Sociedad

Construyendo un demonio: El temor hecho arma

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Dios celta Cernunnos

El miedo es probablemente el arma más eficaz que se ha utilizado a lo largo de la historia humana. Como herramienta se ha usado para ejercer el control político, económico, religioso, sexual y social. Los ejemplos pueden ser inmensamente variados: los castigos para los esclavos en las épocas antigua y moderna, Robespierre en la revolución francesa, el socialismo (especialmente el implementado en la URSS), la política del enemigo interno llevada a cabo por Estados Unidos y luego copiada en otros países en todo el mundo, Al-Qaeda y el Daesh, la guerra contra el terrorismo, la iglesia católica.

Esta última, en particular, ejerció un control importante desde el Concilio Ecuménico de Nicea, llevado a cabo en el 325. Este fue de suma importancia ya que fue el primer Concilio en la historia dirigido por un político (Constantino I El Grande), con el objetivo de unificar por primera vez al imperio bajo una religión diferente a los dioses romanos. La necesidad de Constantino de establecer el cristianismo como religión aceptada y unificadora, lo hace imponer la ortodoxia que se venía manejando internamente dentro de la iglesia como comunidad: ahora pasa a ser una institución subordinada al imperio, hasta el punto en que empiezan a llevarse a cabo rituales imperiales como parte de las tradiciones católicas, como lo es el uso del incienso. El emperador estaba interesado en que no existieran diferencias dentro de todas las corrientes cristianas, sino que se unificara la doctrina, ya que a través de esta se unificaría el imperio. El arrianismo, el gnosticismo y demás corrientes alternativas de las comunidades cristianas que se desarrollaron en los primeros 300 años de la iglesia serían, por decreto imperial, perseguidos y juzgados como herejes; además de los distintos grupos creyentes aún en las religiones paganas.

Si bien faltaban aún varias décadas para que el cristianismo fuera decretado como religión oficial del imperio, con el edicto de Tesalónica en el 380; desde varias décadas antes, en el primer siglo del imperio romano, se construyó una muralla que dividía el territorio romano de los celtas, ubicada entre lo que actualmente son Escocia e Inglaterra. Una vez cristianizado el imperio, los misioneros llegaron a este muro y encontraron a una población que no estaba dispuesta a renunciar a sus dioses por el dios cristiano, y que era fiel devota a ellos.

La estrategia entonces para evangelizar tanto a los paganos como a quienes hacían parte del imperio fue encarnar un enemigo tenebroso: juntaron las patas, cuernos y barba del dios Pan (dios griego de los pastores y rebaños); la cola del dragón de los chinos y nórdicos; el color rojo de Seth, dios egipcio; y el tridente de Poseidón, griego también. El miedo fue entonces una estrategia bastante bien utilizada para la evangelización: la representación física del mal se encarnaba en las religiones paganas, ya que sus dioses tenían el aspecto mismo del demonio que buscaba sembrar el pánico (proveniente del dios Pan). Al llegar a los pueblos celtas, el demonio entonces adquirió características similares al dios Cernunnos, que encarnaba la fertilidad y la abundancia en los pueblos nativos.

Dios Pan

El sincretismo construido en pro de la expansión cristiana, curiosamente, también causó confusión dentro de los primeros 500 años de la denominada “edad media”, es decir aproximadamente hasta el primer milenio: culturalmente el demonio tendía a tener diferentes formas, varias de las cuales aún tenían características antropomorfas. Prueba de esto es el Museo Rafael Coronel, en Zacatecas, México; en donde dentro de más de 3000 máscaras exhibidas, hay una colección dedicada exclusivamente a las “máscaras del diablo”.

La representación de lo maligno va a llegar incluso hasta la persecución a la brujería en los primeros siglos del segundo milenio: las mujeres provenientes del norte de Europa, fieles creyentes de las sanaciones naturales y las religiones celtas, personificarían a las brujas de cabellos crespos y rojizos; pues la mujer en la edad media no tenía derecho a saber leer ni interpretar los textos religiosos. No es coincidencia que, en buen número de representaciones artísticas de esta época, María Magdalena se represente como una mujer con estas características físicas. De igual manera, la satanización de fiestas como el año nuevo celta (31 de octubre) fue una estrategia efectiva para ver en todas las culturas antiguas un enemigo tenebroso.

La estrategia del enemigo tenebroso y el miedo como herramienta, se siguen repitiendo una y otra vez desde entonces: el nazismo con los judíos, el racismo en la historia de los Estados Unidos, la comunidad LGTBI, y ahora el islamismo y los inmigrantes se han convertido en los enemigos personificados de lo “correcto”, mostrándose como temerosa la imagen de un venezolano desplazado o un hombre con un turbante. Mirar con prejuicios las costumbres y las personas desconociendo el contexto de su proveniencia nos devuelve a los orígenes de un diablo rojo, cornudo y con barba: la demonización de todo aquello que nos es extraño, sugiriendo implícitamente el exterminio de su existencia misma; lo cual nos lleva a cuestionarnos: ¿ha cambiado entonces solamente el contexto o es el ser humano capaz de evolucionar sobre sus propias creencias?



Sobre el autor

Alejandro Sánchez

Editor, Escritor

Alejo, o Flaco, para los amigos. Ingeniero civil, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y voluntario 4 años en AIESEC. Cuento con cursos en historia, ciencia, filosofía y religión. Amante de la vida, escritor apasionado. “Todo hombre es bueno a los ojos del Gran Espíritu” –Toro Sentado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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