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Pasivas, tranquilas, compresivas, amorosas y felices por siempre es el prototipo de mujer que nos imponen los muñecos animados, esas historias de Disney donde la princesa vive en busca de su príncipe azul, ese que la protege ante la adversidad, la soledad, los problemas y quien le soluciona la vida. Nos criaron viendo televisión y películas donde la finalidad femenina es encontrar a un hombre a pesar de todo, buscando sentido a la vida a través de una figura masculina, un príncipe grande, con buena musculatura y poder económico que nos supla cualquier necesidad. Una feminidad forzada por las películas, una delicadeza que no se puede perder, una apacibilidad digna de damas en sus castillos y una búsqueda incansable de un hombre majestuoso, eso nos inculcó la industria Disney.
Una feminidad forzada por las películas, una delicadeza que no se puede perder, una apacibilidad digna de damas en sus castillos y una búsqueda incansable de un hombre majestuoso, eso nos inculcó la industria Disney.
La mujer ejemplar, en esta industria, es un sinónimo de misoginia y machismo. Claramente es una guía de normas, de conductas sociales para las mujeres, donde debemos ser buenas, amables, estar entre los estereotipos de belleza y obviamente; virginales. La única manera de encontrar el amor es dentro de estos estándares, los que deben ser cumplidos con riguroso juicio, y si esto no sucede, entrará la sociedad en un papel de verdugo, de juez y dictador, recordando siempre aquello que se debe hacer para ser buena mujer.
Es así, que cuando miramos con detenimiento alguna de estas películas, podemos darnos cuenta que la secuencia es la misma; jóvenes frustradas porque el amor de su vida no ha llegado, porque sus vidas son sometidas por sus padres, por ejemplo La sirenita, La bella durmiente, La cenicienta, Blanca Nieves… por mencionar algunos pocos casos. Mujeres que durante la trama de sus respectivas historias, deciden sacrificar algo de su vida por encontrarse con su amado, renuncian a su voz, a su comodidad, a su libertad y a su propia personalidad, sea cual sea.
De esta manera, es de destacar que lo diferente a ello no tiene cabida, las “feas” no merecen amor, un destino distinto a la amargura y la soledad, no están permitidos. Mujeres envidiosas y poco empáticas, representan el lado perverso de las historias, donde solo se busca alejar a la princesa de su sueño de ser amada, con toda serie de artimañas, embrujos o embustes. Mujeres gordas, ojerosas, corpulentas, con vestidos oscuros y unos parpados de color negro y algunas tonalidades moradas, representan la maldad, además de alguna verruga que la haga menos merecedora del protagonismo de la historia.
Esta afirmación no implica que la búsqueda del amor verdadero no sea un acto feminista, lo es claramente, solo que cuando la sociedad forma parte fundamental de esta decisión, esta acción deja de ser consecuente con la felicidad misma de las mujeres.
Una representación sexista del deber ser femenino, donde aquello que se retira de la perfección es lo perverso. Sin embargo, Disney nos ha enseñado también que esas mujeres representadas de esta manera, podrían ser una buena representación del feminismo. Donde una mujer independiente, decidida y empoderada no busca la finalidad de su vida por medio de una compañía masculina, sino del trabajo propio y el amor a sí misma, independientemente de la manera en la que la sociedad la observe. Sin embargo, esta afirmación no implica que la búsqueda del amor verdadero no sea un acto feminista, lo es claramente, solo que cuando la sociedad forma parte fundamental de esta decisión, esta acción deja de ser consecuente con la felicidad misma de las mujeres. Por lo que el valor y fuerza que Disney le da a sus antagonistas, las hace de sobremanera mujeres feministas dentro de una industria que entonces tenía como objetivo directo, adoctrinar dentro de un espectro social conservador y sesgado.
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