Sociedad

Cuando se promueve el absurdo machista

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Ha estado circulando en estos días un video llamado “Mi historia de violencia sexual”, de Andrea, una joven mexicana que, al igual que yo, perteneció a una organización juvenil internacional llamada AIESEC, la ONG más grande a nivel mundial cuyo objetivo es El pleno desarrollo del potencial humano y la paz mundial. En su historia, narra el proceso que tuvo que vivir para enfrentarse al hecho de que, José Pablo, quien se hacía llamar su amigo, abusó sexualmente de ella mientras él se encontraba en estado de alcoholismo. Además, este abusador llegó a tener un alto cargo como miembro del comité nacional de AIESEC en México; desafortunadamente una situación bastante frecuente en un país marcado por el machismo y la minimización hacia la violencia de género. Si bien la organización no es culpable de los actos realizados por José Pablo, sí es bastante sorprendente que una persona que realiza este tipo de abusos se haya convertido en alto miembro de una ONG que se ha caracterizado por trabajar en pro de la inclusividad y cuyos valores no van alineados en absoluto con las acciones de José Pablo.

El día 11 de abril del presente año, el comité nacional de AIESEC en México emitió un comunicado en su cuenta oficial de Instagram anunciando el despido de José Pablo, proponiendo soluciones poco estructuradas que, además, exponen el nombre de la víctima, pero tapa parcialmente el nombre del agresor. Dicho acto refleja, consciente o inconscientemente, un tema muy importante a resaltarse: la complicidad generada en actos de violencia sexual al encubrir la persona que comete un abuso como el acontecido en esta situación. La revictimización es un tema realmente importante, ya que la tasa de denuncias es considerablemente baja (menor al 10%), y la falta de confianza en las instituciones del sistema judicial es solo una de las razones por las cuales las mujeres en su mayoría prefieren callarse el abuso en vez de presentar una denuncia. Si bien en el caso de Andrea, ella decidió tomar acciones legales contra el violador, la realidad refleja que muchas veces las mujeres callan los abusos por la falta de credibilidad por parte de la sociedad frente a estos hechos. En palabras de la doctora Inés Hercovich “Del total de víctimas que no van a denunciar, la mitad se refugia en el silencio porque quien las violó fue un familiar o una persona cercana, y eso lo hace mucho más difícil de vivir o de contar. La otra mitad no habla porque temen que no les crean. Y tienen razón, porque no les creemos (...) La víctima se mantiene en silencio porque íntimamente sabe que nadie, ni todos nosotros, ni su familia, ni la policía o los magistrados, estamos dispuestos a escuchar lo que sí hizo en ese momento”.

Muchas veces las mujeres callan los abusos por la falta de credibilidad por parte de la sociedad frente a estos hechos.

A raíz de la situación acontecida con el video, se generó una cadena de comentarios y publicaciones, en donde no solo se mostró apoyo a Andrea por su valentía al compartir su caso de abuso, sino que más mujeres empezaron a confesar casos de abuso que vivieron con personas que pertenecieron a la organización en un momento dado. Esto es muy importante, ya que refleja que muchas veces las víctimas de abusos temen contar sus historias al sentir que son culpables, e incluso podrían llegar a parecer “casos aislados”. De nuevo, la falta de apoyo y credibilidad de su entorno cercano afectan fuertemente su decisión a hacer públicos los casos de violencia sexual, contribuyendo a un peligroso y victimizante silencio. Como consecuencia de lo ocurrido, AIESEC internacional y un gran número de comités nacionales de diferentes países empezaron a emitir comunicados oficiales, en los que no solamente se manifestaban en contra de la violencia de género, sino que comunicaron planes concretos y estructurados para combatir la violencia de género dentro de la organización, y comités de prevención contra el acoso sexual.

