Política

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Para nadie es un secreto que la situación que Colombia está viviendo es caótica, diariamente vemos casos de violencia, violaciones a derechos humanos, falta de consensos y un gobierno con una inmensa preocupación por seguir siendo sede de la Copa América, a pesar de que el contexto social no lo amerita, pero detrás de todo esto hay una crisis directamente enfocada a los cálculos políticos y en un dilema de representatividad que desemboca en las elecciones de 2022.

Los políticos dependen de un factor muy variable, impredecible y difícil de conseguir y mantener: la popularidad. Con miras de mantener o aumentar el nivel de partidarios hay una constante necesidad por “caer bien” y por hacer lo que es socialmente aceptado en vez de atraer votantes a partir de propuestas innovadoras y soluciones viables.

Es aquí donde muchos políticos se vuelven matemáticos y junto con la calculadora política empiezan a analizar qué tanto hablar o no de un tema, si estar de acuerdo con algo o no según la opinión popular al mejor estilo de Sergio Fajardo, quien al principio de las movilizaciones decía que “no tenía sentido hacer grandes manifestaciones” y luego agradeció a quienes salieron a marchar por tumbar la reforma tributaria o incluso vemos a quienes dependiendo de qué tanta popularidad tiene un partido saltan de un lado a otro, así estén en orillas ideológicas opuestas como lo ha hecho Armando Benedetti pasando del partido “liberal” al de la “U” y ahora como miembro de la “Colombia Humana” y así es como la popularidad y el hacer lo correcto empiezan a chocar.

Hacer cálculos políticos o llevar a cabo planes no es algo negativo, hace parte de la necesidad de construir un Estado con propósitos e ideas claras sobre su crecimiento. La cuantificación ayuda a gobernar, porque restringe las expresiones disponibles para articular problemas públicos y ponerlos en la agenda gubernamental, pero cuando estos cálculos se alejan de la realidad y se dirigen exclusivamente a una futura obtención del poder, se pierde todo sentido.

Hay un tremendo error de cálculo político y es que los indicadores de pobreza, desempleo, hambre e inseguridad del país se dispararon, pero las formas de financiación no son muy claras. Esa es una realidad innegable, cuya solución no estaba en la reforma tributaria presentada y retirada posteriormente por el gobierno al no tener apoyo ciudadano y al querer sacar recursos de las clases más perjudicadas por la pandemia, pero ahora los precandidatos deberían empezar a exponer sus ideas de reforma de manera pública en vez de exponerlas a puerta cerrada en el Palacio de Nariño y luego lanzar críticas por redes sociales, como una forma de probar que tienen la capacidad de conciliar y de proponer más que sólo contribuir a la polarización.

Ahora los precandidatos deberían empezar a exponer sus ideas de reforma de manera pública en vez de exponerlas a puerta cerrada en el Palacio de Nariño y luego lanzar críticas por redes sociales...

En el contexto del paro, también surgió un problema directamente relacionado con los cálculos políticos y este es el de la falta de representatividad. Actualmente, ha habido debates que giran en torno a los políticos que apoyan las manifestaciones como una forma de exigirle al gobierno garantías y quienes no las apoyan por cuestiones de salud y los problemas causados por los bloqueos, pero más allá de dichas posiciones y de cara a un acuerdo entre el gobierno y el comité del paro, es necesario hablar de qué tanto legitimaría la población un posible acuerdo si no se sienten representados por quienes negocian pues los que lideran las movilizaciones son los ciudadanos que “por siglos han sufrido del abandono estatal” y sus peticiones son tan diversas como quienes las proponen.

E incluso, ha vuelto a sonar por parte del Centro Democrático la idea de reducir el tamaño del congreso, pero con una crisis de representatividad, los efectos de un mal gobierno y propuestas de este calibre no se podría esperar menos que un Congreso con menos diversidad, con menos sectores de la población con capacidad de legislación y aquellos que tengan más popularidad (como el partido que hace la propuesta) obtengan una concentración de poder inmanejable.

Esto solo demuestra la punta del iceberg que no se queda solo en cómo los políticos no representan a la población sino como estos no sienten una conexión ideológica con sus propios partidos. Es relevante porque los partidos políticos tienen un rol fundamental y de doble vía en el sistema al canalizar y transmitir los intereses y demandas de la población para que sean consideradas en la planeación y futura toma de decisiones gubernamentales y posibilitando la participación de la población en el proceso político por medio de la elección de los representantes populares que ejercen el poder político.

En Colombia los partidos políticos son tan diversos y numerosos como son distantes con relación a la población, lo cual se asocia con el papel de los medios de comunicación que les abrieron la posibilidad a los partidos de emitir mensajes directamente al electorado, que hacía que los afiliados fueran menos necesarios como fuente de ingresos y por otro lado, los electores se volvieron mucho más críticos y exigentes con respecto a las actuaciones de los partidos lo que provoca que estos pierdan legitimidad, no haya un nivel tan alto en la identificación partidista, la volatilidad sea alta y la participación electoral haya disminuido.

Sumado a esto, hemos sido testigos de cómo los políticos difícilmente están de acuerdo con lo que establecen sus respectivos partidos y por ende terminan dividiéndose ya sea creando otro partido o entrando a militar a uno ya existente, lo que provoca una falta de coherencia entre los principios de los partidos y quienes hacen parte de ellos. No hay representatividad en los partidos entonces, no hay un foco político claro y no hay representatividad en los dirigentes por lo que estos se terminan adaptando a las consecuencias sociales y a la farándula electoral que más les favorezca.

Si no hay un trabajo serio por parte de los partidos por establecer sus principios, por traer personas a la militancia porque comparten sus ideales y no hay una identidad común es normal creer que los colombianos no se sienten representados en sus dirigentes políticos y mucho menos por sus respectivos partidos.

A partir de esto, es posible dar un panorama distinto de por qué los niveles de representación son tan importantes para una sociedad democrática, de la relevancia de las diferencias políticas y de una claridad de ideales, pero abre la necesidad de poner en perspectiva temas que van mucho más allá de las protestas sociales y tendrán un efecto en lo que nos deparará como país analizando no solo el comportamiento de políticos como actores del sistema sino en la necesidad de que haya una coherencia entre la población, los partidos y los tomadores de decisiones.

Promover soluciones en conjunto puede ser eso que nos saque de la crisis en la que nos encontramos, pues tenemos la costumbre de creer que hay únicamente una forma correcta de hacer las cosas, una solución mágica que nos sacaría del problema o una persona u organización ideal que nos llevará al consenso, pero no es así, pensamientos como estos solo nos han llevado a defender a ciegas a personas o instituciones sobre las cuales depositamos nuestra esperanza de cambio, aunque estas no hayan dado la talla para tan grande responsabilidad.

Nos merecemos una Colombia distinta. Como dice William Ospina en su libro Pa que se acabe la vaina “Colombia necesita un pueblo entero comprometido en su transformación. Necesita creer profundamente que el poder no está en una silla lejos del mundo, que el poder está en cada lugar.”



Sobre la autora

Laura Sofía Cabrera Jaimes

Directora del Área de Escritores

"Tal vez no pueda cambiar el mundo, pero sí el pedacito que me toca"
Pronto internacionalista, mientras tanto disfruto dar mi opinión, aprender de distintos temas y poder analizarlos en el proceso. Recién entrada a los 20. Rola. Amante del fútbol, los perritos, la fotografía y de cantar desafinado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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