Sociedad

La autenticidad cultural no existe

Tiempo estimado de lectura: 6 min
2020-11-26 por Santiago Díaz

Foto: Roger Stonehouse

El sentido de pertenencia por nuestro país es uno de los factores que más ha contribuido al desarrollo de la sociedad tal como la conocemos. Nuestra capacidad para cooperar en masa ha permitido la construcción de grandes ciudades, complejos sistemas económicos y el desarrollo de la tecnología. El mundo que conocemos hoy es el resultado de pequeños aportes realizados por personas cuya destreza se enfoca en una rama muy específica del saber. De esta manera nos resulta fácil colaborar con personas que afrontan nuestros mismos problemas, con maneras similares de ver la vida. Nuestro carácter social nos obliga a convivir con esta gente, colaborando mediante el intercambio de excedentes y conocimientos para garantizar un sistema en el que todos podamos vivir cómodamente. Estas dinámicas conforman los rasgos propios de la relación entre un país y sus individuos.

La comunidad a la que pertenecemos define y moldea nuestra personalidad. De esta manera buscamos constantemente la aprobación del grupo de amigos, un partido político, la hinchada de un equipo de fútbol, nuestros followers... y como máximo exponente, nuestro país. No obstante, la entrada a este grupo social que llamamos país resulta muy arbitraria. Nuestro lugar de nacimiento se antepone a cualquier circunstancia meritocrática que se pueda valorar. Parece comprensible que una persona sienta afinidad con otra con la que comparte una cultura, afición o creencia. El problema comienza cuando limitamos nuestro horizonte hasta donde el grupo llega y lo demás nos resulta desconocido y por tanto, peligroso.

Como individuos nos sentimos indefensos, pero como grupo nos hacemos más fuertes. Nos apoyamos en nuestros semejantes para defendernos de los llamados forasteros, sin detenernos a pensar que más allá de ideologías y zonas de confort, todos pertenecemos a la misma especie. Biológicamente, estamos hechos de lo mismo.

A lo largo de la historia ha sido común ver fechorías como enfrentamientos entre nacionalidades, colonizaciones, segregación… El instinto de supervivencia junto a la ambición ha llevado al hombre a exterminarse a sí mismo en busca del poder. Actualmente, la era de la globalización elimina la barrera de la distancia, lo cual nos permite tener conocimiento de lo que acontece en cualquier lugar del mundo, por lo que la sensación de peligro debería verse reducida. Sin embargo seguimos fomentando prácticas de discriminación basadas en destacar diferencias inocuas, lo cual se ha podido ver reflejado últimamente en el auge de partidos nacionalistas que promueven la xenofobia culpando a otros pueblos de los males que sus países sufren.

Seguimos fomentando prácticas de discriminación basadas en destacar diferencias inocuas, lo cual se ha podido ver reflejado últimamente en el auge de partidos nacionalistas...

Uno de los alicientes más remarcables de viajar al extranjero es apreciar en primera persona el amplio espectro de costumbres que existen alrededor del mundo. Evidentemente hay notorias diferencias entre la cocina china y la italiana. El concepto de familia varía si naciste en Estados Unidos o en Irán y en Canadá prefieren competir en hockey sobre hielo mientras que en la India domina el cricket. Todas estas diferencias resultan enriquecedoras de conocer, aunque se tiende a insistir en esta disparidad de hábitos ignorando que la esencia es la misma. Independientemente de la nacionalidad, los seres humanos tenemos las mismas necesidades fisiológicas, inseguridades, aprecio por nuestros seres queridos, sueños, objetivos, metas, apatía por trabajos tediosos, primeros amores, miedo a la muerte, conflictos morales, curiosidad, sufrimiento… No importa en qué país hayas nacido, el ciclo de la vida no cambiará mucho: nacer, educarse, trabajar, ganarse la vida, despedirte de tus seres queridos hasta que tu momento llegue, todos tenemos que pasar por eso.

Pirámide de Maslow: La jerarquía de las necesidades humanas.

Por consiguiente, no se entiende como nos hemos distanciado tanto debido a las nacionalidades, promoviendo un discurso xenófobo en el que las culpas se reparten dependiendo si eres de un país u otro1. Se necesita más empatía con las personas que no pertenecen a nuestro grupo social, dar rienda suelta a nuestra necesidad de socializar. Defendemos obstinadamente una cultura auténtica que en realidad no es. Somos el resultado de siglos de evolución basados en la interacción entre comunidades donde se han exportado creencias, religiones, idiomas e instituciones. La influencia de otros pueblos en nuestra cultura es innegable y también inevitable. Cualquier territorio existente sobre la faz de la tierra ha sido en algún momento objeto de disputa entre varias poblaciones por su dominio, cada pueblo que haya pasado por aquí antes que tu, ha dejado su huella contribuyendo a lo que hoy conocemos como patrimonio cultural.

Vivimos una época donde la globalización se está comiendo las costumbres y las tradiciones regionales. La cultura pop, el capitalismo y la tecnología están uniformizando el pensamiento colectivo, haciendo perecer la identidad de cada pueblo. ¿Es esto bueno? ¿Es malo? Lo único seguro es que es un proceso irremediable, pero puede resultar en la unificación del ser humano como especie, absorbiendo los conceptos de fronteras y estereotipos para llegar a una sociedad global donde cada individuo pueda construir su propia identidad cultural y las diferencias raciales sean una simple anécdota. Con el paso del tiempo puede volverse menos utópico.

  • 1. Ahora en Colombia no hay pobres que roban, desempleados que roban, ladrones que roban... solo hay venezolanos que roban. La nacionalidad es la principal característica a la hora de juzgar a la gente.


Sobre el autor

Santiago Díaz

Director del Área Editorial

Bogotano, 1994. Profesional en Negocios Internacionales. He vivido en Barcelona y San Petersburgo. Me apasiona la sociología, la historia, la economía, la cultura y el arte. Me gusta analizar lo que sucede a mi alrededor. Escribo cosas.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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