Política

Ya que no vamos al mundial

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Ya que la selección Colombia se quedó por fuera del Mundial de Catar 2022, es necesario seguir hablando de lo que pasa en el Mundial, pero no necesariamente de fútbol sino de los efectos políticos, económicos y de derechos humanos que ha tenido el Mundial porque sin siquiera haber iniciado, ya ha tenido bastantes problemas.

Este año el Mundial se llevará a cabo en Catar, un país que se rige por una monarquía absoluta, tiene un sistema legal que une la ley civil y la ley islámica y prohíbe los partidos políticos, además de esto se han revelado escándalos en torno al tema de los migrantes que están trabajando en la construcción de escenarios deportivos, el papel y participación de las mujeres y problemas de derechos humanos que el país no quiere garantizar.

Aunque la FIFA asegura en sus estatutos que tiene el firme compromiso de respetar los derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional y se esforzará por garantizar el respeto de estos derechos, no es la primera vez que la sede mundialista no cumple a cabalidad con los estándares que pide una competencia como la Copa Mundial de Fútbol. Se supone que para que un país pueda ganar una candidatura para siquiera ser considerado para albergar la Copa del Mundo, debe cumplir con requisitos de transparencia, objetividad, participación y el compromiso con los derechos humanos y la sustentabilidad, pero ha sido claro que tanto en el Mundial de Catar como en el de Rusia ha habido una fuerte complacencia por parte de la FIFA con dichos países, pues se les ha permitido llevar a cabo las competencias a pesar de que ellos no tienen garantías claras para la protección de derechos humanos.

La selectividad de la FIFA se ha escondido bajo su predilección por ampliar los horizontes del planeta fútbol a países como Rusia o Catar (que nunca ha disputado un Mundial de fútbol), a pesar de que ellos no cumplen los estándares mínimos para ser considerados como candidatos a países sede, así que el hecho de poder ser anfitriones de tal evento radica en el hecho de que tienen respaldo gubernamental, es decir, cuentan con mucho dinero disponible para construir prácticamente todo lo que se necesita para albergar un evento de la envergadura de un Mundial y al poner los derechos humanos VS el retorno económico y visibilidad que genera el evento, pues es “sencillo” ignorar ciertos detalles que vayan en contra de los mismos estatutos de la FIFA.

Con el Mundial que se jugó en Rusia en 2018 se vieron varios problemas de represión, que no evitaron que la competencia se llevara a cabo, entre los cuales estaba que el ministro del interior de Rusia le ordenó a la policía retener las malas noticias durante el Mundial y reportar únicamente los resultados exitosos de investigaciones y operaciones; no se cuestionó si la legislación rusa que reprime las libertades de reunión, asociación y expresión (como la ley contra la propaganda homosexual) representaban un problema y tampoco se tomaron en cuenta los abusos a los trabajadores que construyeron los estadios. Aunque es curioso que ahora la FIFA haya excluido a Rusia del Mundial por la invasión a Ucrania y por violar derechos humanos, pero el Mundial se hará en Catar en donde también se violan derechos humanos.

Es decir, si la FIFA tiene un compromiso con los derechos humanos y en contra de la discriminación ¿Por qué se aplican las sanciones en casos y momentos específicos? Mi respuesta sería que las reglas y consecuencias de las acciones no dependen de que los países ofrezcan o no garantías, sino en qué momento la opinión pública le permite o no a la FIFA omitir estos detalles, porque, aunque no se crea, si es posible tapar el sol con un dedo.

En el caso de Catar se han desatado varios problemas con respecto a las garantías laborales ya que el 95% de la mano de obra para el Mundial es migrante a la cual no se le pagan salarios justos, son maltratados y explotados por sus empleadores. Desde que el país logró la candidatura para ser anfitrión del Mundial, Amnistía Internacional “acusó a la monarquía catarí de usar mano de obra forzada: trabajadores que vivían hacinados, pagaban para ser contratados, no cobraban a tiempo y tenían sus pasaportes confiscados”; Human Rights Watch afirmó que los trabajadores extranjeros tenían "deducciones salariales ilegales y punitivas "meses de salarios no pagados tras largas horas de trabajo agotador", además muchos de ellos (según la prensa británica son más de 6.500) han fallecido durante el ejercicio de sus labores, pero según la Organización Internacional del Trabajo, Catar no ha contabilizado las muertes súbitas e inesperadas entre los trabajadores pues se reportan como “causas naturales” y no como “relacionadas con el trabajo”.

