Sociedad

Medios farsantes, feminicidas absueltos

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Ángela del Pilar Ferro Gaitán emprendedora bogotana, independiente y madre cabeza de familia se recupera física y emocionalmente, después del ataque e intento de feminicidio por parte de su expareja Miguel Camilo Parra Niño, quien después de atacarla a golpes y propinarle siete heridas con un hacha, dos de las cuales le fracturaron el cráneo, el pasado 16 de octubre en el barrio El Redil de la localidad de Usaquén en Bogotá, escapa con la filosa arma; no antes de amenazar al hijo de Angela de 12 años, que después del hecho violento alerta a sus familiares, allegados y autoridades y presiona la herida de su madre para que no se desangre.

Sin rastro y prófugo de la justicia hasta el 26 de octubre, Parra Niño, acusado de feminicidio agravado en condición de tentativa, fue localizado y capturado por funcionarios del CTI en un predio, perteneciente a su familia, de la vereda Bochica en Fusagasugá, con un drástico cambio de aspecto, fundamentado por su defensa para colocarse a disposición de la Fiscalía. Una defensa, que tuvo el espacio de exponer su caso como contraparte al testimonio de Ángela el pasado 27 de octubre en una entrevista de El Tiempo, que a mi modo de ver ejerce violencia mediática al presentar una narrativa culpabilizante y re victimizante, y supone ser un lavado de imagen al victimario en medio de un proceso judicial.

Seguramente muchxs pensaran que el medio de comunicación no realizó nada indebido y sólo cumplía con su trabajo, informar; incluso algunos han de preguntarse si los medios han perdido su libertad de expresión por el berrinche de unas cuantas feministas o ¿por qué se le culpa a El Tiempo de algo que exclusivamente Miguel Parra es responsable? Y les diré, que no esperen que esta columna les de la razón. No obstante, diré, antes de que se marchen, que resulta importante que como lector y/o escritor exploren la reflexión que propongo con ánimo de repensar los medios de comunicación y el tratamiento de la información que se ofrece, al hablar de mujeres violentadas o víctimas de un feminicidio. No sin antes, ocuparme de los argumentos de mi tesis.

¿Por qué se le culpa a El Tiempo de algo que exclusivamente Miguel Parra es responsable?

Violencia mediática: la legitimación del sujeto feminicida

Según el Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación (OVIGEM) la violencia mediática es un tipo de violencia simbólica, que tiene como objetivo desprestigiar a la víctima y no al victimario en un medio de comunicación o publicitario, a través de la promoción y/o distribución de discursos de odio, mensajes e imágenes estereotipadas, que de manera directa o indirecta fomentan no solo la explotación, discriminación, humillación, injuria o difamación de una mujer, sino la naturalización y normalización del orden impuesto y elaboración de su realidad desde un externo, justificado por las relaciones asimétricas y desiguales entre hombre y mujeres.

Dichos elementos, nos ubican en un tipo de acto mediático que desprestigia y construye lecturas de la otredad, de manera estereotipada y justifica información carente de sensibilidad. Justamente en lo que incurrió El Tiempo, pues como veremos a continuación las afirmaciones y los comentarios tanto de la defensa como del medio, normalizan sentimientos que socialmente son de mayor valor, los del agresor: el arrepentimiento, el dolor y el sufrimiento, y reafirman la culpabilidad de la víctima (al caer en una perspectiva de madre abandónica y padrastro protector, entre otras). Del mismo modo, que ejerce y da cuenta de un uso del lenguaje sexista y del poco rigor y calidad que da El Tiempo y otros medios en general para seleccionar sus contenidos y el enfoque que adquirirán las opiniones que acompañan la nota periodística.

En un primer momento, el abogado del acusado, Cesar Augusto Londoño, de la firma de abogados Londoño y Asociados, empieza manifestando que el joven, tiene un profundo dolor y arrepentimiento debido a que “cometió un grave error en un estado de alicoramiento, no propio en él”, tratando de disminuir la fuerza y valor del intento de feminicidio, aludiendo al dolor y arrepentimiento o a los sentimientos como conductas que contrastan con la violencia ejercida por Parra, quien intentó asesinar a su expareja no porque estuviera loco o fuera de sus cabales, sino porque sabe que como hombre puede y tiene la potestad de agredir. De modo que la estrategia de representar al victimario como arrepentido, lo sitúa como incapaz de realizar un acto violento, pues su sensibilidad asociada al rol, asignación de un construcción socio-cultural, sexista impuesto a las mujeres (mujeres/sensibles- hombres/racionales), reduce las posibilidades que Parra sea percibo como agresor.

