Sociedad

Elige la vida, no hay alternativa

Tiempo estimado de lectura: 8 min
2022-06-23 por Santiago Díaz

Trainspotting es una película que siempre vale la pena rescatar debido a su vigencia contextual e ideológica. Estrenada en 1996, este largometraje dirigido por Danny Boyle parte de la novela homónima de Irvine Welsh. En ella se retrata la vida de un grupo de jóvenes adultos que deambulan por las calles de su natal Edimburgo sin saber muy bien qué hacer con sus vidas. Se enfrentan a una sociedad que los rechaza y que ellos rechazan al negarse a participar en un juego que consideran banal y sin sentido.

La película comienza con una persecución policial hacia Mark Renton, el protagonista acompañado de su siempre fiel amigo Spud. Durante una enésima ocasión en que el grupo de amigos se ve en la necesidad de delinquir para seguir sosteniendo su consumo de heroína, nuestro protagonista nos regala con una voz en off su particular visión de por qué sucede lo que sucede y por qué no se plantea un encarrilamiento en la vida de estos jóvenes outsiders.

«Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?»

En su discurso, Mark nos da un brochazo sobre su cínica concepción de la realidad y como esta va motivando (o desmotivando) las acciones de los personajes con el transcurrir del film. Mark se mofa del estilo de vida típico occidental que se impone predeterminadamente. Para ellos no tiene sentido, lo ven vacío. Lo que sí logran captar es lo que hay detrás de la máscara social de todas aquellas personas que ven por la calle, sumidas en el ajetreo de la gran ciudad, estresadas por deudas y compromisos que los mantienen ocupados para no pensar en la esencia de las cosas. Mark no ve felicidad ahí y no quiere entrar en el juego, ¿La alternativa? La heroína, que en absoluto resulta ser mejor, pero al menos logra abstraerse de este circo. No por nada, el título de la película alude a la actividad de sentarse en algún lugar a ver trenes pasar, simplemente eso. Lo cual implica que también dispone del tiempo para ver junto a los trenes, su vida pasar.

Este grupo de nihilistas escoceses logran ver las grietas de este sistema prefabricado que Noah Yuval Harari define como una ficción en su libro “Sapiens”. ¿Qué es el dinero? ¿Qué son las empresas? ¿Los seguros a todo riesgo? ¿Hipotecas a interés fijo? ¿La democracia? ¿En qué lugar de la naturaleza crecen todos estos?

Pues resulta que todos estos contratos sociales son creados por los humanos para establecer reglas y delimitar la realidad y de esta manera poderla asimilar y otorgarle un sentido. A partir de ahí llegamos a una construcción de la verdad que aceptamos desde fases tempranas de nuestra crianza. Una construcción que se le ven las grietas, pues las condiciones materiales que vienen dadas a priori repercuten en gran medida al desarrollo de la vida y las oportunidades.

A estas conclusiones llegaron los protagonistas en una decadente Edimburgo que los excluye por ser unos ninis, unos seres improductivos sin rumbo alguno que se entregan a la adicción como cobarde escapatoria. Pero el interesante twist que deriva de esta dinámica de roles radica en que, en la otra orilla, aquellos sujetos tan responsables como ocupados que miran por encima del hombro también cargan de manera inconsciente otras adicciones que solo se diferencian en que están bien vistas socialmente, y los heroinómanos lo saben.

La adicción hacia el consumismo, adicción a cumplir las expectativas de los demás, reality shows, pintar las paredes de la casa, incluso la adicción a estar ocupado para no pensar en el vacío (y eso que la película se sitúa en una época pre-redes sociales). Todas estas son conductas repetidas que, unas más lentas que otras, nos terminan consumiendo por dentro y drenando la energía.

Salta a la vista que este texto no pretende reseñar la película como obra cinematográfica per se, de hecho, solo me ha bastado con la primera escena para esbozar esta reflexión ante el lector. No obstante, esta perspectiva indiferente a la vida no se mantiene a lo largo de la película, ya que el regular lifestyle termina subordinando los intentos de aquellos rebeldes que querían mantenerse al margen de esa rueda esquizofrénica que les impone metas, objetivos y patrones de consumo.

La película nos muestra a los protagonistas en su vida cotidiana que dista mucho de la que un padre anhelaría para sus hijos. Consumir heroína, tomar cerveza y robar para seguir manteniendo el consumo, todo esto en medio de largas jornadas de vagabundeo en las que sentarse un rato a ver trenes pasar no resulta tan mala idea. Sin embargo, eventualmente se precipitan los acontecimientos y se comienzan a producir muertes en el grupo como consecuencia indirecta de la heroína. Es aquí cuando Mark cambia el chip y se marcha a Londres a rehacer su vida.

Mark sabía que su refugio en el vicio no era sostenible a largo plazo y ante la creciente amenaza del VIH, se da cuenta de que había llegado el momento de tomar decisiones. Una vez superada la abstinencia física que supone el consumo de una droga tan agresiva, solo quedaba reintegrarse en la sociedad para convertirse en una de las piezas dentro del engranaje que permite que la rueda gire. Mark lo acepta, entre resignado y aliviado por dejar de ir contra corriente, sucumbirá a las dinámicas mundanas y artificiales de la sociedad, pero en compensación, recibirá la estabilidad que un empleo promedio puede conseguir y, de este modo, dejar de vivir al borde del abismo y así, asegurarse una esperanza de vida más longeva que le dé la oportunidad de conocer a alguien que llene ese vacío que el mundo le provoca.

Mark, abrazando una lógica determinista, es consciente que se adentra a un sistema en el cual muchas de las preocupaciones en el fondo resultan intrascendentes, pero quizá sea parte intrínseca de nuestra condición humana. Si no hay problemas, nosotros los creamos, nuestra mente debe crear una narrativa con altibajos que nos aleje de la uniformidad y nos permita distinguir entre los buenos y los malos momentos. Al final terminamos siendo el único animal que paga para vivir en el planeta, en una cárcel imaginaria llena de preconcepciones que en realidad no existen, pero que nos ayudan a organizarnos en sociedad y mantenernos ocupados. El orden que organiza nuestra vida está únicamente en nuestra imaginación, no es palpable en el mundo terrenal, pero es inevitable construirnos un relato con los materiales que el mundo nos da.

“No hay manera de salir del orden imaginado. Cuando echamos abajo los muros de nuestra prisión y corremos hacia la libertad, en realidad corremos hacia el patio de recreo más espacioso de una prisión mayor…”

-Harari, Yuval Noah

Finalmente, Mark decide dejar su pasado atrás, dándose cuenta que no hay nada más allá de este mundo imaginario, ni tampoco es posible retener a perpetuidad el resplandeciente paradigma juvenil, lleno de ideales y rebeldía, pero con un lejano contacto con el sistema que más tarde terminará absorbiendo. Es hora de cambiar, los tiempos cambian, nos debemos adaptar a su contexto y al final terminamos eligiendo la vida, esa vida.

“The world's changing. Music's changing. Even drugs are changing. You can't stay in here all day dreaming about heroin and Ziggy Pop”

-Kelly Macdonald, Trainspotting (1996)



Sobre el autor

Santiago Díaz

Director del Área Editorial

Bogotano, 1994. Profesional en Negocios Internacionales. He vivido en Barcelona y San Petersburgo. Me apasiona la sociología, la historia, la economía, la cultura y el arte. Me gusta analizar lo que sucede a mi alrededor. Escribo cosas.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



Cargando comentarios...
Scroll to Top