Sociedad

El pensamiento frente a la sociedad del conocimiento

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A mediados de abril de 2020; el arqueólogo, historiador, antropólogo y doctor en geología, Eudald Carbonell, realizó una entrevista para el medio de periodismo investigativo CRÍTICO; en donde habla sobre las enseñanzas necesarias que deja el COVID-19 a los seres humanos como especie, el capitalismo, los futuros desastres, la importancia de la socialización del conocimiento, el cambio climático, posthumanismo, distribución de energías, entre otros temas.

Durante su entrevista, hablando sobre la poca humanización que promueve el sistema capitalista, el doctor Carbonell menciona que “(…) La sociedad del conocimiento es prehistórica y debemos evolucionar hacia la sociedad del pensamiento”, refiriéndose a la necesidad de generar cambios a nivel macro en la conciencia colectiva del ser humano, para garantizar la continuidad de su existencia y no generar un colapso, como lo han vivido otras especies en el pasado.

Si bien la globalización se considera que tuvo su punto de partida con la llegada de los españoles al continente americano (aunque otros expertos sitúan su origen en la ruta de la seda), el impulso que generó mayor impacto se dio desde finales del milenio pasado, en donde la interconexión generada ha unido diferentes rincones, personas y culturas de una manera jamás antes imaginada. Con un click se puede saber el resultado de un partido al otro lado del mundo, o seguir en vivo el resultado de las elecciones en Estados Unidos. La información compartida es una herramienta realmente poderosa, capaz de ser el medio para gigantescos cambios que pueden beneficiar o afectar al ser humano como especie. Los dos grandes inconvenientes son entonces que, primero, el conocimiento tiene ya los medios para expandirse y ser compartido universalmente, mas en la práctica esto no está sucediendo; y segundo, la globalización, la facilidad de acceso a información y las redes sociales, han llevado a confundir los conceptos de información y conocimiento. Si bien el primero de estos dos problemas es un gran inconveniente que se ha convertido en el obstáculo hacia una sociedad más educada, me centraré en el segundo aspecto en el presente artículo.

Revisemos el siguiente ejemplo: un niño de 13 años llamado Juan, tiene un libro de física de ondas en sus manos. Él debe copiar en el tablero la deducción científica a la que se llega con el experimento de la doble rendija (a través del cual se demuestra naturaleza ondulatoria de la luz). Al terminar de copiar, el niño tiene frente a sus ojos la información de uno de los experimentos más relevantes de principios del siglo XIX. Ahora, su profesor le pide leer a sus compañeros el texto del libro en donde describe qué es lo que acaba de copiar en el tablero. Juan sigue sin entender lo que tiene enfrente, dado que la cantidad de términos técnicos y el nivel explicativo que maneja el libro no fueron escritos para un niño de 13 años sin fundamentos previos de física de ondas y matemáticas avanzadas. Sin embargo, la información es verídica y está frente a él.

Ahora, analicemos otro caso: Ana estudia arquitectura, y al momento de la inscripción de materias, por falta de cupos no pudo inscribir dibujo técnico 1 con la profesora que quería. En cambio, quedó con el otro profesor que dictaba la materia. Este no es claro en sus explicaciones, lee diapositivas solamente, y cuando Ana realiza una pregunta, le dice que eso ya debió haberlo visto. El profesor evalúa el tema visto el martes, y el lunes por la noche Ana no ha encontrado mucha información respecto al tema. Su compañero le cobra 90 mil pesos por pasarle las respuestas. Ella depende de este examen para pasar la materia. Ana hace copia, a pesar de que se considera una persona honesta y no le agrada la idea de presentar un falso examen. Al final, pasa la materia, pero no conoce del tema, y este será necesario para entender las materias que verá el siguiente semestre. Aun así, en el sistema aparece como aprobada.

En ambos casos es bastante claro que la información está, pero el conocimiento es prácticamente nulo. La sociedad del pensamiento que menciona Carbonell se basa, necesariamente, en generar un aprendizaje y razonamiento sobre la información. Se trata de entender lo que se dice, y no generar un acumulamiento de información que, en muchos casos, será de dudosa utilidad si no se entiende.

