Sociedad

El antropoceno y el gran simio

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El ser humano: la cumbre de la evolución. Aún en el mundo todavía existen quienes consideran que somos un estilo de mono súper evolucionado, que descendemos de los chimpancés y el hombre es el amo a quien la naturaleza debe rendirle cuentas. En el presente artículo busco plantear al lector un contexto sobre el cual podamos entender qué nos hace tan diferentes, analicemos en qué punto de la historia del ser humano podemos estar encontrándonos, y lo más importante, qué vamos a hacer al respecto.

La línea evolutiva común que nos une con el chimpancé (que viene siendo más bien nuestro primo lejano) se remonta a hace aproximadamente 7 millones de años. Esto nos da un dato de entrada: el ser humano no es una criatura más evolucionada que un mono o un chimpancé, simplemente venimos de un tronco común. En 1974, tras el descubrimiento de Lucy, el espécimen encontrado de un Australopithecus Afarensis en Etiopía (especie que vivió hace aproximadamente 4 millones de años), la comunidad científica identifica un cambio sustancial en la evolución de las especies: este antepasado nuestro no solamente era bípedo ya, sino que además la brecha entre machos y hembras comienza a mostrar un decrecimiento notable. Mientras los más antiguos antepasados del ser humano se caracterizaban por grandes diferencias físicas entre macho y hembra a causa de la competitividad sexual, desde el tiempo de Lucy el dimorfismo deja de ser una característica notable, y la inteligencia de macho y hembra comienza a ser el nuevo factor de selección de pareja; característica que parece mantenerse hasta nuestros días.

¿A qué voy con todo esto? Desde nuestros antepasados comienza a notarse que tenemos características especiales que nos diferencian de las demás especies. El Homo Sapiens Sapiens, que básicamente somos nosotros, viene a aparecer entre hace 250.000 y 100.000 años. Para ese entonces, ya habían pasado varias especies también asociadas a nuestra línea evolutiva, como por ejemplo el Homo Habilis, que al igual que algunos de nuestros primos lejanos, ya usaba herramientas para la caza. Aquí llega entonces una pregunta bastante interesante: Si los simios también usaban herramientas como nuestros antepasados ¿Qué fue eso tan especial que hizo a nuestra especie reproducirse de una manera tan acelerada y llegar a colonizar casi por completo la superficie terrestre, llegando incluso a iniciar una nueva era en el control de los recursos del planeta?

David Christian, director del Big History Institute, define 8 “escalones” o “umbrales” sobre los cuales la complejidad del universo ha ido aumentando desde la creación misma del espacio-tiempo: El Big Bang. El ser humano y el resultado de sus interacciones y crecimiento marcan los umbrales 6, 7 y 8; los cuales vienen siendo la agricultura, la sociedad moderna y su existencia misma como especie. Pero la pregunta sigue sin responderse, ¿Qué nos hace entonces tan diferentes? La respuesta está en un concepto llamado aprendizaje colectivo: El ser humano es la primera especie en generar una acumulación de conocimiento fuera de su genética o la imitación a los comportamientos maternos, transmitiendo información de una generación a otra, y reteniendo más información de la perdida. Esto nos ha permitido generar una adaptabilidad a las condiciones ambientales en una tasa mucho mayor a las demás especies, porque esta adaptación ya no es sólo genética, sino también cultural. Incluso, el aprendizaje colectivo es lo que nos lleva a hacer cosas como ir a la luna o crear una nave que supere 10 veces la velocidad del sonido. El ser humano y su sociedad son lo más complejo que conocemos hasta el momento. Sin embargo, no debemos olvidar un detalle importantísimo: no somos los primeros ni seremos los últimos.

El ser humano es la primera especie en generar una acumulación de conocimiento fuera de su genética o la imitación a los comportamientos maternos.

La llegada del Homo Sapiens Sapiens con su aprendizaje colectivo comenzó a generar un impacto grande en su entorno, primero adaptándolo para la obtención de energía y luego con la creación de sociedades más complejas que llegan a crear el octavo umbral de complejidad. Históricamente, este comienza con la revolución industrial, que viene de un cambio de fuentes de energía a los combustibles fósiles, el carbón y el gas. Sin embargo, existe también otro factor importantísimo que genera un cambio en el control de recursos, y es un aumento casi exponencial en la población dadas las nuevas “facilidades” que generaba la automatización (que también empieza a acentuar la brecha entre ricos y pobres que hoy bien conocemos). A partir de aquí comienza la intervención directa del ser humano en los flujos de energía que entran y salen de la superficie terrestre, por lo cual la temperatura promedio empieza a aumentar notablemente.

