Política

¿Y los que no hemos salido a marchar?

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Imagen tomada de: www.elpais.com

Las marchas que comenzaron el pasado 28 de abril a causa de la caída reforma tributaria ya completan varias semanas y no parecen tener un fin próximo. El gobierno del presidente Iván Duque, fuera de haber demostrado apertura al diálogo (como dice haberlo hecho), en la práctica ha mostrado apatía por los más de 4200 casos de abuso policial, 1468 casos de agresión física por parte de la fuerza púbica, 70 víctimas de agresión en ojos y 28 víctimas de violencia sexual (cifras reportadas por la ONG Temblores a corte de 16 de Junio). Por más que la CIDH ya haya hecho su visita a Colombia, los casos de abuso de la fuerza por parte del ESMAD siguen siendo sistemáticos: incluso aparecen imágenes de agentes con armas cortopunzantes amenazando a los protestantes.

Esto evidencia la triste realidad de quienes estamos indignados y buscamos expresar nuestra inconformidad hacia un gobierno históricamente alejado de la realidad ciudadana: salir a marchar es exponer nuestra integridad física (incluso en un contexto fuera de la pandemia, como lo reflejan las marchas del #21N de 2019) y la de nuestros familiares. En la práctica, a pesar de que la protesta es un derecho fundamental constitucionalmente protegido, la represión por parte de quienes deberían velar por nuestra seguridad convierte a la misma en un peligro para la vida.

Teniendo en cuenta esto, muchos hemos decidido no salir a marchar en estas protestas. Sumado al riesgo que supone exponerse a los brutales ataques policiales, muchos tememos terminar desaparecidos, detenidos arbitrariamente, y también vivimos con personas de alto riesgo de contagio de COVID-19. Tristemente, salir a marchar representa además un riesgo para nuestra salud y la de las personas con quienes vivimos, ya que usar tapabocas no garantiza una total protección ante el virus. Salir o no a marchar es una decisión individual que debe respetarse, y aún más teniendo en cuenta que nos encontramos en un contexto de bastante delicadeza. El virus no ha desaparecido, la pandemia sigue presente.

Salir o no a marchar es una decisión individual que debe respetarse, y aún más teniendo en cuenta que nos encontramos en un contexto de bastante delicadeza.

Al final, las protestas son el resultado de inconformidades acumuladas que terminan afectando al grueso de la población. Es absurdo afirmar que quienes están protestando, lo hacen porque les pagan por vandalizar las calles o simplemente porque son unos desocupados, como se lee en las cadenas desinformantes que rondan en las redes sociales. La corrupción, el hambre, las constantes masacres, la pobreza y la falta de acción por parte del gobierno son problemas que nos incumben a todos los colombianos, y son las razones de mayor peso por las cuales las protestas no paran, y están aún lejos de hacerlo.

Mostrar el descontento popular a través de la protesta masiva termina siendo el camino que eligen muchos colombianos para empezar a construir un mejor país, y es un paso importante para la construcción de un nuevo orden social, entendiendo que si se quiere una mejor Colombia es necesario generar empatía con las demás personas, junto con instituciones que velen por la sociedad en su conjunto y no por intereses particulares. Exigir los derechos constitucionalmente defendidos es una forma legítima y respetable de corregir el rumbo de Colombia.

En este orden de ideas, si tenemos en cuenta que quienes están afuera protestando masivamente buscan contribuir a construir un mejor país, el problema entonces va mucho más allá de salir o no a marchar: el problema real es, si no estoy saliendo a marchar, qué estoy haciendo yo para construir país. Dos reformas y dos ministros cayeron ya a causa de quienes salieron a protestar, sin contar la enorme visibilidad internacional que se logró gracias a las protestas. Y los que no han marchado, ¿están realmente buscando la mejor manera de contribuir a su país o están sentados viendo memes en Facebook desde su celular? ¿están tomando conciencia respecto a todas las situaciones que llevaron al país al estado en el que se encuentra actualmente? ¿realmente son responsables con la información que reciben y comparten? ¿son capaces de ponerse en el lugar de quienes buscan reformar el país a través de la protesta?

El problema real es, si no estoy saliendo a marchar, qué estoy haciendo yo para construir país.

La decisión de no salir a marchar toma validez cuando buscamos otras alternativas para construir país, desde nuestros valores, desde nuestras acciones. Las intenciones cuentan, pero no son suficiente. Si el problema es que los mismos políticos quedan gobernando bajo sus propios intereses, victimizarse y quedarse compartiendo memes en redes sociales no va a cambiar que sigan ahí. Si le molesta que esto suceda, proponga una iniciativa para que deje de suceder o apoye alguna de las iniciativas vigentes. Participe en las veedurías ciudadanas, infórmese objetivamente sobre la situación actual del país, participe en los gremios, haga voluntariado. De nada sirven las marchas y las publicaciones de indignación en redes sociales si, además, no se sale a votar masivamente con la memoria viva de quienes han ido destruyendo la patria, y de quienes dieron su vida para que tengamos la oportunidad de reformar al país desde las urnas. Si no va a salir a marchar, respete también a quienes sí lo hacen y preocúpese por lo que usted está haciendo por una Colombia mejor. El que mucho critica y poco hace, nada aporta.



Sobre el autor

Alejandro Sánchez

Editor, Escritor

Alejo, o Flaco, para los amigos. Ingeniero civil, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y voluntario 4 años en AIESEC. Cuento con cursos en historia, ciencia, filosofía y religión. Amante de la vida, escritor apasionado. “Todo hombre es bueno a los ojos del Gran Espíritu” –Toro Sentado.



El contenido de este artículo es propiedad de la Revista Cara & Sello



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