El fútbol femenino ha atravesado muchas dificultades. En todo el mundo las futbolistas han tenido que enfrentar diversos problemas como la inequidad salarial con respecto a los equipos masculinos, la mala gestión de los recursos, el acoso, la discriminación, entre otros, pero en Colombia hay que hablar del escándalo más reciente, la falta de planeación y desarrollo de los torneos.
Mientras en redes sociales vemos el hashtag #ConEllasPorLaCopa, haciendo alusión a la realización de la Copa América femenina en Colombia, la Dimayor anuncia que no se realizará la Liga Femenina en el segundo semestre, ya que “no es una liga profesional” al solo contar con la confirmación de la participación de siete clubes.
Es claro que un torneo serio no se puede realizar solo con siete clubes, eso no se discute, pero ese aspecto es solo la punta del iceberg de una problemática que va más allá de la falta de constancia en los torneos femeninos en nuestro país. Mucho se habla de inclusión en el mundo del fútbol, y aunque hay selecciones femeninas como la estadounidense o la española, que han tenido avances significativos en aspectos como la equidad en los salarios, la realidad colombiana está a años luz de distancia de un cambio como ese.
Los esfuerzos y las inversiones que se hacen con respecto al fútbol masculino no tienen punto de comparación, parece que los pocos partidos y torneos femeninos que se realizan en Colombia son exclusivamente una cortina de humo para alegar inclusión y algún tipo de avance dentro del universo del fútbol femenino, pero compromisos reales no hay.
Para que los deportistas lleguen a niveles de competencia profesionales tienen que tener la posibilidad de entrenar, participar en torneos y tener continuidad en los mismos, pero a las futbolistas no se les da siquiera la oportunidad. El hecho de haber planteado una Liga en el segundo semestre es un buen inicio, pero si solo unos pocos clubes pudieron garantizar su participación es porque los problemas económicos aún abundan. Si los clubes no son capaces de costear salarios dignos para sus jugadoras, es imposible considerar que cuenten con recursos para la concentración, uniformes o viáticos. Esto condena a las jugadoras a buscar los recursos para seguir pagando sus propios vuelos o a asumir los costos para ir a las convocatorias, mientras que los futbolistas no tienen esas preocupaciones, pueden asistir a torneos internacionales, cobrar salarios extremadamente altos e ir a jugar la Copa Libertadores y perder 7-1 sin ningún problema.
Las incoherencias que giran en torno al fútbol femenino son abismales, mientras tenemos a directivos sacando pecho por la realización de la Copa América hay jugadoras de muy alto nivel como Yoreli Rincón, Vanessa Córdoba, Natalia Gaitán, Melissa Echeverri o Daniela Montoya que están vetadas de la selección nacional porque en 2019 decidieron denunciar los malos manejos que se han tenido en el fútbol femenino. A pesar de que dichas jugadoras se destacan en el extranjero, no volvieron a ser convocadas para los partidos de la tricolor, “ellas hicieron las denuncias y la respuesta es sacarlas de la Selección Colombia y después acabar con la Liga”.
El ideal sería poder establecer una liga femenina profesional y constante que les permita a las jugadoras potenciar ese buen nivel con el que llegan a sus clubes y a la selección nacional, pero hasta que no se les deje de ver como “niñas” que corren detrás de un balón y no como lo que son, deportistas de alto rendimiento, el fútbol seguirá siendo para todos…los hombres.
El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello