Política

¿Se deben acabar las clases de religión?

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Las religiones se consideran un conjunto de creencias que pretenden explicar la causa, naturaleza y propósito de la creación y las relaciones que se establecen entre el ser humano y una divinidad. Su desarrollo está fuertemente ligado a una evolución histórica de una comunidad que se une en torno a creencias, símbolos, normas y ceremonias que rigen el comportamiento y la forma de ver la vida de quienes las profesan para llenar esa necesidad del ser humano de buscar certezas y darle sentido a su existencia.

Un aspecto importante en todas las religiones es la práctica en común de la misma, es por esto que estas creencias se volvieron populares en los países al buscar comunidades que celebraran las mismas prácticas, lo cual desembocó en una posterior inserción de esos modelos religiosos en ámbitos educativos y, por ende se perpetuó hasta nuestros días.

En Colombia, el Artículo 19 de la Constitución establece que “se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva”, pero en los salones de clase la situación es distinta. La mayoría de estudiantes, tanto de colegios públicos como privados, reciben una educación religiosa desde el catolicismo, lo cual hace que esta se perpetúe como sistema de creencias tanto en el entorno educativo como en la familia, ya que en la mayoría de los hogares colombianos se profesa esta religión. Sin pretender calificar esto como algo positivo o negativo, el grado de autonomía sobre este tema tiende a ser algo heredado más que una decisión realmente consciente por parte del individuo.

No existen lineamientos específicos que orienten a las escuelas sobre cómo impartir las clases para así proteger la libertad de cátedra, pero sí se establecen alternativas hacia los estudiantes, quienes, apoyados por sus padres, no quieran tomar esa clase. A ellos se les ofrecerá un programa alternativo el cual deberá estar previsto en el PEI con base en el cual se le evaluará para que se respeten sus creencias como lo manifestó la ministra de educación María Victoria Angulo.

Es claro que dichos lineamientos no aplican a muchos estudiantes pues si no cuentan con el apoyo de sus padres se ven obligados a cursar y aprobar la materia como lo establece la Ley General de Educación de 1994, así esto vaya en contra de sus creencias. Aquí se establece el dilema entre la necesidad real de impartir clases de religión en un país que se considera laico, teniendo claro que la mayoría de mallas curriculares de clases de religión en el país se basan únicamente en la religión católica.

Por un lado, hay quienes consideran que estas clases dan a los niños una formación ética que los prepara para la vida en sociedad, por otro lado hay quienes consideran esto como un adoctrinamiento pues los niños solo aprenden una determinada doctrina religiosa, e incluso hay quienes piden reemplazarla por otra área del conocimiento que no se enseña actualmente en las escuelas como la educación sexual, pensamiento crítico o inteligencia emocional.

Más allá de mirar los puntos a favor y en contra de cada uno, se puede plantear un modelo de educación religiosa diferente. Una con un enfoque que no eduque de acuerdo a principios de una religión específica, como pasa actualmente con el catolicismo, sino que reemplace la falta de conocimiento sobre las religiones con explicaciones profundas de ellas como un fenómeno social y cultural que ha estado estrechamente ligado a la historia de la humanidad desde sus orígenes.

Si el propósito real es ofrecer una formación ética, por qué no hacerlo desde una postura donde se expliquen todas las religiones, no como doctrina ni desde la postura de tolerar las creencias diferentes sino desde el respeto, desde la posibilidad de celebrar las diferencias.

Este proyecto se ha implantado en algunas escuelas públicas de Estados Unidos con el propósito de tener un conocimiento más amplio sobre religiones. Para construir el curso, un grupo de profesores de historia se reunieron con líderes de diferentes religiones para preguntarles cuál sería la mejor manera de diseñar la clase para dar a conocer sus diferentes puntos de vista y hacerlo de la manera más respetuosa posible. Luego se reunieron con el “First Amendment Center” para garantizar que la forma en la que se iba a enseñar el curso fuera constitucionalmente apropiada y pudieran incluir las religiones más profesadas, pero también aquellas que se practicaban en las ciudades donde se establecía el proyecto, que no necesariamente son las que más fieles tienen, pero que al estar inmersas dentro del contexto donde los niños habitan, era necesario enseñarlas.

Así construyeron un curso que ha sobrevivido a los ataques del 9/11 y, según una de sus primeras maestras Sherry McIntyre, ha demostrado que es “posible construir personas conscientes y responsables a partir de la enseñanza de las religiones” sin necesidad de ejercer algún tipo de doctrina alrededor de ninguna de ellas, con profesores capacitados para hacerlo y con el ideal de mostrar el impacto de cada una de las religiones en las culturas y sociedades donde se practican junto con pautas constitucionales para la enseñanza de las religiones en las escuelas públicas que incluyen:

  • El enfoque de la escuela a la religión es académico, no devocional
  • La escuela se esfuerza por que los estudiantes conozcan las religiones, pero no presiona a los estudiantes para que acepten ninguna religión
  • Se estudia sobre religión, no sobre la práctica religiosa
  • La escuela puede exponer a los estudiantes a una diversidad de puntos de vista religiosos, pero no puede imponer ningún punto de vista en particular
  • La escuela educa sobre todas las religiones; no promueve ni denigra la religión
  • La escuela informa a los estudiantes sobre varias creencias; no busca conformar a los estudiantes con ninguna creencia en particular

Proyectos como este demuestran que una educación religiosa basada en el pluralismo y el respeto podría ser una forma de enfrentar problemas que nos presenta la globalización como las expresiones de odio hacia pensamientos, creencias y opiniones religiosas por desconocimiento de las mismas.

Esto permite formar una generación que entienda la importancia de la formación espiritual, pero que también comprenda que hay múltiples expresiones de esta y que ninguna es más o menos válida. A su vez les otorga a los estudiantes la capacidad de decidir seguir o no una corriente religiosa a partir del conocimiento y no por una simple imposición hereditaria, es así como se podría modificar la normatividad colombiana por una que esté abierta a construir una sociedad con valores dando espacio a la diversidad y multiculturalidad religiosa presente desde las primeras formas de educación.



Sobre la autora

Laura Sofía Cabrera Jaimes

Directora del Área de Escritores

"Tal vez no pueda cambiar el mundo, pero sí el pedacito que me toca"
Pronto internacionalista, mientras tanto disfruto dar mi opinión, aprender de distintos temas y poder analizarlos en el proceso. Recién entrada a los 20. Rola. Amante del fútbol, los perritos, la fotografía y de cantar desafinado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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