Sociedad

¿Por qué vende lo políticamente correcto?

Tiempo estimado de lectura: 5 min
2021-03-04 por Santiago Díaz

Vivimos en una sociedad completamente permeada por lo políticamente correcto, donde existen cada vez más organizaciones dispuestas a hacerse con el control del mercado a través de una exposición cada vez más penetrante a través de los medios de comunicación, resultando así en un cuidado milimétrico en cada mensaje que se quiera transmitir para no ofender a nadie y así, poder captar más consumidores.

Sin embargo, lo políticamente correcto se está saliendo de control. La inmediatez de las redes sociales y la permisividad del anonimato han provocado el señalamiento masivo a punta de prejuicios y verdades a medias hacia cualquier persona, empresa o institución que transmita un mensaje proclive a ser interpretado a conveniencia. Ahora la conversación pública que generan las marcas suele estar llena de mensajes blancos, moderados, inhibidos, fríamente calculados y sobre todo, hipócritas.

Todo aquello que resulte tan blanco, neutral y forzosamente diversificado que no corra el menor riesgo de atentar contra la sensibilidad de alguna persona que habite este mundo.

Esta hipocresía viene dada por la elaboración de un marketing de contenido centrado en apoyar las causas que estén de moda en el momento. De esta manera, las marcas se solidarizan con fenómenos como el #MeToo o el #BlackLivesMatter, sumándose a esta ola de reivindicación, cuando en el fondo solo se utiliza como un vehículo práctico y al instante para ganar más adeptos a sus productos. Habrán quienes agradecen la incorporación de las grandes multinacionales a campañas que luchan por injusticias y cambios de paradigma, desde luego, el foco mediático que tienen contribuye enormemente al aumento de repercusión. Otros más escépticos consideran que la inclusión de las empresas en estas tendencias solo hace que se frivolice un mensaje que no debería llevar consigo objetivos comerciales ocultos.

No obstante, la toxicidad que abunda en las redes sociales hace que cualquier mensaje corporativo tenga las de perder por más que esté diseñado para contentar a todo el mundo. Cualquier mensaje que pueda resultar ambiguo hará saltar las alarmas de algún colectivo o minoría que se sienta ofendida y/o discriminada. Por supuesto, a las empresas les interesa mantenerse lo más lejos posible de polémicas, y de ahí proviene la estandarización de estrategias de marketing que pretenden ser lo más inclusivas posibles para no herir a una generación de cristal en busca de atención.

Por supuesto es necesario ser escrupulosos con el lenguaje, ya que este determina en gran parte la manera en la que percibimos la realidad. Hacer un uso irresponsable de este puede dar rienda suelta a la transmisión de microagresiones y mensajes excluyentes. Aún así, parece que hay marcas que intentan complacer minorías que ni siquiera hacen parte de su target. Como consumidores, parecemos llevarnos por la corriente de pensamiento que cree que las empresas deben educar y prometer la idea de hacer un mundo mejor a partir de sus productos cuando lo único que se pretende es vender y extraer abultados beneficios.

El imaginario colectivo, la escala de valores y la opinión pública cambian conforme evoluciona la sociedad. Ciertas conductas injustas y represivas antes eran completamente normalizadas (Figura 1), lo cual permite tener constancia de los avances que el mundo ha experimentado en materia de tolerancia, equidad e inclusión. Estos cambios en el modelo conductual han provocado que varios productos del pasado hayan quedado obsoletos por los valores arcaicos que de ellos se desprenden. Tal es el caso de cuando HBO quería retirar Lo que el viento se llevó de su catálogo por acusaciones de racismo o el disclaimer ubicado antes del visionado de cualquier episodio de los Looney Tunes, también por apología al racismo. Aquí el tema radica en educar al consumidor con la premisa de que cada producto es - a su vez - producto de su época y su contexto específico. Eliminar este tipo de representaciones (ahora mal vistas) como si nunca hubieran existido hace un flaco favor a las nuevas generaciones que se les niega el acceso a una memoria histórica que debe de servir de precedente para aprender y no repetir errores del pasado.

Figura 1: Lanzado en 1951 sin mayores repercusiones, ¿Encajaría hoy en día?

Así mismo, no solo se escandalizan las masas cuando se advierten productos o campañas publicitarias con mensajes retrógrados o excluyentes. La vida privada, opinión e ideologías de las personas involucradas en los mismos también adquiere relevancia en nuestro mundo interconectado. De esta manera, se pueden encontrar varios casos donde la corrección política permite la cancelación de ciertas personalidades, por ejemplo, 1) las acciones de Tesla se desplomaron tras la aparición pública de Elon Musk fumando marihuana, 2) Warner lavándose las manos con la rescisión de contrato de Johnny Deep para la saga Animales fantásticos y dónde encontrarlos, por el turbulento juicio por presunto maltrato doméstico a su ex esposa Amber Heard en un caso que está aún lejos de esclarecerse, o 3) el retiro de apoyo y patrocinio por parte de marcas a creadores de contenido en Youtube cuando estos se ven envueltos en polémicas que poco o nada tienen que ver con los productos que promocionan. La sociedad ahora parece haberse puesto en el papel de verdugo al sentenciar individuos cuya inocencia debe ser determinada por los organismos competentes, nadie más. El resto de juicios morales provenientes de terceros están muy bien para generar conversación pero poco más… no se puede condenar a una persona con base a simples sensaciones, especulaciones o noticias mal contadas, convirtiendo la esfera pública en una caza de brujas contemporánea.

Con todo esto, da la impresión que se quiere construir un discurso unificado que promueva las directrices que entran en el marco de lo políticamente correcto, entiéndase esto por todo aquello que resulte tan blanco, neutral y forzosamente diversificado que no corra el menor riesgo de atentar contra la sensibilidad de alguna persona que habite este mundo. De esta manera se reprimen aquellas opiniones o inquietudes que pueden dar lugar a una conversación constructiva, que ponga sobre la mesa diferentes perspectivas para llegar a un consenso multilateral que sin pretender representar a todo el mundo, al menos tenga en cuenta la disparidad de convicciones que comprende nuestra sociedad. Sin embargo, da la sensación que el único público que se pretende contentar es el familiar, irónico teniendo en cuenta que vivimos en una época caracterizada por el decrecimiento en la tasa de natalidad y por ende, la conformación de nuevas familias.



Sobre el autor

Santiago Díaz

Director del Área Editorial

Bogotano, 1994. Profesional en Negocios Internacionales. He vivido en Barcelona y San Petersburgo. Me apasiona la sociología, la historia, la economía, la cultura y el arte. Me gusta analizar lo que sucede a mi alrededor. Escribo cosas.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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