Posteriormente, señalan que el implicado "habitualmente no consume bebidas alcohólicas y que esta circunstancia, sumada a una confesión de infidelidad que al parecer venía de seis meses atrás, hizo que él entrara en un estado de ira e intenso dolor (…) Miguel es un joven con profundas creencias religiosas que veía en Ángela su pareja de vida”. Ello, nuevamente, referenciando el estado de alicoramiento y la infidelidad, como un justificante del hecho y consecuencia lógica del amor y los celos, que causaron ira y dolor del agresor y pareciera, insinúan que a cualquiera le hubiera pasado. Pero bien lo han dicho las redes sociales y miles de mujeres, ni estar afligido, ni borracho, ni drogado, ni celoso, ni las creencias religiosas, excusan un intento de feminicidio o cualquier otro tipo de violencia. Aquí los argumentos, trasladan a la víctima como primera responsable y provocadora del ataque o incluso, al alcohol.

Ni estar afligido, ni borracho, ni drogado, ni celoso, ni las creencias religiosas, excusan un intento de feminicidio o cualquier otro tipo de violencia.

De igual forma, al opinar del cuerpo y sexualidad de Ángela, que es juzgada desde los lentes de lo masculino, de lo patriarcal, de lo que tradicionalmente reproduce los estereotipos que consolidan y validan la jerarquía sexual (hombres/autorizados para ser infieles sin consecuencia social-mujeres/ desautorizadas para no cumplir la norma social), esto es la materialización de violencia machista, simbólica y estructural. Machista, porque de entrada refuerza el imaginario del rol de mujer concentrada en la crianza, el servicio y la fidelidad, todo lo contrario, es demonizado. Simbólica, debido a la forma por la cual se expresa El Tiempo pues desde el concepto acuñado por el sociólogo Pierre Bourdieu, se expresa la reproducción de los sistemas de enseñanza, es decir, cuando utilizan estereotipos culturales, patrones, mensajes y valores que transmiten la dominación y las relaciones de poder asimétricas, que la sociedad entiende como aceptables.

Continuando, encontramos otras aseveraciones como “Miguel es un joven con profundas creencias religiosas que veía en Ángela su pareja de vida”, “amó a la señorita Ángela Ferro, que siempre la protegió, acompañó y le colaboraba en todas las cosas que tenían vital importancia” o “tanto que a su hijo no fue atacado porque en medio de lo disfuncional tenían una buena relación con su ex pareja”, que de nuevo, excusan desde la religión y la presencia en el hogar del victimario como un sujeto no violento y no peligroso que deseaba y desea mantener la estabilidad de la pareja.

Es pues que, al encajar con el ideal de hombre de familia, protector y deseoso de un proyecto familiar, solo se le reprocha a la víctima que la disfuncionalidad, como dice El Tiempo, y el proyecto familiar inacabado, se hubiera llevado a cabo de no ser porque la víctima hubiera aguantado las circunstancias que vienen naturalmente entre pareja. Nada más alejado de la realidad. Ni la religión, ni cualquier otra creencia exige soportar violencia. Ni mucho menos, convivir en una relación que no esté basada en relaciones igualitarias y compañerismo. No son disfuncionalidades, son sistemas desiguales que someten y dominan a raíz de la interiorización del orden patriarcal que reside en el agresor.

Ni la religión, ni cualquier otra creencia exige soportar violencia. Ni mucho menos, convivir en una relación que no esté basada en relaciones igualitarias y compañerismo.

Además, ¿qué relevancia tiene en la nota periodística que consideraba a su expareja como pareja de vida, de recalcar sus profundas creencias religiosas, de sus valores cristianos y protectores, de reiterar una disfuncionalidad de la pareja? A lo que contribuye, es que los hechos sean interpretados como excepcionalidades, como sucesos esporádicos producto de los celos y el alcohol, fortuito, imprevisible y aleatorio y no, como el resultado de la violencia estructural y problema social contra las mujeres y violencia machista que reside en Miguel Parra, que, fundamentado por los mitos del amor romántico y estrategias de dominación, justificó el acto violento.