Ante estos escándalos el emir de Catar Tamim bin Hamad Al Thani realizó reformas para mejorar las condiciones de los trabajadores, entre ellas está: abolir las restricciones para que los trabajadores migrantes cambien de trabajo sin el permiso de sus empleadores e introdujo un salario mínimo mensual de 1.000 riales qataríes, más complementos básicos en algunos casos, pero a pesar de que se establecieron estos cambios, sigue habiendo muchas fallas dentro del modelo de empleo pues este le da más importancia a los empleadores al darles la capacidad de renovar y cancelar los permisos de residencia de sus empleados o no permitir que los trabajadores dejen su trabajo “sin permiso”.

Además de esto, hay una clara discriminación y represión con respecto a lo que las mujeres pueden o no hacer dentro de la sociedad Catarí regida por una interpretación radical de la Sharia. En el país, las mujeres se ven sometidas a un sistema de tutela masculina en el cual sus vidas y el desarrollo pleno de estas está determinado por la validación y autorización de un hombre, si ellas desean casarse, estudiar en el extranjero con becas del Gobierno, acceder a muchos empleos gubernamentales, viajar al extranjero hasta cierta edad, no pueden desempeñarse como tutoras de sus hijos así tengan la custodia legal y recibir algunas formas de atención de la salud reproductiva deben tener la autorización de un hombre, lo cual borra su independencia y su individualidad del mapa. Es por esto que Amnistía Internacional afirma que las mujeres siguen siendo objeto en el país "de discriminación en la ley y en la práctica", porque están sometidas a un sistema que elimina su valor como personas y las hace dependientes de un tercero para desenvolverse como tal.

Por último, hay que resaltar que las restricciones no sólo limitan a las mujeres sino también a la comunidad LGBTIQ+ quienes según el código penal de Catar clasifica sus relaciones como un delito punible con hasta siete años de prisión lo cual genera todo un entorno de prohibición y negación a cómo ellos deciden vivir sus vidas y ejercer su sexualidad. A pesar de que estas cosas suceden dentro del país, las medidas se flexibilizaron ligeramente cuando Al-Thawadi aseguró que todo el mundo será bienvenido y que la seguridad de los asistentes estará garantizada así hagan parte de la comunidad, pero sí dejó bastante claro que como su país es “relativamente conservador”, las muestras de afecto en público están prohibidas y además nadie podrá usar banderas representativas de la comunidad LGBTIQ+ en un escenario que debería ser inclusivo y garante de los derechos humanos.

Todos estos temas ponen en entredicho el verdadero compromiso de la FIFA para “ir más allá de su responsabilidad de respetar los derechos humanos” y tomar “medidas para promover la protección de los derechos humanos y contribuir positivamente a su disfrute” y denotan que los planes y los compromisos por escrito pocas veces tienen fuerza vinculante y llevarlos a la práctica puede convertirse en toda una odisea.

Es claro que la FIFA no tiene la autoridad para dictaminar cómo deben comportarse los países en ciertos temas, eso es una cuestión que le concierne solamente a los Estados, por eso tienen soberanía, pero que en la elección de los países sede pese más el lucro económico que la protección de las personas es algo sobre lo cual la FIFA si tiene autoridad porque al fin y al cabo son ellos quienes avalan o no a los países que compiten por ser sede. Tristemente el jogo bonito que tanto disfrutamos y que nos hace emocionar como pocas cosas lo logran está cubriendo, sin intención de los jugadores, problemas profundos que no permiten que el fútbol sea un espacio para que los fanáticos, sin importar lo que hagan o dejen de hacer en su vida privada, disfruten de un buen partido, que se difundan mensajes positivos, que sean fuentes seguras y justas de empleo o que se promuevan competencias que realmente representan la pasión, la responsabilidad y la inclusión que solo se encuentran en la única justa de las batallas.



Sobre la autora

Laura Sofía Cabrera Jaimes

Directora del Área de Escritores

"Tal vez no pueda cambiar el mundo, pero sí el pedacito que me toca"
Pronto internacionalista, mientras tanto disfruto dar mi opinión, aprender de distintos temas y poder analizarlos en el proceso. Recién entrada a los 20. Rola. Amante del fútbol, los perritos, la fotografía y de cantar desafinado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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