Política

Bases para una Tercera Guerra Mundial

Tiempo estimado de lectura: 10 min
2021-10-18 por Daniel Zárate

Las guerras son probablemente el fenómeno social más ambiguo y fascinante (entiéndase por su complejidad y no por su belleza) de la historia de la especie humana. Por un lado, guerra es sinónimo de devastación; constituye la pérdida progresiva del espíritu moral, ético y psicológico del ser humano, hasta dejar hechos escombros los principios que lo conforman. Naturalmente, este decaimiento viene acompañado por la destrucción de la infraestructura de las ciudades y hábitats donde se desarrollan las guerras. Así pues, guerra significa muerte.

Pero guerra significa también creación, avance, progreso, y, por ende, vida nueva. Cualquiera que mirase con atención los hechos recientes de la historia humana, sería capaz de deducir que, gracias a los conflictos entre los pueblos y naciones (atravesados por su necesidad de acumular el poder), la sociedad realiza constantes y significativos avances, tanto en materia tecnológica como social, política y artística. Testigos de ello son la aviación y las telecomunicaciones, que luego de la Segunda Guerra Mundial se transformaron notoriamente, lo mismo que las vanguardias y el boom latinoamericano.

Quizá esto se deba a la rara condición en la que el humano responde con sus mejores habilidades y obras, a las situaciones más complejas y desastrosas. Sucede por conducto natural. Son los peores problemas los que sacan lo mejor de nosotros mismos. Visto de este modo, se puede explicar el carácter ambiguo de las guerras. Sin embargo, ¿es verdaderamente necesario llegar a tales extremos (porque la guerra es en realidad siempre un extremo de algo) para conseguir el avance y desarrollo del género humano?

Ciertamente, la gran mayoría de nosotros espera que no, pero las dinámicas globales sugieren otra cosa. En principio, es palpable que, en el desarrollo del modelo educativo, por lo menos de Latinoamérica, la historia de las guerras es un tema que ha pasado de ser analizado y estudiado, a naturalizado, interiorizado y omitido, por las generaciones que no conocen las magnitudes de la violencia de estos períodos históricos.

Parece ser que la nueva juventud concibe como un imposible la repetición de un escenario igual o parecido, porque siempre han vivido en paz, o, mejor, han querido hacerlo, se les ha orientado a construir la imagen de la paz a través de valores hipotéticos que se desmienten en el campo socio-cultural. El respeto, la tolerancia e igualdad, son reemplazados por la xenofobia, el racismo, el egoísmo y la discriminación.

Esa concepción que encierra la guerra dentro de una ficción, se debe a la manera en la cual son transmitidos los conocimientos de esta última. En las aulas de clase, se habla de la guerra cual invención de los hombres de épocas antiguas, como fragmentos del pasado que, por desprecio o por dolor, no merecen la pena ser recordados, no se muestra nunca al hombre violento. Su enseñanza se centra en el olvido.

He aquí la primera base para una tercera guerra mundial. Solo en contadas ocasiones, y muy específicas, la pedagogía de la guerra consiste en realizar un rastreo histórico de las causas sociales y culturales que produjeron su estallido, así como las diferentes repercusiones que en las mismas esferas han dejado. A mí parecer, este es el método para estudiar las guerras y, aún más, la propia historia. Pero en realidad, esa misma historia suele representarse mediante un cúmulo de cifras, lugares y estadísticas, del cual, a la larga, nadie se acuerda.

¿No es acaso más importante comprender cómo la muerte de una sola persona puede desencadenar una Guerra que involucra los distintos continentes, cosa que nunca antes había ocurrido, así como saber por qué ocurrió, a recordar que el Archiduque Francisco Fernando fue asesinado el 28 de junio de 1914, junto con su esposa, en Sarajevo, capital de Bosnia?

También es cierto que es imposible recordar y precisar todos los acontecimientos que rodean una guerra, sin embargo, si por lo menos con las dos Guerras Mundiales se realizara el proceso de una construcción histórica mediada por el entorno geosocial y geopolítico de la época, es decir, si se relatasen los caminos que recorren las guerras, sería otra la manera de tratar estos asuntos. No basta con anotar los antecedentes en el cuaderno, es necesario comprender su hilo conductor.

No basta con anotar los antecedentes en el cuaderno, es necesario comprender su hilo conductor.

Puesto que, una vez el hilo conductor se ignora, se han vendado los ojos al espectro, al cuerpo social. No hay modo de que este sea consciente de las manifestaciones que se gestan a su alrededor y que indican, o parecen indicar, que una nueva guerra está por estallar. Al desconocer la unión entre las causas, ignora la relación intrínseca de fenómenos que juzga como paralelos, pero que se corresponden entre sí, y pueden compararse con eventos del pasado.

