Sociedad

El negocio de la felicidad

Tiempo estimado de lectura: 5 min
2020-12-17 por Santiago Díaz

Foto: Isabel Sánchez

“Cuando tengas una pila de facturas que no tienes ni idea de cómo vas a pagar, no te enfoques en esas facturas, porque lo único que conseguirás es atraer más. Tienes que encontrar una solución enfocándote en la prosperidad, a pesar de las facturas que te rodean. Debes encontrar la manera de sentirte bien, para poder atraer lo bueno”

- Rhonda Byrne, El Secreto (2006)


¿Qué es la felicidad? Pregunta para dejarlos callados a todos. Y es que si no se puede ni definir, mucho más complejo resultaría hallar esa fórmula que le permita al ser humano gozar de una plenitud constante e imperturbable. Sin embargo, ha surgido una industria que se empeña en vender el secreto de la felicidad en forma de libros, seminarios, conferencias… Simplificando el mundo a su más mínima expresión a punta de mensajes motivadores y prepotentes, reduciendo los problemas a una simple falta de actitud positiva con la que encarar la vida.

Hoy toca hablar de los libros de autoayuda y todos estos pseudolíderes que viajan alrededor del mundo vendiendo la idea de que somos especiales y el éxito está al alcance de nuestra mano. Desde luego, éste negocio no surge del abismo, todo el mundo podría dar fe de que vivimos en una sociedad cada vez más acelerada, competitiva, excluyente y desigual, donde gran parte de la población llegada a una edad adulta experimentará la amargura de la infelicidad y la frustración, pues eventualmente verán las expectativas incumplidas de un proyecto de vida inflado por esta sociedad de consumo. Es aquí donde nace una demanda creciente de guías y manuales para lograr el éxito fácil y al instante, o por lo menos, para poder sobrellevar la vida.

No es que la propia idea de una literatura del desarrollo personal sea dañina por sí misma, lo que resulta perjudicial radica en la cantidad de mensajes idílicos y fantasiosos que entran en el imaginario de la gente, llevándola a pensar que la vida se rige por unas reglas demasiado básicas y muy ligadas a los sentimientos. Un ejemplo de esto es la “Ley de la atracción”, punto de partida de innumerables libros de autoayuda, que predica la creencia de que los objetivos y metas en la vida se logran a partir de pensarlo y desearlo intensamente. Esta pseudociencia afirma que el universo conspira a nuestro favor y nos otorgará lo que tanto queremos si en serio lo deseamos mucho, dejando a un lado la disciplina, el trabajo duro y la persistencia. Estos mensajes atacan directamente las debilidades de aquellas personas que lo están pasando mal, diciéndoles lo que quieren oír mas no lo que necesitan oír, haciéndoles creer que con solo el poder de sus pensamientos pueden modificar el mundo físico.

Otro tema controversial es el “Pensamiento positivo”, que funciona como una antítesis de la “Ley de Murphy”, pues si en un principio todo lo que puede salir mal, saldrá mal, el asunto cambia cuando se mantiene una actitud positiva en todo momento. Bajo esta premisa, se desencadenará una serie de eventos afortunados y favorables, pues alguien descubrió un día que las personas atraemos lo que pensamos. Solo es cuestión de encarar la vida con una alegre disposición y si no funciona, la explicación es sencilla: no te estás esforzando lo suficiente, no eres lo suficientemente positivo. Esta doctrina es a prueba de reclamos, pues de mostrarse poco efectiva, la culpa siempre recaerá en el cliente/paciente. Ni hablar de sentir algo parecido a la frustración al ver que no se logran los objetivos, pues se entrará así en una paradoja enfermiza.

Lo cierto es que esta industria se esfuerza por crear un mundo de fantasía, promoviendo valores tan loables como ingenuos. Se sabe que los consumidores buscan un escape (a la vez que una solución) a todas las adversidades que trae consigo el día a día. Sin embargo y aunque suene raro, no se debe huir del miedo, la frustración o la tristeza. Todos los sentimientos negativos y las malas rachas forman parte de la vida y nos ayudan a crear perspectiva a la hora de valorar los buenos momentos.

