Sociedad

Positiva para impostora

Tiempo estimado de lectura: 7 min

Creo que tengo el síndrome del impostor, pero siento que me estoy escondiendo detrás de un autodiagnóstico para encontrar una excusa a mi fracaso.

Te preguntarás porqué me he auto diagnosticado con este síndrome. Primero, porque ir a donde un psicólogo es costoso y segundo, porque últimamente siento que no soy suficiente.

Pero creo que todo reside más en lo segundo: siento que tengo que esforzarme de sobremanera para lograr ser la mejor en lo que hago, que cuando obtengo un logro es porque algo extraordinario sucedió y el universo confabuló a mi favor, pero en especial porque solo reconozco ese logro cuando alguien más lo reconoce o me felicita por ello.

¿Te has sentido así alguna vez? Bienvenido al club.

Escuché el término “Síndrome del Impostor” cuando hablaba con una amiga después de que ella saliera de una sesión con su psicóloga, me explicó muy brevemente lo que significaba y lo que su terapeuta le había recomendado hacer; sin embargo, no fue hasta hace poco, cuando comencé a trabajar en mis traumas personales, que empecé a leer sobre el tema.

El síndrome o el fenómeno del impostor es la experiencia psicológica de creer que los logros que se han recibido vienen como resultado de haber trabajado más duro que los demás, haber manipulado la impresión o visión que tienen los demás sobre uno o simplemente por suerte, en vez de reconocer que han sido ganados por las habilidades, talentos y conocimientos propios.

Y aunque no es un diagnóstico psicológico per se, si es un tema de estudio entre los profesionales de la salud, principalmente porque este fenómeno viene acompañado de ansiedad, depresión y traumas de infancia. Qué sorpresa ¿no?

La sintomatología de un Impostor

Pauline Rose Clance y Joe Langford, psicólogos clínicos de la Georgia State University, en su “The Impostor Phenomenon: Recent Research Findings Regarding Dynamics, Personality And Family Patterns And Their Implications For Treatment”, señalan una lista de características para este síndrome en particular, baja un dedo si:

  • Tienes miedo al fracaso
  • Atribuyes el éxito a la suerte, al error o a que te comportas de manera amable
  • Sientes el deseo de destacar
  • Tienes el sentimiento de dar a las personas una falsa impresión
  • No tomas en serio los reconocimientos que las personas te dan
  • Tienes miedo a ser evaluado
  • Tienes miedo a que el éxito o los logros no se puedan repetir
  • Sientes que eres menos capaz que tus pares

Si te has sentido identificado con uno o más de los ítems anteriormente mencionados, está completamente bien, esto no significa que tienes una enfermedad mental o que hay algo mal en ti, pero sí es muy probable que padezcas síndrome del impostor.

Hay que tener en cuenta que este síndrome o fenómeno te cohíbe de interiorizar el sentimiento de que eres una persona competente y talentosa: puedes ser un estudiante o un profesional con 30 años de carrera y aún así presentar este diagnóstico.

Según los estudios analizados por Clance y Langford, este síndrome se desarrolla en personas que sienten la presión de tener que vivir bajo una imagen de supuesto éxito y tienen miedo a no ser capaces de mantener esa imagen, creyendo que los demás los perciben como un fracaso.

Este síndrome se desarrolla en personas que sienten la presión de tener que vivir bajo una imagen de supuesto éxito y tienen miedo a no ser capaces de mantener esa imagen...

Y como no podía faltar, también tenemos que agregar un poco de conflicto familiar al diagnóstico: según los estudios, la experiencia del impostor está relacionada a una familia conflictiva, controladora, en la cual no se ha encontrado apoyo y validación, con una comunicación deficiente, donde es necesario complacer a otros miembros de la familia, o donde los roles han sido desplazados, obligando al niño a tomar responsabilidades no correspondientes y desarrollar una imagen madura para recibir validación.

Además de la familia, el éxito profesional y la vida en general, podemos sumarle el consumo obsesivo de las redes sociales, las cuales nos hacen susceptibles a la búsqueda constante de validación por medio de filtros y de una narración de la realidad ligeramente modificada, pero mucho más atractiva.

La clave está en cómo pensamos

Según Clance y Landford, los sentimientos y comportamientos de los “impostores” están relacionados con los patrones de comportamiento de personas que muestran estar motivadas a lograr algo para demostrar que son buenos o para verse bien antes que por el aprendizaje que les traería esa experiencia.

Esto nos lleva a dos tipos de pensamientos: el logro por aprendizaje y el logro por rendimiento.

