Sociedad

Espectropolítica

Tiempo estimado de lectura: 6 min
2021-08-05 por Hans Cornehl

La nostalgia se ha convertido en la patología por excelencia de la sociedad moderna: una suerte de peste amnésica anterógrada cuya condición característica recae en la incapacidad de crear nuevas memorias y así aferrarse a los acontecimientos del pasado lejano. De aquello deviene una sociedad que es incapaz de pensarse en su actualidad, tanto política como estéticamente, produciendo una ruptura en la concepción del tiempo lineal moderno. En ese sentido, el pasado sigue siendo: en él encontramos nuestro refugio y consuelo debido a que nuestro presente no se logra mostrar ante nuestra mirada desnuda, convirtiendo la nostalgia el paradigma constitutivo de la experiencia contemporánea. En términos políticos esto se traduce en la rememoración por las ideologías difuntas, cuyos espectros nos llevan a un permanente estado de duelo1.

“Time is out of joint” (El tiempo está fuera de quicio) es la frase shakesperiana que se ha convertido en la piedra angular de la filosofía hauntológica (la ontología de lo ausente) de Jacques Derrida y Mark Fisher. La presencia de lo ausente, o la ausencia de lo presente, es la condición dual de lo espectral que en sí produce una irrupción de un tiempo lineal: el pasado como figura fantasmagórica que penetra el tejido del presente, creando momentos espectrales, es decir, “un momento que no le pertenece al tiempo” (Derrida). En aquellos instantes el tiempo se fracciona, el pasado se hace presente y el presente se desarticula, generando una severa distorsión en la experiencia temporal secuencial. Con esta presencia del pasado espectral, las fronteras entre lo vivo y lo muerto se diluyen cada vez más hasta convertirse indiferenciables entre sí, característica que Juan Rulfo, escritor hauntológico por excelencia, pudo escenificar en su versión fantasmal de Comala.

¿Has oído alguna vez el quejido de un muerto? – me preguntó a mí.
-No, doña Eduviges.
-Más te vale

(Pedro Páramo, Juan Rulfo)

Esta ruptura temporal se puede explicar a partir de su propia obsesión moderna: el advenimiento anunciado de la sociedad “dromocrática”, concepto acuñado por el arquitecto francés Paul Virilio. La palabra griega dromos designa “carrera” o “pista de carrera”, significando entonces el gobierno de la velocidad, paradigma que para Virilio mejor ejemplificaba la condición política de la era contemporánea. En efecto, el pensador francés constató: “no hubo una "revolución industrial", sino sólo una "revolución dromocrática"; no hay democracia, solo dromocracia; no hay estrategia, solo dromología”. La modernidad, por lo tanto, es un proyecto gubernamental de la velocidad, un despliegue de tecnologías militarizadas que efectúan un poder hiperacelerado sobre la población que se traduce en un asalto violento que instrumentaliza al movimiento como un arma de guerra y lo pone al servicio del Estado, que a su vez es un veedor de este. Dicho marco le permite a Virilio (para bien o para mal) superar la diada de clases efectuada por el marxismo tradicional y lo reemplaza por una estructura perpetrada por una clase militar-policial que tiene un efectivo control sobre la circulación de su población:

“El poder político del Estado, por tanto, es sólo secundariamente "poder organizado por una clase para oprimir a otra". Más materialmente, es el polis, la policía, es decir, la vigilancia de las carreteras, en la medida en que, desde los albores de la revolución burguesa, el discurso político no ha sido más que una serie de repeticiones más o menos conscientes de la vieja poliorcética comunal, confundiendo el orden social con el control del tráfico (de personas, de mercancías), y revolución con revuelta, trancones, estacionamientos ilegales, choques múltiples, colisiones.”

La modernidad, por lo tanto, es un proyecto gubernamental de la velocidad, un despliegue de tecnologías militarizadas que efectúan un poder hiperacelerado sobre la población que se traduce en un asalto violento que instrumentaliza al movimiento como un arma de guerra y lo pone al servicio del Estado, que a su vez es un veedor de este.