En síntesis, hemos de decir que la responsabilidad de las afirmaciones reside en el abogado y Miguel Parra, pero también en el periódico en tanto presenta, los alegatos del agresor y acompaña su lectura con comentarios culpabilizantes hacia la víctima con el fin de absolver al victimario, pues El Tiempo sobredimensiona las situaciones y recalca que la familia se resquebrajó bajo circunstancias aisladas, pues rabia y los celos fueron la reacción lógica de un hecho desafortunado. Así mismo, se desvaloriza y minimiza la opinión y lectura de la víctima, dándole menos de una quinta parte del artículo (dos párrafos) y acompaña con las cifras de violencia de género de manera somera y se difunde información carente de sensibilidad y empatía que pretende promocionar la estrategia retórica de Miguel Parra y sus abogados, utilizada para definirse y legitimarse como un hombre cristiano fuera de sus cabales.

No obstante, he de aclarar que el primero de noviembre El Tiempo en aras de mediar y tranquilizar a sus lectores, describió parcialmente algunos apartes de sus comentarios y acompañó su feed con la consigna No es hora de callar. Pero pese a ello, el texto no fue eliminado y conservó su esencia (darle voz al agresor en una larga nota periodística), dejando a un lado la complejidad del contexto.

En este punto, me pregunto si su cambio de narrativa, se debió a una estrategia utilitaria que postula el enfoque de género y los feminicidios, cuando una fracción de la sociedad reacciona ante violencia mediática y simbólica, que ya no dejamos pasar tan fácilmente o si en realidad, fue un acto sincero y honesto donde percibió y reflexiono sobre la legitimación e instrumentalización al agresor como lo interpretaron algunos sectores sociales. Sin embargo, la certeza que queda es la distante comunicación y responsabilidad que los medios de comunicación tienen sobre las mujeres a las que se le ejerció tipos de violencia, puesto que no ha sido una, ni dos veces, ni tres las formas en que el medio y los medios colombianos han trivializado las violencias cometidas en contra de las mujeres, a la par que han expuesto justificantes de los victimarios para darle a entender a los lectores que la responsabilidad residió en las mujeres y niñas y no en la cultura machista y patriarcal interiorizada que lo sustenta.

La certeza que queda es la distante comunicación y responsabilidad que los medios de comunicación tienen sobre las mujeres a las que se le ejerció tipos de violencia...

Repensar la información: una comunicación y lectura con enfoque de género

La peligrosidad del artículo, nos recuerda que tanto El Tiempo como los medios masivos de comunicación en general, son estructuras y/o herramientas que construyen y redefinen la realidad y son reflejo de la misma sociedad que los patrocina, teniendo la capacidad de hipervalorizar, sitúan y reafirman patrones socioculturales y prácticas discursivas que reproducen la desigualdad o fomentan violencias estructurales (violencias poco visible fundamentada en la profunda triada de la estratificación social: patriarcado, capitalismo y colonialismo) y culturales inmersas en la atmósfera social.

Así, resulta importante que reflexionemos y discutamos a través de un diálogo filosófico unidimensional o multidimensional las narrativas de la comunicación y la legitimación que damos a ese consumo. Un consumo, que básicamente es construido por el performance, por la escena, por el teatro al que deseamos asistir tanto en intercambios sociales y valores simbólicos como en relaciones de poder. Esto en últimas deja entrever a los medios como la extensión misma de lo político, y, por tanto, de las distensiones, interpretaciones, distorsiones y resistencias existentes en una realidad.

Esto en últimas deja entrever a los medios como la extensión misma de lo político, y, por tanto, de las distensiones, interpretaciones, distorsiones y resistencias existentes en una realidad.

A los lectores:

Gramsci no lo hubiera dicho mejor: los medios son una institución cultural que se encuentran inserta en la lucha por el sentido común, es decir, en las formas que vemos y valoramos el mundo. Por tanto, involucran múltiples dimensiones de producción de sentido social que han sido naturalizadas y normalizadas. He ahí, nuestra capacidad de percepción y conciencia para transformar las narrativas, referidas a violencia y feminicidios, y preguntarnos ¿es esto la continuación del poder simbólico de la infraestructura cultural? O ¿una lectura de lo común que permite un marco interpretativo amplio con la víctima?