Un ejemplo de lo anterior es la creciente migración de personas cuya nacionalidad corresponde la mayor de las veces a un país del mal denominado tercer mundo. Dicha migración se hace, no sólo a los países más desarrollados, sino dentro del mismo continente, a cualquier lugar que presente un aspecto o una posibilidad de bienestar, de mejoría. En Colombia, se puede sentir el efecto de la migración venezolana en el tejido social, y no es que en realidad Colombia presente las condiciones óptimas de un país desarrollado, pero sí posee la imagen internacional de un lugar en el que es posible vivir, y con eso basta.

Por efecto de la migración, los puestos de trabajo, aún en las esferas privadas más delicadas como la medicina, la ingeniería y el contrabando, van cediendo su lugar a personas extranjeras cuyo país se encuentra en condiciones desfavorecidas, que se presentan como opción de reducir los costos laborales. Luego de la primera Guerra Mundial fueron los judíos, después, cuando Europa estaba devastada, la invasión de personas del viejo continente sobre los terrenos de América, ahora, sobran los ejemplos de migración de los necesitados a cualquier parte del mundo.

¿La explicación? Mano de obra barata, una afición al neocapitalismo al que se le permite transgredir los límites humanos en pro de los beneficios monetarios. El verdadero inconveniente, más allá de los desequilibrios económicos y la pobreza que con él se esparce, es que potencia la segregación de razas, reafirma la ridícula idea de las divisiones que establece el lugar de nacimiento.

Con eso llegamos a segunda base. El creciente movimiento de materia humana que continúa día a día alrededor del mundo es insostenible. No hay manera de distribuir los recursos para mantener en condición de bienestar a todos los habitantes del planeta tierra, no en las condiciones en las que se entiende el bienestar actual. Existe entonces sobrepoblación, la cual es necesaria reducir, exterminar, al costo que sea.

Lejos de darle un tinte amarillista, me parece un recurso que se tomará sin retorno. La guerra es el mecanismo más efectivo para una vasta reducción poblacional, y la escala en la cual se plantea que se produciría una Tercera Guerra Mundial, es suficiente para desolar el planeta, también para volverlo a construir.

La guerra es el mecanismo más efectivo para una vasta reducción poblacional..

La tercera base consiste en el compilado de sucesos que por su extensión es imposible explicar aquí, pero de los cuales haré uso para construir un panorama general. El desabastecimiento progresivo del mundo y las complicaciones que a la par se desenvuelven (hablo de la brecha social entre ricos y pobres, el calentamiento global, el gran problema de qué hacer con la basura, la escasez del agua, la sobreproducción automotriz y ganadera) contribuyen a pensar que es necesaria una reconstrucción de las dinámicas bajo las cuales los seres humanos han decidido desarrollar la vida.

Sin dar un juicio de valor, ni querer suponer alguna idea errada, lo lógico sería pensar que la reconstrucción tendría como base el tercer mundo. Es allí donde comenzarían (o ya han comenzado) los conflictos que desatan una guerra, también es allí donde se presenta la necesidad de mejoría. Las tierras no explotadas, los sitios que concentran gran cantidad de flora y fauna (contando el animal humano), los pozos de recursos, son los lugares de donde habrá que echar mano para empezar de nuevo, donde habrá que hacer borrón y cuenta nueva. A los ojos del mundo, son los menos valiosos.

Las revoluciones, rebeliones, manifestaciones (llámelo según su ideología) que se extienden a lo largo de los territorios, son las premoniciones de un cambio necesario para continuar con la existencia de la especie humana sobre el planeta. El desorden social y político que se extiende en el tercer mundo es la excusa perfecta para la intervención de los postulados como grandes potencias, para que sean ellas las encargadas de re encauzar el rumbo que nuestras naciones han perdido.

Tristemente, se ha dado un paso hacia atrás, una retrógrada idea de nacionalismo y otra de desenfrenado colonialismo, han surgido de nuevo. Las bases para una guerra planteada como un mal necesario empiezan a coagular en el corazón de las sociedades, acompañadas de un sentimiento de única salvación. He dicho ya que las guerras son siempre el extremo de algo. ¿Estaremos tocando el borde de la existencia humana?



Sobre el autor

Daniel Zárate

Editor, Escritor

Estudiante de periodismo de la U Central, no entiendo bien la comunicación. Parado en mis 20's. No mato zancudos. Cedo el paso. No peleo. Me han quitado novias. No me gusta la tolerancia, igual no me importa. Un ignorante. Pero como quien ríe al último escribo para burlar a los finales.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



Cargando comentarios...
Scroll to Top