo, presidente del Perú, puede ser un político en contra del libre mercado mientras muestra abiertamente posturas misóginas, racistas y homofóbicas.

A mí particularmente me hace gracia que personas tengan este tipo de confusiones. Como si ser comunista o anarquista automáticamente te librara del racismo o la homofobia, o que los que estamos a favor del libre mercado automáticamente nos volviéramos católicos nacionalistas. La verdad es que, en la realidad, lo que pienses sobre el modelo económico no condiciona lo que ves moral en la sociedad.

El asunto aquí es que discusiones sobre cosas como la sirenita negra, que pueden parecer aburridas y poco importantes (a mí me sigue sin importar ese tema en particular); parecen tener un trasfondo más profundo en el que se encuentran cosas como la legalización del aborto y el retroceso en el caso norteamericano, la llegada de la ultraderecha en Italia o el fenómeno Cabalista aquí en Colombia1.

El tema de la representación “forzada” va más allá de una simple capitalización de las minorías y sus símbolos -como si esto fuera un problema en sí mismo-. La globalización y el internet han puesto en el centro de las discusiones públicas, la cultura, al globalizar ideas, valores, y fenómenos como las fake news o las teorías de conspiración.

Es hora de poner atención. La lucha por la cultura se impone sobre la lucha económica, donde la segunda es una discusión del siglo pasado.

  • 1. Recordemos que María Fernanda Cabal fue la segunda votación más grande al Congreso, solo por detrás de Miguel Uribe.


Sobre el autor

Santiago Ramírez Sáenz

Escritor

Politólogo en formación, con aspiraciones a futuro en antropología, filosofía y economía, entre las que se puedan aparecer en el camino. Gran apasionado de la ciencia y la tecnología, eje central de mi trabajo académico y mi proyecto de vida. Bachatero y salsero, aunque no lo parezca. Gran fanático del sueño interestelar y nerdo de nacimiento.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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