Según la periodista y activista Tatiana Duque nos encontramos ante una lectura con enfoque de género y conciencia de la víctima, si presenta los siguientes elementos fundamentales:

  • No revictimiza a las mujeres, ni justifica las violencias
  • No infravalora ni considera los hechos como aislados o fortuitos
  • No estigmatiza a las mujeres como frágiles con imágenes que representan a la mujer como minimizada y sometida
  • No se hace uso del lenguaje sexista, es decir no incluye en la nota periodística prejuicios o estereotipos asociados a la dicotomía femenina o masculina, u asociados a la identidad u orientación sexual.
  • Evita hacer referencia a características físicas, estado civil y manejo de su sexualidad de la mujer o mujeres y por tanto, profundiza en la experiencia y conocimiento más allá del imaginario social de mujer.
  • Refiere un contenido de la información más desagregada posible que le permita una comprensión profunda y precisa de las realidades y violencias que experimentan los sujetos y las colectividades.
  • Elige vocerxs y referencias académicas especializadas en género, con el fin de abordar con mayor complejidad la situación sistémica de las mujeres
  • Representa geométricamente la realidad tanto desde la categorización equitativa del pensamiento, como desde un uso del lenguaje que busca la reflexión material y estructural de lo que existe y existió durante el hecho violento.

A los escritores:

Como personas situadas en el acto comunicativo y formadoras de opinión y sentido de lo común, debemos saber que al momento de dar tratamiento y representar mujeres víctima de violencia machista y feminicidios o incluso, si se desea desprender de la comunicación tradicional androcéntrica, es pertinente concebir algunas consideraciones:

  • No estigmatice a las mujeres que viven una situación de violencia como personas pasivas, frágiles, ausentes y sin poder o sin capacidad de modificar su realidad. Esto implica no imágenes de figura, sombra o puño amenazante del agresor.
  • Evite revictimizar a la víctima con frases como “pudo ser peor”, “afortunadamente no hubo lesiones graves” o “está viva de milagro”
  • Asuma con responsabilidad social y ética informar sin sesgos de género, y sin distorsiones de la realidad, me explico no escudriñe en las características corporales de la mujer y no las hipersexualice por su condición social o racial
  • No justifique al victimario con frases que aluden al amor y destrucción del hogar como respuesta lógica a los hechos, ello sólo refuerza la romanización del maltrato, los celos o acciones producto de pensamientos dañinos como la exclusividad, la media naranja o el amor lo puede todo
  • No haga alusión a la normalización de la violencia con comentarios como “esto siempre ha ocurrido” o “cada pareja tiene sus problemas”, es sensacionalista y naturaliza relaciones sexo-afectivas carentes de responsabilidad
  • Y, por último, agende estos temas estructurales y conciba un uso del lenguaje no sexista, un lenguaje que promueva cambios en la lengua, las mentalidades y los valores sociales y culturales dominantes desde otras perspectivas, otorgando expresiones lingüísticas y sociolingüísticas que incorporen la experiencia de la mujer. Recordemos que lo que no es nombrado, no existe.

No resta decir finalmente, que mi intención es hacer ver al lector y/o escritor la importancia de comunicar lo que se ha negado, lo que se ha normalizado. Hoy en día, no asistimos a una guerra entre sexos, se trata de una guerra contra las mujeres. A nosotras nos atacan a golpes, hachazos, tiros, navajazos, martillazos y empalamientos en lo privado, en el lugar que deberíamos sentirnos más seguras. Comunique y lea con conciencia la realidad de la estructura patriarcal. Una estructura jerárquica que condiciona tanto a mujeres como hombres a actos de explotación, violencia y lucha por el poder. Comunicar con sentido de género, resulta ser un acto de rebeldía, un acto de reconocimiento, un acto de amor, que da sin hacer más daño, voz a las compañeras, hermanas, madres e hijas que quedaron sin voz.

  • Las opiniones aquí expresadas son de la autora y no representan las opiniones de la revista.


Sobre la autora

L. Chamorro Galindo

Escritora

Politóloga capturando el sentido de lo estructural. Amante de hilar correlatos históricos y fenómenos políticos a través de la investigación y análisis discursivo. Escribir es mi sentir y terapia.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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