Bajo los preceptos de la autoayuda contemporánea, se le hace creer al individuo que su existencia no es arbitraria, que está en el mundo para un propósito y que puede lograr todo lo que se proponga. Todos son mensajes muy bonitos y motivadores, tan bellos que resultaría impopular contradecirlos, pero es necesario ir por la vida siendo realistas. Conocer nuestros propios límites y asumir que no podemos controlar todo lo que sucede en nuestro entorno es la mejor manera para sobrellevar una vida que, inevitablemente, constará de altibajos. Nuestra resistencia a la frustración y la gestión de la incertidumbre serán las que determinarán si nos quedamos en el camino o logramos superar los obstáculos que nos propone la vida. El lector lo puede ver de esta forma, ¿Cuántos de los niños que querían ser astronautas llegaron a serlo? No todos llegaremos a ser estrellas de rock, deportistas de élite o habremos recibido algún premio en nuestro gremio. Es necesario ajustar nuestras expectativas a medida que vamos creciendo, pues la felicidad no reposa en la abundancia, la fama o el prestigio.

Otro de los factores clave que han impulsado la popularidad del discurso motivacional como industria, ha sido la figura del líder. Aquí el mensaje es tan importante como la persona que lo transmite. De esta manera han emergido los verdaderos influencers (no los de redes sociales), los que en serio tienen la capacidad de incidir en la conciencia y voluntad de sus seguidores; al fin y al cabo, toda esta retahíla de frases hechas y lemas enlatados debe estar personificada en una figura que deambula entre los conceptos de coach y líder sectario. Para los usuarios de la superación personal y la autoayuda, les resulta más fácil volcar todas sus responsabilidades y ambiciones en un guía o líder que les dirá siempre qué hacer y qué sentir, replicando la sucesión de mantras sin cuestionamiento alguno. Se recarga el plan de acción sobre una figura de autoridad que dictará el paso a seguir para llegar al éxito y la felicidad.

Triunfa el discurso reduccionista que profesan estos oradores o gurús, aquel que hace creer que todas las respuestas están en nuestro interior...

No obstante, este escrito no tiene como objeto atacar ni satanizar aquellos mecanismos de apoyo para esa gente que está pasando por un mal momento. El espectro del mundo de la autoayuda es inmenso y se pueden encontrar desde obras serias con sustento científico hasta panfletos llenos de tópicos. Desafortunadamente, el grueso de las ganancias de esta industria proviene de aquellas corrientes que tienden hacia la exaltación del individuo como centro del universo. De esta manera triunfa el discurso reduccionista que profesan estos oradores o gurús, aquel que hace creer que todas las respuestas están en nuestro interior, encontrar el camino al éxito es solo cuestión de actitud y depende completamente de nosotros. Falso a más no poder. Las crisis económicas, la inseguridad, la violencia o la muerte de un ser querido son razones de peso para estar decaído y no dependen de que hagamos click en nuestra mente para dejar esos problemas atrás. Son situaciones y momentos que tenemos que procesar, duelos que tenemos que luchar.

La felicidad no es un estado constante, sino que se presenta mediante pequeños destellos en la cotidianidad de las personas. Forzar una sonrisa y promover el autoengaño de una alegría artificial solo aumentará la decepción ante la eventual ausencia de resultados tangibles. Está bien aceptar cualquier sentimiento mientras sea genuino, hay momentos para todo. Encarar el día con buena disposición resulta altamente aconsejable, pero no por ello el mundo dejará de ser injusto. Por ejemplo, un método alternativo para afrontar la vida es el pesimismo defensivo, el típico “no esperar nada de nadie”, siempre pensar lo peor, prepararse para el fracaso y de esta manera, perder capacidad de decepción.

El éxito tampoco es una condición uniforme para todas las personas. Bien es cierto que todos estamos familiarizados con el ideal de éxito instaurado en occidente marcado por la opulencia, la abundancia y el derroche. Mansiones, automóviles, piscinas, lujuria, poder y riqueza. Claro está que ninguno de estos elementos significarían lo mismo si no se entera todo el mundo de este status. Lo cierto es que el éxito es subjetivo, la realización personal puede presentarse de muchas formas. Viajar, formar una familia, apoyar causas altruistas… No es necesario vivir en Beverly Hills o tomarse una selfie al frente de la Torre Eiffel para considerarse un triunfador. No existe un manual, libro o guía que provea fórmulas sencillas o pasos a seguir para alcanzar el éxito. Es preferible enfrentar la vida desde el empirismo puro o buscar ayuda de profesionales especializados en salud mental (lo cual tampoco ofrece garantías).



Sobre el autor

Santiago Díaz

Director del Área Editorial

Bogotano, 1994. Profesional en Negocios Internacionales. He vivido en Barcelona y San Petersburgo. Me apasiona la sociología, la historia, la economía, la cultura y el arte. Me gusta analizar lo que sucede a mi alrededor. Escribo cosas.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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