Política

El siglo de los muertos

Tiempo estimado de lectura: 3 min
2020-12-08 por Hans Cornehl

El filósofo francés Jacques Derrida alguna vez lamentó que los académicos tradicionales no creen en fantasmas, una declaración que parecería extraña, pero que ciertamente es necesaria en un siglo en el que nos encontramos repletos de ellos. Sin duda, se ha convertido en una tarea compleja ignorar estos espectros que se conjuran a diario en todos los medios de comunicación. Cada vez que alguien nombra a Marx, Stalin, Chávez, Castro o, en efecto, a todos juntos, lo único que nos debe decir eso es que nos encontramos en una sociedad en luto, cuyos muertos no hemos podido enterrar propiamente.

Derrida en una serie de conferencias que impartió en la Universidad de California, recopiladas en la obra Los espectros de Marx, analiza una de las frases más emblemáticas del pensador alemán: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.” Esto nos indica un porvenir político, una fuerza fantasmagórica que hace presencia en su forma espeluznante en contra de la santa cruzada de la vieja Europa, prometiendo materializarse en un proyecto político comunista consolidado en todo el mundo. Sin embargo, es lógico preguntarse: ¿Por qué Derrida analiza con tanto detenimiento esta frase de El manifiesto comunista a finales del siglo XX, una época en que se consolida justamente la desaparición del comunismo en todo el mundo?

Esto nos indica un porvenir político, una fuerza fantasmagórica que hace presencia en su forma espeluznante en contra de la santa cruzada de la vieja Europa, prometiendo materializarse en un proyecto político comunista consolidado en todo el mundo.

El filósofo francés supo que esta frase recobra más sentido en un mundo dominado por las fuerzas del capitalismo, en donde, en palabras del filósofo, se proclama con fervor y triunfalismo: “Marx ha muerto, el comunismo ha muerto, y con ello todas sus esperanzas, discursos, teorías y prácticas. Se dice: ¡Larga vida al capitalismo y al mercado, aquí está la supervivencia del liberalismo económico y político!” No obstante, más adelante, Derrida afirmará:

En este sentido, el comunismo siempre ha sido y seguirá siendo espectral: siempre está por llegar y se distingue, como la democracia misma, de todo presente vivo (…) Las sociedades capitalistas siempre pueden dar un suspiro de alivio y decirse: el comunismo se acabó desde el colapso de los totalitarismos del siglo XX y no sólo se acabó, sino que no se llevó a cabo, fue sólo un fantasma. No hacen más que repudiar lo innegable en sí mismo: un fantasma nunca muere, siempre está por venir y volver.

Por lo tanto, el comunismo era apenas un fantasma que albergaba una esperanza de cambio nunca materializada, pero que, sin importar cuantas veces se declaraba su exorcización completa del terreno político, su forma espectral volvía a seguir acechando la conciencia de occidente.

El espectro ya no es un futuro que se va a materializar, sino que es representado por un pasado que nunca fue. Un espectro que nos recuerda constantemente una disputa política que ya no existe.

Así, vemos que el comunismo se conjura constantemente por ambos espectros políticos de diferentes maneras: mientras que la izquierda suscita una nostalgia cuando aparece el espectro, la derecha, al contrario, se queda petrificada ante su presencia. En ambos casos, sin embargo, el espectro ya no es un futuro que se va a materializar, sino que es representado por un pasado que nunca fue. Un espectro que nos recuerda constantemente una disputa política que ya no existe. Por eso vemos que la derecha, incluso más que la propia izquierda, se encuentra conjurando más a menudo el espectro de Marx, precisamente porque de alguna manera quiere asegurarse de su muerte. Al respecto Derrida nos dice:

Como en el duelo, después de un trauma, el conjuro debe asegurarse de que los muertos no vuelvan: rápido, haz lo que sea necesario para mantener el cadáver localizado, en un lugar seguro, descomponiéndose justo donde fue inhumado, o incluso embalsamados como les gustaba hacer en Moscú.

En efecto, el neoliberalismo ante su estado solitario en el mundo se ve obligado a sentirse acompañado por los fantasmas de sus antiguos enemigos, asegurándose, no obstante, de su muerte certera, cuyo milagro de resucitación no se efectuará. En el libro Los fantasmas de mi vida, Mark Fisher, inspirando en la obra de Derrida, elabora una frase contundente sobre este proceso de luto: “La era de lo que he llamado realismo capitalista, la creencia generalizada de que no hay alternativa al capitalismo, ha estado obsesionada no por la aparición del espectro del comunismo, sino por su desaparición".

Es un triste escenario solitario. El capitalismo se encuentra sin enemigos y por eso opta por su conjuración espeluznante. Los ecos de Chávez, Castro y Marx resuenan con mayor contundencia en las pantallas de televisión por medio de los discursos políticos que claman constantemente por la reaparición de sus voces en la ideología de la oposición. Es una forma de llamarnos la atención de su profunda dolencia enlutada, un recuerdo de tiempos en donde la utopía era realizable. Nos encontramos, no obstante, en un siglo sin utopías; una época de un capitalismo tardío que se llena de espectros que lo embrujan, porque bien se sabe que no hay nadie lo suficientemente vivo que nos pueda salvar de nuestra soledad.



Sobre el autor

Hans Cornehl

Escritor

Un ser-ahí obsesionado por lo cotidiano. Me encuentro entre las cosas ocultas que intento develar por medio de la reflexión filosófica, geográfica y política. Soy estudiante de Ciencia Política, vegetariano y amante de los gatos.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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