Sociedad

Los límites de la libertad humana

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Los misterios del ser humano como especie son el principal motor que me impulsa a desear algún tipo de estudio a futuro en el área de la antropología. La idea de que un primate hiperdesarrollado cognitivamente resultara siendo el amo del planeta es sorprendente, inigualable a ningún otro caso en la historia de la vida. Los misterios de la especie, sin embargo, se extienden a miles de facetas indiscutibles que han desconcertado por siglos a pensadores de todo el mundo. En mi caso particular, el misterio que últimamente me fascina radica en los límites de la elección humana.

La fascinación e inquietud sobre esta cuestión en particular surge de diferentes temas como la personalidad y sus impactos en la vida de las personas, el entorno en que somos criados y el discurso de la autonomía del individuo en la toma de decisiones, base de los fundamentos liberales. Estos factores no sólo renuevan el clásico debate de crianza vs genética, sino que se extienden a la libertad de los individuos para tomar sus propias decisiones en el mundo.

Sobre todo ello, y a mi particular pesar, las pruebas parecen debilitar la tesis que buscamos defender los simpatizantes del liberalismo sobre la libertad de elección. Esta se ve definitivamente limitada, pero no solo por las condiciones socioeconómicas ya señaladas por muchos pensadores en la historia, sino por la misma carga genética que constituye los sistemas de pensamiento que guiarán nuestras vidas. No solo se trata de con cuánto y en dónde naces, sino qué tipo de personalidad te ha tocado para enfrentar al mundo que te rodea.

¿A qué hago referencia con esto? Según los estudios realizados por investigadores como DW Fiske sobre las personalidades, existen 5 grandes rasgos de la personalidad humana, los cuales han demostrado ser perdurables en el tiempo: apertura a la experiencia, conciencia, extraversión, simpatía y neuroticismo. Estos 5 grandes rasgos no solo parecen ser constantes y la base de lo que podemos entender como personalidad, sino que sus orígenes parecen estar en el mismo genoma y manifestarse en las etapas más tempranas de nuestras vidas1.

La importancia de estos rasgos radica en que son los sistemas de pensamiento con los que reaccionamos e interactuamos con el mundo. No será lo mismo poner a un extrovertido a afrontar una situación que un introvertido, o una persona ordenada a una espontánea. Las formas como vemos el mundo están, de esta forma, determinadas también desde el nacimiento, independiente del entorno en el que terminemos creciendo.

Ciertos entornos serán más productivos para ciertas personalidades, mientras otros no. Sin embargo, y de igual manera como existen relaciones entre las enfermedades que sufriremos a futuro y estos rasgos, los caminos de vida que escojamos y sus resultados parecen también estar trazados por estas fatídicas bases llamadas personalidades.

¿Por qué fatídicas? Porque al igual que lo mostraría la idea del destino o la predeterminación llegada del mundo natural, la idea de que tengamos personalidades con bases inmutables que limitan los caminos que puede tomar una persona en su vida, resulta aterradora o desalentadora para los que queremos confiar en la voluntad del individuo y su capacidad de elección.

Sin embargo, la salvación a la predeterminación puede radicar en el margen de acción que queda una vez se entiende las condiciones iniciales y la forma como entiende el mundo cada persona. La elección de qué haces con tu vida, entendiendo los recursos que tienes como contactos, dinero, tiempo, etc.; se junta con la capacidad de autoconocimiento que tienes para entender qué elección te conviene más según tus gustos y preferencias, comprendidas dentro del marco de tu propia personalidad.

Así, podemos salvarnos del horrible destino de la predeterminación, cuya certeza absoluta implicaría el dolor y el abuso humano como un hecho irremediable. La idea de que el hambre, la miseria, el asesinato, las masacres, la violación y demás atrocidades fueran hechos sobre los cuales no teníamos oportunidad de hacer nada en el pasado, ni la tendremos a futuro, en el marco de que todo en el universo ya estaba escrito; es una idea desesperante y aterradora.

Si la predeterminación es absoluta y cierta, implica que hay gente condenada de nacimiento al dolor, y que no importa la decisión que se tome, ello no cambiará el resultado final. Así, prefiero pensar que somos jugadores en una partida llamada vida, con condiciones iniciales determinadas y características particulares que establecen el cómo debemos actuar ante esta.

Entender esas condiciones y características como nuestros limitantes nos ayudará a fortalecer nuestro libre albedrío, si es que este es real o solo una simple ilusión de lo que hemos llamado destino.

  • 1. Se puede ampliar la información relacionada con este punto en el episodio “Personality”, de la serie de Netflix “The Mind, Explained”.


Sobre el autor

Santiago Ramírez Sáenz

Escritor

Politólogo en formación, con aspiraciones a futuro en antropología, filosofía y economía, entre las que se puedan aparecer en el camino. Gran apasionado de la ciencia y la tecnología, eje central de mi trabajo académico y mi proyecto de vida. Bachatero y salsero, aunque no lo parezca. Gran fanático del sueño interestelar y nerdo de nacimiento.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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