Sociedad

Colombia: un estado laico fallido

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Colombia se declara como estado laico hace apenas 30 años, en la Constitución de 1991. La maduración frente a la separación de estos dos poderes ha sido lenta, pues es relativamente nueva y promete no mejorar, principalmente cuando los discursos político-religiosos son generadores de ingresos y prometedores de poder.
La aplicación de las ideologías y pensamientos religiosos sobre las decisiones colectivas, como las leyes, generan un daño enorme, que se centra en los beneficios e intereses de ciertos sectores de la población, discriminando y eliminando a varios grupos que necesitan el apoyo de la ley y el estado para poder acceder a ciertos derechos que les son negados, a los que la población beneficiada por la moral y la religión sí tienen acceso.

Un ejemplo visible y reconocido es el del ex procurador y embajador de la OEA, Alejandro Ordoñez, quien a través de sus discursos con tintes fanáticos-religiosos, ha conquistado un sector importante de la sociedad, quienes al parecer no cuentan con un criterio propio, sino que se guían por la obligación moral de hacer lo que “Dios mande”, que es lo que esconde el discurso político de Ordoñez.

Lo perverso no es creer o dejar de creer en una religión, sea cual sea. Realmente lo que está mal es darle el poder a un grupo de personas que sólo utilizan estos discursos como catapultas para llegar a los altos mandos a hacer todo lo contrario a lo que la misma religión dicta.

Otro caso, es el del ex juez y magistrado Carlos Bernal Pulido, quien en varias de sus sentencias como juez, ha impuesto la religión, dejando la imparcialidad de lado y decidiendo bajo sus creencias religiosas, que han discriminado a niñas, mujeres e incluso personas trans.

Nacimos y crecimos en un estado religioso, en el que a nuestros padres se les obligaba a creer, ir a misa y saberse cuánta oración existiera...

La religión y la moral son creencias e ideas que en muchos casos se quedan como no propias. Es decir, nacimos y crecimos en un estado religioso, en el que a nuestros padres se les obligaba a creer, ir a misa y saberse cuánta oración existiera, pero en pocas ocasiones se les daba la opción de abrirse a un debate crítico, en donde tuvieran la opción de elegir sus creencias. Este, es hecho que viene de generación en generación, que no comenzó hace 40 años, y que tampoco terminará pronto.

Por otro lado, existen las morales, que pueden no tener un tinte religioso, pero que de igual manera se convierten en ideas que esclavizan a sus creyentes. Si se cree en una de estas ideas, se es condenado a seguirla sin derecho al error, y adicionalmente incita a que las personas con un pensamiento o perspectiva sea perseguida, ridiculizada y discriminada. Los “valores” que se inculcan en los hogares pueden ser un ejemplar, creencias como “las esposas deben servir a sus esposos y ellos mantener los hogares”. Creencias que limitan a juntas partes a acciones concretas, sin derecho a la duda o al cambio.

Tener una creencia religiosa y unas bases morales no es malo, no es criticable, no es motivo de interés colectivo, sólo personal. Lo malo es imponer esas ideas para todo el mundo. El extremismo tiene grandes afectaciones sociales por las ideas que condenan todo lo que a estas personas no les parece. Estas ideas tan personales, deben quedarse ahí, en lo meramente personal y dejar de afectar en decisiones importantes para sociedades enteras.

Pero, ¿cuál es el punto de hablar y criticar este tipo de fanatismos e ideas impuestas?

Una de las consecuencias es el debate sobre el aborto, que ha sido tendencia en Argentina por su legalización, aunque en realidad en lo que me quiero enfocar es en Colombia.

Los debates sobre el aborto siempre tienen como ponentes pro-vida a religiosos fanáticos, como el doctor Juan Camilo Ramirez, abogado católico, que centran todas sus objeciones, opiniones y discuros basados en argumentos religiosos y morales, razones suficientes para negarle esa acción a una mujer, bajo cualquier circunstancia, incluso sobre las causales actualmente legales. En el Congreso, la bancada “pro-vida”, aunque tiene un uso de argumentos basados en lo “científico” y en la “solución de problemáticas sociales”, realmente lo que hacen es decorar sus pensamientos religiosos y morales.

Discursos como el de la representante a la Cámara (CD) Margarita Restrepo lo que hacen es desinformar y aterrorizar a una audiencia ignorante, ya que afirma que el aborto se convertirá en un “método anticonceptivo”, que lo importante y más lindo que le puede pasar a una mujer es “ser madre” y que la vida es sagrada ante los ojos de Dios.

Estos discursos no le aportan a las decisiones que requieren un estudio social profundo, ni a la mejora de la situación actual, precisamente porque no existe un estudio previo, basado en hechos y en datos reales.

Existe la diversidad de género, sexualidad, religión, creencias...

Estas imposiciones no sólo afectan al tema del aborto. El que sea o no aprobado en algún momento (como está actualmente), debe ser meramente basado en el pro de la sociedad y mayormente de las mujeres y niñas. También afecta a minorías como la comunidad LGBTQ, a las mayorías como las personas de escasos recursos y vulnerabilidad, o a cualquier persona que exija una equidad en temas tan silenciados religiosamente, como la igualdad de género y la educación sexual, entre otros.

Como lo menciono anteriormente, tener una creencia, una fe, unas bases e ideas morales no es algo malo y es un tema personal, ni mucho menos, cuando éstas están bien fundamentadas y elegidas como opción personal consciente; realmente lo que no acepto es que las decisiones que involucran a otras personas con pensamientos diferentes sean afectadas o dictadas por los principios y creencias de los fanáticos religiosos y morales.

Hay algo que se debe empezar a aceptar y respetar, y es que existe la diversidad de género, sexualidad, religión, creencias, teorías, clases económicas, ideologías, entre otras cosas. Cuando seamos más conscientes de ello, podremos tener un progreso, que puede ser pequeño o grande, pero que al menos nos dará un pensamiento más crítico y no aceptar que personas como Ordoñez y Bernal Pulido sigan en el poder gobernando bajo el antiguo testamento.



Sobre la autora

Lorena Avellaneda

Escritora

Estudiante de comunicación social y periodismo. Columnista de la revista Cara & Sello; oriento la atención de mis textos hacia problemáticas sociales. Feminista en búsqueda de un consenso social.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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