Las sociedades dromocráticas nacen de una emancipación del tiempo sobre el espacio, es decir, las unidades temporales vienen a definir nuestras concepciones espaciales. Lo anterior se puede evidenciar en nuestras expresiones diarias: “Llegamos en cinco minutos” se suele usar más que una expresión como “faltan cinco kilómetros para llegar” para denotar un concepto de distancia. Esto, más que retratar un simple empleo lingüístico, implica una profunda característica de la dromología debido a que entendemos nuestra experiencia más en términos temporales que espaciales. Somos, por lo tanto, sujetos en constante desplazamiento e inmersos en flujos horarios, el espacio se colapsa sobre nuestros pies y nos alzamos como cuerpos metálicos o informáticos. El filósofo Edward Casey complementa diciendo:

“Las migraciones forzadas de pueblos enteros, junto con la continua deriva por parte de muchos individuos, sugieren que el mundo no es más que un escenario de desplazamientos sin fin; la difusión masiva de la tecnología electrónica, que hace irrelevante dónde se encuentra siempre que pueda conectarse con otros usuarios de la misma tecnología. Cada uno de estos fenómenos es verdaderamente "cósmico", es decir, literalmente mundial, y cada uno exhibe un dromocentrismo que equivale al temporocentrismo escrito en grande: no solo el tiempo, sino el tiempo acelerado (dromos connota correr, carrera, hipódromo) es la esencia de la época. Es como si la aceleración que Galileo descubrió como inherente a la caída de cuerpos hubiera llegado a invadir la Tierra (concebida como una única escena de comunicación), convirtiendo al planeta en una aldea global no en un sentido positivo, sino como un lugar sin lugar"

En este sentido, nos encontramos en una época pos-espacial: los obstáculos topológicos se destruyen y se superan, ya sea la montaña siendo atravesada por un tren bala, la atmósfera siendo penetrada por una nave espacial o la misma distancia siendo suprimida por una videollamada. La tecnología informática, en especial, genera en el sujeto una doble presencialidad, una suerte de clon que emerge de las pantallas (Virilio ya hablaba de la existencia de la clonación). Al respecto, en conversación con el arquitecto francés, Sylvère Lotringer hablaba de una arquitectura espectral (¿la pos-arquitectura?): moradas perpetradas por espectros, virtualidades que pueblan los espacios íntimos y superficies digitales que reemplazan paredes.

En las sociedades dromocráticas no queda más que entenderse en el pasado ya que la hipervelocidad transfigura el presente, escindiendo del cuerpo y el paisaje. El sujeto ante el encuentro con el vacío recurre a los paisajes de antaño y se refugia en sus raíces. Las políticas neoconservadoras apelan a esa forma de recuerdo reaccionario: “Make America Great Again” reúne perfectamente el slogan dromológico. De nuevo, Edward Casey nos dice que nos encontramos padeciendo una nostalgia aguda semejante a los indígenas desplazados de sus territorios, ya que el hombre moderno se encuentra sin un hogar que pueda llamar suyo, optando, por el contrario, a políticas expansionistas y coloniales con el fin de aumentar su lebensraum (espacio vital) -lógica expansionista que utilizó la ideología Nazi para su campaña militar por Europa. En cierto sentido, los fascismos europeos fueron políticas que propendieron por la resucitación de sus pasados imperiales.

Solo en una sociedad dromológica se puede declarar algo semejante a un “fin de la historia” en el que el tiempo se suspende por su propia aceleración: “There’s no time here, not any more” – declara Mark Fisher. No se trata, sin embargo, de maldecir el pasado y condenarnos al olvido, sino, por el contrario, de convertirlo en una fuerza emancipadora que logre liberar el hombre de las cadenas de la historia. Solo queda, en últimas, mover las ruedas de la historia y echar raíces sobre la tierra.

  • 1. La política espectral la abordé en el artículo “El siglo de los muertos”. Naturalmente, este artículo es una extensión de los temas abordados en aquel ensayo.

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Podcast

Conversando con el sello

T2 E1 - Espectropolítica
- Hans Cornehl

Este escritor debuta en el podcast con un episodio que te hará pensar y reflexionar sobre tu realidad y cómo vives tu vida en la sociedad moderna. Partiendo desde la filosofía y la política, y hablando de todos los espectros que existen, damos a lugar esta experiencia inmersiva “hablando de todo un poco” para todos ustedes.
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2021-08-28 por Sara Juyo Morera y Juan David Díaz Molina un producto Cara & Sello



Sobre el autor

Hans Cornehl

Escritor

Un ser-ahí obsesionado por lo cotidiano. Me encuentro entre las cosas ocultas que intento develar por medio de la reflexión filosófica, geográfica y política. Soy estudiante de Ciencia Política, vegetariano y amante de los gatos.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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