Como mencioné al inicio, México ha sido un país fuertemente marcado por el machismo, al punto en el que en los últimos 5 años se duplicó el promedio de feminicidios a nivel nacional. Y si el caso de México muestra ser bastante grave, Colombia no se queda atrás: en los dos primeros meses del presente año se presentaron casi 40 feminicidios. Aunque para muchos hombres suene un tema bastante repetitivo, la violencia de género es una realidad existente y no puede ocultarse. Un gran número de mujeres son violentadas diariamente por el solo hecho de ser mujeres, y aunque la tasa de mortalidad en Colombia es mayor en hombres que en mujeres, a nosotros no nos matan por el hecho de ser hombres con la misma frecuencia que una mujer es violentada física o psicológicamente, o asesinada por el solo hecho de serlo.

Las burlonas publicaciones con mensajes como “paga tú el motel” o “es acoso solo cuando el que manda el piropo no es lindo y con plata” solo logran mostrar una interpretación pobre y superficial de lo que significa alcanzar la igualdad de género, en donde pagar un motel quiere igualarse en relevancia con ser violentada por considerar el género femenino algo inferior; dando paso a observaciones con pobres fundamentos como la realizada recientemente por Amparo Grisales, afirmando que “la caballerosidad se ha perdido por culpa del feminismo”.

El momento en el que un hombre se calla por encubrir a su amigo, sabiendo que cometió un acto de violación, se convierte en cómplice no solo del violador, sino del machismo sistemático...

La continua repetición de casos de feminicidio solo logra demostrar que no son “casos aislados”, sino la consecuencia de una cultura machista, reflejándose en la vulneración de derechos como el respeto a la integridad física y el libre desarrollo de la personalidad, dentro de los cuales nadie debería sentir miedo al salir por estar vestido de tal o cual manera. Y el problema se agranda más cuando, como en el caso del comunicado emitido por el comité nacional de AIESEC en México, el problema se encubre: el momento en el que un hombre se calla por encubrir a su amigo, sabiendo que cometió un acto de violación, se convierte en cómplice no solo del violador, sino del machismo sistemático que genera que la violencia de género sea un hecho tan común, hasta el punto de considerar que es la víctima quien tiene la culpa del abuso.

Irónicamente, se considera que los hombres no son (o no pueden ser) parte activa de la lucha por la igualdad de género, pero no se considera en muchos casos que acciones, consideradas como cotidianas o “normales”, tengan un trasfondo machista. Emborrachar a una mujer para acostarse con ella, manosearla sin permiso, enviar fotos privadas sin su consentimiento, o compartir con otras personas sus nudes promueve situaciones como la que tuvo que vivir Andrea, junto con muchas otras mujeres que diariamente son tratadas como objetos. Concluye la doctora Hercovich: “Me doy cuenta que al final lo que hacen las mujeres cuando se enfrentan a estas situaciones (la violación), es negociar. Negocian sexo por vida. Le piden al agresor que termine rápido, para que todo eso se termine lo antes posible y con el menor costo”.

La responsabilidad de la erradicación de una cultura patriarcal es algo que nos concierne a todas las personas, e incluso a las organizaciones, como bien lo reflejan las compañías de taxis que recientemente comunicaron que capacitarán a sus conductores con cursos de equidad de género. Al final, son en su gran mayoría los hombres quienes directa o indirectamente promueven la cultura machista, y viniendo de un hombre quien escribe la presente columna, extiendo la invitación a mis congéneres a replantearse si las acciones o ideas con las que nos expresamos diariamente, están contribuyendo a generar un camino en el que se erradique la violencia de género; y, sobre todo, a no quedarnos callados cuando veamos que estas situaciones están siendo practicadas por nuestros conocidos. Quien calla también es responsable por su silencio.



Sobre el autor

Alejandro Sánchez

Editor, Escritor

Alejo, o Flaco, para los amigos. Ingeniero civil, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y voluntario 4 años en AIESEC. Cuento con cursos en historia, ciencia, filosofía y religión. Amante de la vida, escritor apasionado. “Todo hombre es bueno a los ojos del Gran Espíritu” –Toro Sentado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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