Desde el momento en que se da la revolución industrial hasta la llamada Gran aceleración (1950) la sociedad avanzó bastante en términos de desarrollo industrial, y al mismo tiempo, había demostrado también su propia capacidad de autodestrucción: Las dos primeras guerras mundiales, que habían acabado con generaciones enteras de jóvenes enterradas a causa de estúpidas disputas de poder entre imperios, estados y dinastías. La sistematicidad de la tortura y el asesinato de seres humanos vivida en el holocausto y luego repetida en el Stalinismo mostraron al mundo los límites a los que llega el Homo Sapiens Sapiens cuando transforma el aprendizaje colectivo en estupidez colectiva.

Desde la gran aceleración, también llamada segunda revolución industrial, el aumento en la emisión de gases de efecto invernadero (principalmente dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) fue prácticamente exponencial. Para darse una idea general, el gas metano (CH4) tiene un potencial de retención de calor 28 veces mayor que el dióxido de carbono, y el óxido nitroso 265 veces el mismo. ¿Esto en qué nos afecta? El potencial de retención de calor que generan estos gases repercute en una alteración de las condiciones dentro de las cuales los ecosistemas presentan un correcto funcionamiento y mantienen la estabilidad de los seres que en ellos habitan. Es decir, los datos nos indican que efectivamente el ser humano bajo sus patrones de consumo lleva cerca de 70 años afectando a gran escala la estabilidad del único planeta hasta ahora conocido que es capaz de albergar vida, y no solo la nuestra, sino la de millones de especies más que habitan junto con nosotros.

Ilustración 1 Emisiones anuales de toneladas de CO2 (1850 - 2018) Fuente: Our World In Data

El hombre ha llegado a tener tal control sobre los recursos de la biósfera que la comunidad científica ha llegado a considerar muy seriamente que el llamado Holoceno ha dado paso a un nuevo proceso geológico: el Antropoceno. En otras palabras, se ha llegado a considerar que el mundo en su estructura ha llegado a generar un impacto mucho mayor en la biósfera en los últimos 100 años que en los anteriores 250.000 años de nuestra existencia. El Antropoceno es una cuestión realmente preocupante, ya que viene acompañado de dos asuntos bastante serios: Un aumento en la demanda de recursos y el ya conocido cambio climático. Del segundo hablaremos un poco más adelante. Por ahora quiero enfocarme en que interioricen, apreciados lectores, que no estamos aislados de todo esto que vengo mencionando. Ustedes y yo somos responsables del Antropoceno, no como individuos, sino como parte de una especie que tiene un control histórico de los recursos planetarios, y tenemos la responsabilidad de reaccionar sobre el mismo.

Desafortunadamente aún existe muchísima resistencia a creer que el Antropoceno es una realidad, y esto es una evidencia que yo, personalmente, he evidenciado muchísimo (familia, amigos, conocidos, redes sociales), y probablemente se deba a nuestra misma naturaleza de resistencia al cambio y a la aceptación de las consecuencias de nuestras propias acciones. “No es tan grave, tenemos tiempo” es algo que escucho muy frecuentemente.

“No es tan grave, tenemos tiempo” es algo que escucho muy frecuentemente.

Actualmente, la población mundial se encuentra en 7.700 millones de personas, y se calcula que nuestro planeta tiene una capacidad máxima de proporcionar recursos para de dos mil a tres mil millones de personas, si todos vivieran en las mismas condiciones que un ciudadano estadounidense promedio. El consumo de energía es tan desproporcionado que los estadounidenses consumen el 20% de la energía mundial, siendo su población únicamente el 5%; y como si fuera poco, su consumo de energía per cápita es 61 veces mayor que la de un nigeriano.

Ahora, esto nos lleva al segundo tema, algo que a diario se ve en las noticias, aunque pareciera que aún no se ve en la gran mayoría de las cabezas de quienes lo leen: el cambio climático. Las mismas tres palabras por las que tanta gente se da golpes en el pecho mientras comparten felizmente en su asado, con 10 kilos de carne y papita salada. La temperatura global ha aumentado en aproximadamente 0.8°C, ha habido un aumento drástico en la acidificación de los océanos, derretimiento de glaciares, el nivel del mar aumenta día tras día y se han presentado diversos eventos climáticos extremos. La extinción masiva que se presenta en la actualidad nos refleja una pérdida de hábitat y sobreexplotación de recursos realmente preocupante (el 22 de agosto del presente año oficialmente se agotaron los recursos disponibles del año para la población mundial). Para dar un ejemplo claro de la estupidez a la que lleva el desconocimiento del impacto humano sobre los ecosistemas, podemos referirnos a los hipopótamos introducidos por Pablo Escobar que en la actualidad tienen bastante preocupada a la comunidad científica por la preservación del hábitat en el Magdalena Medio.