Las personas con un pensamiento enfocado al “logro por aprendizaje” buscan incrementar el conocimiento y las habilidades propias de cada cosa que hagan, así que cuando se encuentran con el fracaso, lo toman como una oportunidad de crecer y mejorar.

Por otro lado, las personas con un pensamiento de “logro por rendimiento” están motivadas a lograr algo para demostrar que son inteligentes o capaces, muchas veces tienden a preocuparse por las opiniones que los demás tienen de ellos, y cuando se encuentran con el fracaso, su reacción es negativa, abandonan el logro, se culpan a sí mismas por el fracaso y experimentan ansiedad y vergüenza.

En lo personal, y por lo que he llegado a concluir con mi autodiagnóstico es que me siento muy representada en el tipo de pensamiento de “logro por rendimiento”.

Veamos la imagen desde una perspectiva más amplia: en cada uno de nuestros ambientes como la familia, el estudio, el trabajo e incluso las relaciones personales están concebidas bajo el pensamiento de “logro por rendimiento”; es decir, demostrar resultados positivos, que eres valioso, inteligente o talentoso, es la única manera de conservar un lugar apropiado, pero sobre todo apreciado.

En cada uno de nuestros ambientes como la familia, el estudio, el trabajo e incluso las relaciones personales están concebidas bajo el pensamiento de “logro por rendimiento”; es decir, demostrar resultados positivos, que eres valioso, inteligente o talentoso, es la única manera de conservar un lugar apropiado, pero sobre todo apreciado.

¿No les resulta exhaustivo? Aunque es aún más exhaustivo y traumático fallar, porque el fracaso conlleva de alguna u otra forma un castigo.

Nos encontramos en una constante búsqueda de validación, ya sea por medio de palabras o expresiones por parte de nuestro grupo social, likes y followers en Instagram, notas impecables en el estudio o ser la mano derecha del jefe tóxico en el trabajo. Hacemos lo imposible para conseguir esa validación, en vez de construir y reforzar la autoestima y un sentido de valor propio. Preocupante, ¿no?

¿Y, ahora qué?

Bueno, después de hacer todo el autodiagnóstico y entender el porqué de todo nuestro comportamiento y sentimiento de impostores, solo nos queda buscar un posible tratamiento.

El tratamiento no es más que creer en uno mismo. Sé que suena más fácil de lo que es, especialmente porque hay que empezar desde adentro: ser honestos con nosotros mismos para encontrar patrones de comportamiento que refuercen la necesidad de validación por parte de otras personas.

Esto significa que tenemos que comenzar a trabajar en entender por qué estamos buscando dichas validaciones y qué comportamientos estamos realizando para conseguirlas. En el momento en el que entendemos el porqué, poco a poco podemos ir trabajando en el cómo: cambiando dichos comportamientos por acciones que nos den un confort propio siendo conscientes que lo hacemos por nosotros mismos y no por los demás.

La otra tarea importante reside en enfrentar el temor agudo al fracaso. Intentaré ayudarte, pregúntate: ¿a qué le tienes miedo?, ¿cuáles son las posibles consecuencias de este fracaso?, ¿qué aprendiste de él? Y ¿cómo puedes mejorar a partir de lo que aprendiste de este fracaso?

Cuando comienzas a hacerte todas estas preguntas, te darás cuenta, y hablo por experiencia propia, que las cosas no son tan catastróficas como creías en un principio, que del fracaso puedes aprender infinidad de cosas y que lo importante es que tú estés satisfecho con la persona que eres.

En el análisis que realizaron Clance y Landford, resaltan que es importante mantener un acompañamiento con un psicólogo o un terapeuta, pues muchas veces, cuando se han vivido experiencias muy traumáticas, puede ser muy difícil afrontar esos miedos y realizar cambios en los comportamientos cotidianos, ellos pueden ofrecer herramientas mucho más apropiadas y personalizadas que las que puedas encontrar en internet.

Mientras tanto puedes ir trabajando en dejar de lado la necesidad de aprobación ajena y en comenzar a ser más honesto contigo mismo, recuerda que también es importante creer en ti, celebrar tus logros, aprender de tus fracasos, valorar tus conocimientos y talentos y, sobre todo, trabajar diariamente en amarte como eres.

  • * Aviso: no soy psicóloga, si crees que tienes este diagnóstico y tu vida personal se está viendo muy afectada, el consejo será siempre que solicites la ayuda de un profesional.


Sobre la autora

Sara Juyo Morera

Directora de Marketing y Redes Sociales

Comunicadora social y periodista, con un pie en mundo digital y otro en el mundo real. Ver la vida desde otras perspectivas me anima a ser la piedra angular de los que me rodean y el apoyo de los que creen que esto es una causa perdida.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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