Política

Lucha contra la corrupción internacional: casos con menor éxito

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En agradecimiento a mis compañeros de la CTP de contratación de la SCI


Es bastante probable que para el lector sea un tema ya conocido el hecho de que Colombia se destaca a nivel internacional por sus altos niveles de corrupción. Si bien muchos cometen el terrible error de comparar a Colombia con países como Japón, Suiza, Alemania o Canadá (donde los casos de lucha contra la corrupción han tenido mayor éxito y se destacan por políticas que fomentan en menor medida la desigualdad), es importante tener en cuenta que los contextos y dificultades que han atravesado estos países, están bastante distantes de los acontecimientos que han llevado nuestro país a lo que es hoy. No obstante, para analizar las estrategias que pueden llevarse a cabo para combatir la corrupción, es importante analizar: ¿Qué casos a nivel internacional se han destacado también por tener un bajo o nulo éxito en la lucha contra la corrupción, y por qué? En el presente artículo busco exponer algunos de estos casos, y analizar cómo podría aportar a nuestro entendimiento en la lucha para tener un país más justo.

Corea del Norte y el eterno régimen

Un caso bastante sonado cuando se refiere a las relaciones internacionales de Estados Unidos. Corea del Norte es el oscuro resultado de la guerra fría, con la división de Corea por el retiro de las tropas japonesas tras la segunda guerra mundial. Con el acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Soviética para generar una demarcación provisional por el meridiano 38, se generó una división interna a causa del hambre por el poder entre las dos superpotencias. Si bien se había planteado una reunificación del país en la conferencia de Yalta en 1945, el cambio pronto en el contexto geopolítico por el inicio de la Guerra Fría perpetró la división coreana, y fundamentó las bases de lo que hoy son las dos coreas.

En 1950, Corea del Norte invade a su homólogo capitalista del sur, en busca de una reunificación con el apoyo de la Unión Soviética; movimiento al que responde Corea del Sur con una coalición de tropas internacionales lideradas por Estados Unidos y apoyadas por la ONU. Con esto, entra China en apoyo a su ahora aliado comunista, y lograron repeler la coalición internacional. Tras 3 años de millones de muertos se declara un cese al fuego, y se establece una de las fronteras más armadas del mundo: la “zona desmilitarizada”.

Se consolidó entonces un régimen totalitario en Corea del Norte, caracterizado por un fuerte control sobre la población, los medios, y que al pasar los años siguió manteniendo una lógica de oposición frente al resto del mundo (incluso después del fin de la guerra fría). Además, se ha caracterizado por su aislamiento frente al mundo globalizado, en donde la información de lo que ocurre al interior es escasa (dada su naturaleza de control absolutista), aunque se conocen algunos detalles importantes respecto a su funcionamiento y modo de vida interno. No obstante, los reporteros que tienen permitido entrar deben ir escoltados, por lo cual resulta a veces dudosa la información recibida y la realidad mostrada.

Se conoce que Corea del Norte es gobernada por el Partido de los Trabajadores, que ejerce el control total sobre el país. Se ejerce subsidio en salud, alimentación y educación. La oposición no existe en este país, y se caracteriza por un autocracia de sucesión dinástica, es decir, el poder es sucedido de padre a hijo. Curiosamente, este culto llega al punto en que las estatuas del padre y abuelo del actual mandatario Kim Jong-un, son sitios de peregrinación constante como muestra de respeto.

Corea del Norte se rige por la interpretación marxista planteada por sus gobernantes, llamada Juche. Esta filosofía, implantada desde 1978, sostiene que el hombre es dueño de su propio destino, siempre liderados por su líder supremo, a través del camino socialista. La doctrina establece que en cada individuo recae el futuro colectivo, logrando la autosuficiencia (que justifica su aislamiento), por lo cual resulta necesario el esfuerzo de cada persona en pro de un mundo comunista. De aquí también deriva el principio del Songun: el propósito del estado es el fortalecimiento militar del país y la defensa de la revolución. El servicio militar es obligatorio, dura aproximadamente 10 años y tiene fundamento en defensa de una invasión por parte de cualquier superpotencia militar.

El propósito del estado es el fortalecimiento militar del país y la defensa de la revolución.