Las fábricas no son los principales centros de contaminación. Las ciudades, de hecho, son los principales centros de contaminación, donde el ser humano produce aproximadamente el 79% de los contaminantes que tienden a ser de naturaleza primaria, es decir, aquellos que se vierten directamente a la atmósfera. El gas metano, poderoso Gas de Efecto Invernadero (GEI), desde 2011 desbancó al dióxido de carbono en cantidad de emisiones. No es de sorprenderse, ya que los principales emisores de metano son la ganadería, arroz, frijol, carbón y trigo. Para darse una idea del origen de estos productores de GEI, se considera que actualmente el 38% de la superficie libre de hielo está ocupada por la ganadería y la agricultura. Las cifras en Colombia son preocupantes, ya que el Instituto Geográfico Agustín Codazzi reportó hace 8 años que de los suelos aptos para agricultura, menos de la cuarta parte se estaban usando, mientras que los suelos usados para ganadería están sobreexplotando los territorios, ocupando más del doble del territorio apto para esta práctica. En Colombia, una buena cantidad de los hogares consumen entre 5 y 6 días a la semana al menos un trozo de carne roja en sus comidas (y no puedo dejar de pensar que mi casa no es la excepción). La ganadería no está ahí produciendo metano, consumiendo agua de manera desproporcionada y sobreexplotando suelos porque sí, si hay quien lo vende es porque hay quien lo compre. De hecho la ganadería se posiciona como uno de los factores que probablemente desencadenó los incendios del Amazonas a mediados del año antepasado. El hecho aquí no es venir a proponer que nos volvamos veganos, pero acciones como reducir nuestro consumo de carnes de ganado a unas pocas veces por semana y reemplazar por otras fuentes de proteína puede causar un cambio significativo en las emisiones de metano del planeta.

Ahora, a pesar de que el cambio climático y la sobreexplotación de recursos son una realidad, existe algo llamado RCPs (Representative Concentration Pathways, rutas de concentración representativas) que nos muestran cuatro escenarios que podrían tomar las emisiones de gases de efecto invernadero, afectando de distintas maneras el aumento en la temperatura de la tierra de aquí hasta el 2100. En el más crítico de los escenarios, si continuamos con el mismo comportamiento en emisión de GEI, a finales de siglo la temperatura habrá aumentado hasta los 8,5°C. Este aumento generaría graves cambios en la estabilidad de los ecosistemas, y si la temperatura de la tierra aumentara más de 4 grados, llegarían a producirse cambios en el ambiente a los cuales no podríamos adaptarnos como especie.

Ilustración 2 RCPs. Fuente: ipcc.ch

Mi objetivo aquí no es satanizar al Homo Sapiens Sapiens como especie, ni mucho menos decir que la solución es traer otra pandemia y matarnos a todos para salvar al planeta. El ser humano es el resultado de diferentes procesos evolutivos que la naturaleza decidió llevar a cabo para generar los sistemas de mayor complejidad que conocemos hasta el momento. Somos una especie con un potencial grandísimo, pero recae sobre cada uno de nosotros si ese potencial lo usamos para destruir el único planeta que tenemos para sobrevivir, o aprendemos a cambiar la mentalidad sobre lo que llamamos progreso y comenzamos a concientizar a las actuales y futuras generaciones de que cada acción que tomamos como individuos tiene repercusiones en nuestro ambiente, y de nosotros depende conservar lo que tenemos.

Cada acción que tomamos como individuos tiene repercusiones en nuestro ambiente, y de nosotros depende conservar lo que tenemos.

El concepto de civilización que hemos tenido hasta el momento nos ha alejado de la responsabilidad ambiental que llevamos. Pareciera que tener un teléfono inteligente o tener un auto último modelo fuera más civilizado que usar cuadernos de papel reciclado, cepillos de dientes de bambú o apagar la luz de la habitación cuando no la estoy usando. Es más, un informe reciente revela que el 78% de los hogares en Colombia no recicla. Entonces no, el cambio climático y el antropoceno no son solamente culpa de los políticos y las grandes multinacionales, si usted cree eso es porque usted también es parte del problema. Los patrones de consumo que usted y yo tenemos son los verdaderos responsables de las emisiones de GEI. Reducir la frecuencia del uso de automóvil, decir “sin bolsa por favor”, evitar el uso de platos desechables, actos tan simples generan un cambio gigante, pero nos escudamos en hábitos insostenibles que terminan no siendo más que caprichos infantiles, y al final todo termina reduciéndose al mismo título de mi anterior artículo: "Primero yo, segundo yo, tercero yo". De usted también depende que las cosas cambien, ambos somos parte de la solución. Quejarse no ayuda si no se toma acción.



Sobre el autor

Alejandro Sánchez

Editor, Escritor

Alejo, o Flaco, para los amigos. Ingeniero civil, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y voluntario 4 años en AIESEC. Cuento con cursos en historia, ciencia, filosofía y religión. Amante de la vida, escritor apasionado. “Todo hombre es bueno a los ojos del Gran Espíritu” –Toro Sentado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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