Sociedad

¿Hogar dulce hogar?

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Para muchos de nosotros el hogar es nuestro lugar seguro, es ese espacio en el que compartimos la vida con las personas que más queremos y, en la mayoría de casos, sentimos seguridad, cariño y paz al estar en él. Simplemente podemos ser nosotros, pero para muchas personas ese sentimiento de confianza y estabilidad no se encuentra en ese hogar, porque dentro de ese espacio que nosotros consideramos seguro, solo se ven constantemente violentadas sin que nadie haga algo al respecto. La violencia también empieza en casa.

Cuando en el proceso de desarrollo de un ser humano se rompen esos lazos de amor, respeto y seguridad que deberían tener con las personas con las que se comparten esos vínculos primordiales, niños, niñas y jóvenes pueden tener enormes traumas y consecuencias a largo plazo por el simple hecho de que no se cuidó de ellos de forma adecuada. Si bien hay muchas formas de violencia (física, psicológica y/o sexual) que pueden surgir dentro de un hogar es importante hablar de los efectos que pueden tener en las niñas y jóvenes el embarazo adolescente.

Es común pensar que un embarazo es una bendición, el hecho de traer otro ser al mundo es para muchas mujeres un proceso de cambio al que quieren llegar e inevitablemente trae mucha alegría a los padres y a su círculo cercano, si el embarazo es deseado, pero el panorama se torna muy distinto y difícil cuando en vez de mujeres adultas en total manejo de sus capacidades y conciencia sobre el cambio que su vida va a tener, tenemos niñas o adolescentes que no solo no tienen las condiciones económicas, físicas y psicológicas para estar embarazadas sino que además hablamos de que muy posiblemente ellas hayan sido violadas dentro de su mismo entorno familiar.

Según el DANE, para el II trimestre de 2021 se registró un aumento anual de 6,3% en el número de nacimientos en niñas y adolescentes entre 14 y 19 años, pasando de 24.849 a 26.405 y los nacimientos en niñas menores de 14 años incrementaron un 22.2%. De por sí las cifras son alarmantes, pero a esto hay que sumarle el factor del contexto, aunque muchos llaman a este periodo “post pandemia” hay que destacar que muchos colegios públicos o privados aún no han retomado sus actividades presenciales y el Ministerio de Educación afirma que hasta el segundo semestre del 2021, volverá la presencialidad en todas las instituciones educativas públicas y privadas del país. De esto podemos deducir que las jóvenes y niñas que hacen parte de las estadísticas mencionadas pasaban la mayoría del tiempo en sus hogares en confinamiento, por lo que la responsabilidad del embarazo podría recaer en su círculo cercano.

De esto podemos deducir que las jóvenes y niñas que hacen parte de las estadísticas mencionadas pasaban la mayoría del tiempo en sus hogares en confinamiento, por lo que la responsabilidad del embarazo podría recaer en su círculo cercano.

Hay varios factores que inciden en el embarazo de niñas y adolescentes y lo hacen más propenso en ciertos casos, primero está el factor intrapersonal individual (escolaridad, conocimiento de la salud sexual y reproductiva, y de métodos anticonceptivos, etc.); factores interpersonales (relaciones entre pares, el nivel socioeconómico del hogar, estructura familiar y violencia intrafamiliar, entre otros) y factores contextuales (violencia estructural, normas institucionales, políticas sociales, condiciones comunitarias y cambios demográficos). Es decir, estos embarazos son más probables en comunidades con pocos recursos económicos, nula educación sexual y en zonas alejadas del centro de los países, según la organización mundial de la salud, en países de ingresos medianos y bajos más del 30% de las muchachas contraen matrimonio antes de los 18 años, y cerca del 14% antes de los 15 años.

Parte importante del tema es la falta de orientación y educación sexual alrededor del tema porque priman las opiniones mojigatas y conservadoras que ven la abstinencia como la única forma de prevenir los embarazos en niñas. Por ese constante tabú es posible que las jóvenes se sientan demasiado cohibidas o avergonzadas para solicitar servicios de anticoncepción, preguntar sobre sexo o sobre salud reproductiva lo que las hace más propensas a mantener relaciones no consensuadas, a enfrentar por si solas un embarazo no deseado o a contraer enfermedades de transmisión sexual lo cual no solo es un problema para la niña o adolescente sino que también desemboca en un problema de salud pública o en problemas judiciales (en casos de violaciones).

Cuando se mantienen conversaciones serias sobre este tema se cuida y se garantiza que dos vidas se vivan a plenitud, primero la madre adolescente comprende que aún tiene mucho por experimentar en lo individual y un proyecto de vida que construir y segundo, se pueden traer al mundo niños y niñas con padres plenamente conscientes y preparados (en todos los sentidos) para criar a sus hijos lo cual les da más posibilidades de tener una mejor infancia y desarrollo. Simplemente no podemos permitir que nuestras niñas sigan siendo abusadas, porque adicional al delito del que son víctimas, se ven expuestas a embarazos no deseados.

Es muy grave que, si las niñas o adolescentes no pueden ir al colegio por cualquier circunstancia de fuerza mayor, las estadísticas de embarazos aumenten y que aún así las campañas de prevención y la enseñanza de métodos anticonceptivos no sean algo generalizado en nuestra sociedad y se siga dejando la prevención de embarazos y los trámites judiciales sobre violaciones como el último punto en la agenda, haciendo que la protección de niñas y adolescentes no sea una prioridad.

Además este tipo de embarazos conllevan grandes riesgos para las madres adolescentes y el peligro aumenta aún más si hablamos de niñas, las condena a la pobreza si no cuentan con la suerte de acumular los recursos adecuados para mantener a otra persona y muchas veces no pueden continuar con su proceso educativo, tanto la madre como el bebé se enfrentan a problemas de malnutrición, partos prematuros, embarazos unidos a ETS, niños con trastornos en el desarrollo y malformaciones y un 50% de probabilidades más de morir en las primeras semanas de vida como también se puede dar la muerte de la madre al momento del parto y se pueden dar complicaciones debido a los abortos clandestinos, como sepsis o hemorragias graves.

Pero los efectos no son solo físicos, a nivel psicológico las madres pueden enfrentar traumas por el parto o por un aborto provocado o espontáneo, miedo al rechazo, depresión, ansiedad, estrés y problemas familiares, rechazo del bebé o aparición de trastornos emocionales graves y se generan lazos de dependencia a relaciones disfuncionales o perjudiciales que pueden desencadenar en violencia intrafamiliar entre otros.

Es muy grave que, si las niñas o adolescentes no pueden ir al colegio por cualquier circunstancia de fuerza mayor, las estadísticas de embarazos aumenten y que aún así las campañas de prevención y la enseñanza de métodos anticonceptivos no sean algo generalizado en nuestra sociedad y se siga dejando la prevención de embarazos y los trámites judiciales sobre violaciones como el último punto en la agenda, haciendo que la protección de niñas y adolescentes no sea una prioridad. Además de esto, es clave que celebremos siempre la maternidad, pero no cualquiera, que sea una maternidad segura, feliz y viable; no todos los embarazos se reciben de la misma manera, pero si debemos garantizar que el ser madre nunca más sea una tortura, sino que realmente sea una bendición.



Sobre la autora

Laura Sofía Cabrera Jaimes

Directora del Área de Escritores

"Tal vez no pueda cambiar el mundo, pero sí el pedacito que me toca"
Pronto internacionalista, mientras tanto disfruto dar mi opinión, aprender de distintos temas y poder analizarlos en el proceso. Recién entrada a los 20. Rola. Amante del fútbol, los perritos, la fotografía y de cantar desafinado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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