Sociedad

Por un mundo más “verde”

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Debido al cambio climático y a los desastrosos efectos que ya venimos enfrentando, líderes mundiales y organizaciones internacionales han buscado la forma de disminuir los impactos que generamos en el medio ambiente y uno de los enfoques principales ha sido la reducción de la emisión de dióxido de carbono en la atmósfera a cero. Para lograr esta iniciativa se ha puesto sobre la mesa el uso de la energía eólica, solar, hidráulica e incluso la nuclear, pues estas no generan ningún tipo de emisiones, pero desde la invasión de Rusia a Ucrania, la necesidad de acelerar el recambio energético se ha vuelto indispensable.

Desde que el cambio climático se vio como un problema para la humanidad, se han realizado varias conferencias, protocolos y foros internacionales en pro del cuidado del medio ambiente, estableciendo planes, calendarios, metas e incluso compromisos que buscan vincular a la comunidad internacional para reducir los gases de efecto invernadero y limitar el aumento de la temperatura de la tierra. Por los niveles de inversión y desarrollo tecnológico que estos cambios requieren, muchos países se han comprometido a generar cambios, pero en la realidad no se han llevado a cabo con la rapidez y contundencia necesarias, ya sea porque sus economías dependen de la extracción de los recursos naturales, porque no poseen el dinero suficiente para invertirle al recambio energético o porque no hay suficiente voluntad política para llevar a cabo la transición a pesar de que si poseen los recursos económicos.

Sin embargo, durante 2022, la mayoría de los países de Europa se han mostrado mucho más flexibles a impulsar ese cambio de fuentes de energía porque ellos vieron en jaque su suministro de gas y petróleo debido a las sanciones económicas impuestas a Rusia y su dependencia a esos dos combustibles, por lo que debieron enfocar sus opciones en medidas que les permitieran la autonomía energética. Esa modificación hacia energías limpias no es un movimiento altruista o filántropo, es pura supervivencia y defensa de su soberanía, por lo que mientras instalan las energías renovables deben mejorar la eficiencia a medio plazo para responder a las crisis energética y climática, pues deben prepararse para el invierno.

Si, por supuesto que es importante que los países le inviertan a la transformación energética, sobre todo si son aquellos que tradicionalmente han emitido más CO₂ a la atmósfera, pero hay que recalcar que este cambio no se da por conciencia ambiental, sino porque se dieron cuenta de que su abastecimiento energético no puede depender de un tercero. El contexto conflictivo entre Ucrania y Rusia dejó claro que hay que apostarle a la autonomía energética por medio de las energías renovables para que los combustibles fósiles no sean un factor de manipulación en contextos de guerra o conflicto, lo que pone en serios problemas la seguridad nacional de los Estados dependientes de las importaciones, además del hecho de que hablamos de recursos no renovables cuyo precio ha aumentado considerablemente.

Incluso, si prestamos atención al discurso para luchar contra el cambio climático, ya no se habla de revertir los efectos negativos que hemos causado, sino que el enfoque va hacia la adaptación, es decir, a aprender a vivir con ellos porque en el fondo, los Estados no van a intercambiar su crecimiento o desarrollo económico por apuntarle a una mejora en el medio ambiente, pero si el uso de energías renovables les permite fortalecer su soberanía y con ellas pueden mostrar una imagen más “verde”... bienvenido sea.

El problema ahora es que ese cambio energético viene con un costo fuerte para países y comunidades específicas, que es el que pocas veces se toma en cuenta. Las energías limpias son muy importantes porque nos permitirían llegar a cero emisiones netas de carbono y se calcula que crearán 2,5 millones de empleos en electricidad basada en energías renovables, compensando unos 400.000 empleos perdidos en combustibles fósiles lo cual es muy positivo, pero para que esto sea posible son indispensables minerales como el cobre, níquel, tierras raras, litio y coltán.

Esos minerales son en su mayoría explotados por países como Australia, República Democrática del Congo, Chile, China e Indonesia, pero el procesamiento de todos los minerales está liderado por China, quien es el país que obtiene la mayoría de los beneficios de cadena de producción, pues se encarga de la parte que necesita más profesionalización y tecnología. Además, se estima que los precios del cobre, níquel, tierras raras, litio y coltán van a aumentar debido a que su demanda se incrementará al igual que sus costos de producción.

Aunque estos minerales son necesarios para promover la transformación energética, es necesario considerar que son recursos naturales que se seguirán extrayendo de la tierra, se seguirán necesitando personas como los congoleños que arriesguen su vida por obtener esos minerales y, por ende, habrá potencias que buscarán tener control sobre ellos con el fin de garantizar un mercado rentable y una independencia energética. Si realmente se le estuviera apostando a un mundo más verde, se buscarían opciones en las cuales no solo parte de la cadena de producción se lucrará de estos procesos, sino que fuera más o menos equitativo.

La discusión del cambio climático y sus efectos es importante porque es un tema de todos, tanto países pobres como ricos deben encaminarse hacia la transición, pero si previo a que esto suceda el sistema ya se balancea a favor de quienes tienen los recursos y la tecnología, el panorama no va a cambiar, por otro siglo seguiremos hablando de cómo unos son sacrificados por la extracción de los recursos naturales mientras otros gozan de su beneficio.



Sobre la autora

Laura Sofía Cabrera Jaimes

Directora del Área de Escritores

"Tal vez no pueda cambiar el mundo, pero sí el pedacito que me toca"
Pronto internacionalista, mientras tanto disfruto dar mi opinión, aprender de distintos temas y poder analizarlos en el proceso. Recién entrada a los 20. Rola. Amante del fútbol, los perritos, la fotografía y de cantar desafinado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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