Se trata de entender lo que se dice, y no generar un acumulamiento de información que, en muchos casos, será de dudosa utilidad si no se entiende.

Existe un debate bastante amplio respecto al concepto de “conocimiento inútil”. Muchas personas consideran que, por ejemplo, una persona que tiene un tipo de inteligencia en donde se ponderan las habilidades deportivas sobre las matemáticas, no debería estar memorizando las fórmulas de trinomio cuadrado perfecto o la energía cinética de un objeto en un punto determinado. Sin embargo, esta posición también implica que, por ejemplo, conocimientos como los razonamientos filosóficos de la antigua Grecia o la naturaleza del ser que se ha debatido por varios siglos resulta ser un conocimiento inútil, dado que su aplicabilidad es prácticamente nula. La filosofía en este aspecto es una ciencia muy poco valorada, ya que a pesar de que el uso de conceptos como “la naturaleza del ser” difícilmente nos ayudará a expandir nuestro entendimiento del genoma humano o controlar la energía geotérmica más eficientemente, sí nos lleva más cerca de lo que somos como especie. Un ejemplo claro de esto fue la conclusión a la cual llega René Descartes hace ya casi 4 siglos, en su obra “El discurso del método”: Je pense, donc je suis. Yo pienso, entonces yo soy.

Para entender mejor la naturaleza de dicho razonamiento, resulta bastante interesante considerar que, la mal traducida y mal interpretada frase “Pienso, luego existo”, es el resultado de un profundo análisis sobre la duda metódica desarrollada por Descartes. Después de buscar un método que unificara las ciencias y el conocimiento, el filósofo francés resuelve usar la duda como medio para salir de la duda, y cuestionar todo aquello que pueda ser cuestionado. Al percibir que los sentidos son un medio engañoso para comprobar la veracidad de las cosas, concluye que las leyes aritméticas y geométricas son aquello no empírico que puede explicar las cosas sin razonamientos subjetivos. Entiende entonces que, para llegar a esta conclusión, tuvo que cuestionar y dudar de las cosas, y que incluso si al dudar se equivocaba, él estaba pensando aquello que pensaba. Concluye entonces, que él es “una cosa que piensa”, aquello de lo que no puede dudar en absoluto; una conclusión bastante interesante: la esencia del ser humano es pensar, y la capacidad de razonar está presente en todas las personas.

La esencia del ser humano es pensar, y la capacidad de razonar está presente en todas las personas.

Si consideramos el concepto que plantea Descartes, la sociedad de la información en la que vivimos actualmente nos aleja de la propia naturaleza que poseemos todos, la de pensar. La falta de análisis frente a la información que recibimos y que, en la era de la globalización, nos bombardea constantemente, hace que seamos fáciles esclavos de quienes sí usan su capacidad de análisis, y que muy constantemente usan la desinformación para su propio beneficio.

Si bien es bastante cierto lo que plantea el doctor Carbonell respecto a la necesidad de compartir el conocimiento a escala global para nuestra supervivencia como especie, el bombardeo de información no generará progreso si la gran mayoría de las personas siguen creyendo cada cosa que leen, y dejan de usar el discernimiento que llevan naturalmente para distinguir la información engañosa del conocimiento útil. En momentos de crisis como el que se vive actualmente gracias a los impactos producidos por la pandemia, es necesario volver a lo que nos identifica como humanos si queremos evitar un colapso junto a nuestro entorno: la capacidad de pensar.



Sobre el autor

Alejandro Sánchez

Editor, Escritor

Alejo, o Flaco, para los amigos. Ingeniero civil, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y voluntario 4 años en AIESEC. Cuento con cursos en historia, ciencia, filosofía y religión. Amante de la vida, escritor apasionado. “Todo hombre es bueno a los ojos del Gran Espíritu” –Toro Sentado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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