El gasto militar es inmenso, y contrasta con las constantes historias de norcoreanos que han logrado escapar del régimen, relatando constantes violaciones a los Derechos Humanos, fuertes hambrunas y deficiencias en cobertura de necesidades básicas como la salud. Esto empeora aún más cuando se establecen bloqueos al país, dado que genera dificultad en obtención de recursos, y al final la más afectada resulta siendo la población norcoreana. Además, la inexistencia de oposición impide una contraparte a las absurdas e inhumanas decisiones del régimen, que sostiene la defensa militar y producción de armas nucleares sobre el bienestar de su población. Corea del norte muestra el peligro y las consecuencias de generar radicalismos a causa de justificar la guerra, dado que su sistema y poderío militar se fortalecen en la memoria de las invasiones del entonces imperio japonés y Estados Unidos.

Libia y su Estado Fallido

Libia no es solamente la definición perfecta de Estado Fallido, sino también un estado creado arbitrariamente: con la disolución del imperio otomano, tras la primera guerra mundial, Francia e Inglaterra ya se habían dividido y repartido arbitrariamente la región que este ocupaba (acuerdo Sykes-Picot), sin conocer los contextos históricos ni culturales que existían en la región. Si bien este acuerdo no fue implementado dado que los bolcheviques lo hicieron de público conocimiento, ya que la Rusia imperial poco antes había supervisado la repartición planeada, se crearon protectorados en Medio Oriente bajo la supervisión de las dos potencias europeas. Las fronteras de la zona son el resultado de trazados bajo intereses de poder económico de potencias, no de una construcción de identidad o un pacto social entre sus habitantes, y Libia no es la excepción.

Desde mitad del siglo XX surgió el panarabismo, movimiento liderado por Nasser en Egipto, derrocando las monarquías ilegítimas impuestas por las potencias europeas con golpes militares en el Mágreb y el Máshreq. En el caso de Libia, fue constituido como Estado-Nación, juntando 3 regiones de características histórico-culturales muy diferentes (la Tripolitana, la Cirenaica y Fezán) y fue convertida en colonia de Italia (que también se encargó de darle el nombre que lleva). Desde 1969 Muamar El Gadafi derrocó la monarquía, instaurando una república que con el tiempo terminó convirtiéndose en una dictadura personalista que duraría décadas.

En el 2011, con el inicio de la primavera árabe, se levantaron protestas ciudadanas contra diversos regímenes dictatoriales en el Medio Oriente en medio de un efecto dominó. Egipto, Túnez, Bahréin, Yemen, Marruecos, Argelia y Libia fueron el centro de atención de los medios internacionales por los levantamientos en contra de regímenes corruptos y arraigados al poder como dictaduras militares. Particularmente en Libia, Gadafi llevaba 42 años en el poder, y no se hizo esperar una violenta respuesta en contra de las protestas. El ejército, fiel al dictador, empezó una retoma de los territorios donde la oposición al régimen ganaba poder, hasta que la ONU intervino militarmente por petición de la Liga Árabe. En octubre de 2011, Gadafi es detenido y linchado por una multitud.

Ante la caída del dictador, la inestabilidad generada por divisiones internas en el país llevó a conflictos y enfrentamientos. Si bien se llevaron a cabo elecciones presidenciales en el 2012 y en el 2014 las elecciones parlamentarias, el desconocimiento de los resultados de estas últimas llevó a la generación de dos gobiernos dentro del país, de los cuales la ONU reconoce al ubicado en la Cirenaica. Los gobiernos internos están fragmentados, las milicias que nacieron para combatir a Gadafi y su continua actividad han dificultado mediaciones con la ONU para la reunificación nacional, dado que apoyan distintos grupos locales o regionales, hasta el punto de que la estabilidad nacional depende de las alianzas que creen o mantengan las milicias con los clanes o gobiernos. Actualmente se han preparado nuevas elecciones parlamentarias, no obstante, se han pospuesto un mes y aún es incierto el futuro de un país con ausencia de una construcción de relato nacional y con instituciones débiles que puedan dar solución a los problemas que vienen desde décadas atrás.

Los nuevos dictadores de El Salvador y Nicaragua

Bastante han sonado últimamente los nombres de Nayib Bukele y Daniel Ortega, el primero por sus mofantes burlas frente a su creciente y peligrosa acumulación de poder político, y el segundo por su reciente reelección para cuarto periodo presidencial, de dudosa legitimidad y con ausencia de oposición.

En el caso de Bukele, demuestra estar tomando poco a poco cada uno de los tres poderes utilizando la vieja táctica de afianzar la lealtad del poder militar para asegurar el control a través del uso de la fuerza. Sumado a esto, la represión a las protestas llevadas a cabo contra la medida de adoptar la legalización del uso del Bitcoin lo ha tenido en el ojo del huracán, por la violación de su régimen a los derechos humanos. La diferencia entre el Nayib Bukele ganador de las elecciones de 2019 y el autoproclamado “dictador más cool del mundo mundial” resulta abismal, y peligroso si se tiene en cuenta la adopción de características típicas de regímenes dictatoriales y represivos que ha venido tomando. Un presidente que ganó las elecciones con la imagen de ser un millennial reformador, se ha convertido en la figura del nuevo dictador de El Salvador.

