Sociedad

No se aguantan la falda

Tiempo estimado de lectura: 4 min
2021-06-10 por Daniela Pedraza

El acoso sexual callejero es entendido y definido por diferentes grupos defensores de Derechos Humanos como una práctica que tiene relación con silbidos, comentarios con una alta connotación sexual, miradas, gestos obscenos, etc. Esta práctica es sufrida, en su mayoría, por nosotras, las mujeres, y esto se debe también a la idea de que el cuerpo de la mujer se encuentra totalmente sexualizado. Estas acciones son ejercidas en diferentes espacios públicos y generan malestar, incomodidad e inseguridad en nosotras; e incluso, podemos llegar a sentir que nuestra privacidad y nuestro cuerpo son agredidos.

Siempre me ha gustado usar vestidos o faldas, pero no me acordaba de la sensación y la carga que tienen estas prendas al salir a la calle. Desde hace unos meses, y con todo el tema de la pandemia, las cuarentenas y todo el encierro, no había vuelto a usar un vestido o una falda. Hace unos días, tuve que ir a mi universidad y decidí volver a usarlas.

Estas acciones son ejercidas en diferentes espacios públicos y generan malestar, incomodidad e inseguridad en nosotras; e incluso, podemos llegar a sentir que nuestra privacidad y nuestro cuerpo son agredidos.

¿Será que está muy corta? ¿Será que mejor me devuelvo y me cambio? ¿Mejor un pantalón? En menos de tres cuadras, me invadieron todas estas preguntas y una sensación de desespero, inseguridad y vulnerabilidad. Estoy segura de que no soy la única que ha tenido esta sensación: ¡la de querer salir corriendo para que dejen de mirarme las piernas! Y es que es increíble que una prenda de vestir cause tanta “sensación” en los hombres y que haga que todos sus instintos de “macho” salgan a flote.

Esa combinación entre miradas y comentarios que ninguna de nosotras ha pedido es lo que hace que como mujeres tengamos un miedo más, aparte de todo por lo que podemos tener miedo de salir a la calle, ahora también sumamos el hecho de no poder salir usando una falda o un vestido. Algunos hombres no han entendido que no estamos pidiendo su opinión de nuestras piernas ni de nuestro cuerpo, y que estas prendas de vestir no deben tener esa carga para nosotras, una falda no debería ni debe ser sinónimo de pánico.

Es muy triste afirmar que ninguna de mis amigas o conocidas ha estado alejada de sufrir algún tipo de acoso en la calle y que incluso, en algunas de las situaciones, las cosas han ido más allá de una mirada, un silbido y una palabra. Es por esto que es importante que pongamos el tema en reflexión y, sobre todo, que podamos hablarlo y plantearlo incluso en nuestro círculo más cercano.

El acoso es un tipo de violencia que se encuentra normalizado o invisibilizado por ciertas personas dentro de la sociedad y sobre todo por quienes lo ejercen, haciendo que incurran en este tipo de acciones cada vez con más recurrencia y sin importar las afectaciones que tenga esto para las personas sobre las que se ejerce este tipo de violencia. Y sí, puede que a simple vista, las consecuencias no parezcan graves ni trascendentales, pero el hecho de tener que modificar la forma en la que queremos vestirnos buscando desincentivar el acoso es un claro ejemplo de la violencia de género, o qué pasa también con el hecho de tener que cambiar un recorrido habitual por temor a pasar por el mismo lugar donde hemos sido “piropeadas”, o tener que modificar los horarios para salir a la calle, saber que no podemos estar en la calle de noche, solas y mucho menos con un vestido o una falda.

El hecho de tener que modificar la forma en la que queremos vestirnos buscando desincentivar el acoso es un claro ejemplo de la violencia de género...

La calle ya es un espacio bastante inseguro como para que a nosotras se nos sume un miedo más. Y es que de verdad desearía sentirme segura en la calle, al menos en lo que corresponde a poder vestirme como yo quiera y decida. No tengo por qué desear salir corriendo, no quiero tener que dejar de usar mis vestidos ni mis faldas, quiero dejar de pensar que mejor no uso falda porque ya sé que en algún momento del día alguien me va a hacer sentir incómoda por ir así vestida. Ninguna de nosotras tiene por qué cambiar su forma de vestir porque algunos hombres hacen de la calle un espacio inseguro para nosotras. Y es que ni yo, ni ninguna debería tener miedo; porque los hombres tienen que entender que si uso un vestido no es para ellos, que no estoy pidiendo sus comentarios en la calle sobre cómo me queda mi falda o cómo luce mi cuerpo con ella. Básicamente, quiero que entiendan que es una cuestión de respeto y que la calle tiene que dejar de ser un espacio inseguro para nosotras, con la ayuda de ustedes.

¡Entonces aguántense la falda y ahórrense los comentarios!



Sobre la autora

Daniela Pedraza

Escritora

Mujer. Colombiana. Socióloga con Mención en Derechos Humanos y Justicia Transicional. Enamorada de los perros, los girasoles y los atardeceres. Con interés y amor por los temas, luchas y causas sociales.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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