Daniel Ortega demuestra ser de igual manera un caso perfecto para la coloquial frase de los “atornillados al poder”. Ortega ejerció su primer mandato entre 1985 y 1990, volviendo a la presidencia en el 2007, y desde entonces se ha mantenido en el poder con cuatro reelecciones, la última llevada a cabo el pasado 7 de noviembre de 2021. Esto no fue una dificultad, dado que 7 aspirantes a candidatos se encuentran encarcelados o exiliados, y las elecciones carecieron de imparcialidad en su vigilancia, sin contar que los medios independientes calculan una abstención cercana al 80%. La clave para mantenerse 5 periodos en el poder presidencial ha sido llevar a cabo una persecución política brutal a sus opositores y disidentes, utilizando especialmente el control del poder judicial.

La persecución llevada a cabo le ha costado perder el reconocimiento de la mayoría de la Comunidad Internacional, y la oposición de antiguos aliados y excompañeros de armas cuando fue revolucionario sandinista. Con recursos provenientes del régimen Chavista, el presidente nicaragüense fue desmantelando poco a poco las instituciones del país y atacando la libertad de prensa, bajo su lema “arriba los pobres del mundo”. Impuso impuestos a los medios independientes, financió grupos de choque contra disidentes, aprovechó la división interna de la oposición para dividirla desde adentro, generando una dictadura personalista de carácter represivo. Pronto las protestas que se iban desatando en contra de su régimen fueron brutalmente reprimidas, con 328 asesinados en las protestas de 2018. Desde aquí adoptó la medida de encarcelar a toda competencia en aspiración a la presidencia, y cualquier persona que se atreviera a criticar su forma de gobernar. Usó la Asamblea Nacional para creación de leyes que favorecieran combatir a sus opositores y con esto mantuvo con facilidad su presencia en el poder, a pesar de las críticas de diferentes gobiernos de gran peso político, como el de Joe Biden.

Lecciones de los regímenes autoritarios

Cada uno de los casos expuestos presenta particularidades que pueden tenerse en cuenta al momento de hablar de la lucha contra la corrupción en Colombia. Corea del norte tiene un control excesivo y milimétricamente calculado de la información que entra y sale del país, convirtiéndose en un país aislado pero peligroso en términos de capacidad militar. Comparte también junto con Nayib Bukele una característica importante: un régimen personalista que exalta el líder supremo que gobierna, aunque en este caso particular viene de una dinastía única unida a un relato que combina el marxismo con la mitología coreana.

El caso de Libia nos enseña las consecuencias de la falta de un relato que aglutine la identidad de una nación, combinada con el estancamiento de un mismo régimen que va quedándose obsoleto frente a los cambios que van surgiendo en el mundo, como lo fue la dictadura de Gadafi.

Tres de los cuatro casos presentan un control total de las instituciones y los poderes (ya que Libia carece de instituciones sólidas), lo cual facilita la toma de decisiones que violan los derechos humanos sin ningún tipo de oposición. Todos, sin embargo, tienen un punto en común: el uso del poder militar como centro de dominio y control. El uso de la fuerza y la represión de las libertades individuales facilitan el nacimiento y fortalecimiento de la corrupción dentro de los países, y son necesarios cambios estructurales en sus sistemas internos que involucren un análisis profundo y cuidadoso de los contextos particulares de cada uno.

Todos estos aspectos nos muestran la necesidad que tiene Colombia de mantener una fortaleza institucional y, sobre todo, preservar un sistema de contrapesos que evite la centralización del poder en una misma persona o grupo político, como se ha venido evidenciando especialmente desde el inicio del actual gobierno, con la acumulación excesiva de poder de parte de corrientes tradicionalistas y representantes de ultraderecha. Ser conscientes al momento de votar nos ayuda a promover o frenar este tipo de situaciones, y aprender para no repetir los errores que se han cometido en Colombia y en otros países.



Sobre el autor

Alejandro Sánchez

Editor, Escritor

Alejo, o Flaco, para los amigos. Ingeniero civil, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y voluntario 4 años en AIESEC. Cuento con cursos en historia, ciencia, filosofía y religión. Amante de la vida, escritor apasionado. “Todo hombre es bueno a los ojos del Gran Espíritu” –Toro Sentado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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